Horrendos Amores
LA ARAGONESA SALTEADORA
En Codos, un lugar de Aragón.
Para alegrar los tres días de Carnaval, unos mozos concertaron correr a la conocida como “ la Aragonesa Salteadora”, una Monstruo, quien, con una calavera de vaca sobre los hombros , la gente decía que era su propia cabeza, un carro de un supermercado de la zona repleto de ropa sucia y estropeada, recorría las tres capitales de provincia de Aragón. Ya sabes: Aragón tres: Huesca, Zaragoza y Teruel, haciendo proposiciones deshonestas a ancianos que no estaban empadronados, insultando a las mujeres, a quienes llamaba “reputísimas madres, hijas de puta”; y perseguía a los niños y niñas con una manta y cornamenta en burlas y disfraces soeces, diciéndoles: La Sacamantecas está en Codos, urdiendo la tela y tramando la lana que intentará someteros, y os vendrá de noche hecho fantasma y os haréis cruces antes de verle de noche, pues os sacará las entrañas, después de haberos manoseado como un cura pedófilo”.
Sueños de desventura, de horror y temor, tenían los niños, que veían en sus sueños una mujer fea y vieja, como la bruja del candil, con una losa a cuestas y ellos, como dijo una joven sevillana, espantados por miedo y, a cualquier ruido de la casa, escuchando una voz y preguntando a la mamá:
-Ay, mamita mía, mía ¿quién será?
-Cállate hijita mía que ya se irá.
Y la voz que respondía:
-.Que no me voy, que subiendo las escaleras estoy.
-Ay, mamaíta mía, mía, ¿quién será?
-Cállate, hijita mía, que ya se irá.
Y así hasta la llegada del fantasma a la cama del niño o niña, ofreciéndose a la vista y gritarle al niño o niña:
-Que no me voy. Que soy la Salteadora de Aragón, y que arrancándote el culito estoy..
Los jóvenes habían jurado darle un escarmiento, y para eso prepararon un muñeco repleto de paja y piedras, que tenía un pollón como el caballo de Esparteros, con una gorra de terciopelo y unos zapatos de esparto. Planearon esperarla en una esquina, viéndole venir de la calle de enfrente, de donde solía salir al amanecer de una casa que había sido escalada por unos ladrones, que dicen que eran del Banco, y a la que quitaron las tejas de noche.
Ese día de autos, les falló la vieja. Y concertaron mandar a la casa a dos chicazos, sin el muñeco, sobre todo al de Baeza, “a quien tanto le valen los pies como la cabeza”, como le reconocían entre ellos.
Salieron de madrugada el de Baeza, y otro de Navarra, del barrio del Cucharón, donde como dice el anuncio “hay lindo vino y buen salmón”, (Salmón era el apodo de un rico señor de hacienda y viñas, que vivía en ese barrio, antes llamado de San Miguel), a ver que ocurría con esta Monstruo.
Se acercaron a la casa trastejada. Bajaron al piso Bajo D, y una puerta de matraca medio abierta arrojaba un tufo como el del cielo: incienso, oro y mirra se adivinaban esparcidos por el suelo. Sobre un cartón y una manta de pobre en lo más escondido y luciente ( la luz la cogían de los cables del pueblo), de la casa estaban la Salteadora y un sembrador de Almedina, villa del campo de Montiel que luego confesó que vino a sembrar su trigo y escribir Amor en esa paga y haza de la asquerosa vieja, que no sería tan asquerosa cuando más tarde diría de ella que era “Un Monstruo de Amor”, que sí, que mucho le cansó proponiéndole horrendo amor, que él se negó al principio, pero que al fin, la carne es débil, y aceptó, como un bobo de baba, hilarle los pelos del Chumino con la lengua, apostado en su entrepierna, diciéndole la vieja:
-Para manteles hilo, Morcillo. Que así le nombró ella.
Inclinada, estilo perro, se la oía gritar:
-¿Mes has dado morcilla, Morcillo? Y le insultaba de esta guisa:
– Mi escudero de mierda, mata puercas, cógeme de la tripa y sangre y hazte unas morcillas. Que pase el varal delante. Aprieta para Huesca, maricón, ladrón, que fuiste alcalde en Serrejón y Torrejón, y ahora eres un puto hijo de la gran puta y padre del pícaro Alfarache ( el mozo de mulas de Guzmán, referido a una historia del “Guzmán de Alfarache” de Mateo Alemán).
Cansó a la vieja, y le dejó hacer, viéndole que el mismo introducía el pene en su propio ano, mientras ella pedorreaba sobre unos manteles robados a sus vecinas, cosa que le agradó mucho a Morcillo, quien se puso a componer una canción dedicada a Irak y sus asesinos que tituló: “Armas de destrucción masiva” contra quienes quieren servirse de lo ajeno y hacen fieros, profiriendo amenazas contra lo que no pueden.
El le chupó el lóbulo de la lengua de tal manera que le hizo un agujero por el que atravesó su glande para llegar hasta la boca. Mientras, ella le agarró su “conde de Monterrey”, como llamó a su pene, llevándole hasta la capilla mayor para que pusiera más cimiento y tener provisión, pues el día caía raquítico, y el mismo río se dormía en los arrabales de uno y otro lado por causa de la sequía.
Ellos dos volvieron la mirada hacia la puerta de entrada. Vieron a dos chavalotes, y no se inmutaron. Bueno, a la salteadora le brotó baba de los labios y ganas de trajinarse a estos dos holgazanes, como se la oyó decir..
-Pasad, harones, les dijo la vieja.
Pasaron los dos jóvenes, y sin verla, pisaron una guitarra estropeada, tocándole las cuerdas.
La Salteadora no profirió amenaza ni insulto alguno. Un moquillo verde, como ese con que se mueren las ovejas de Extremadura, le caía por entre los labios del culo.
Morcillo la lanceaba como a una albarda dándole vaya, burla, con fingido cuento. Y ella, con una risa que le cubría todo su desnudo cuerpo, le contestaba:
-Mazorcas al mazorcal, donde las ciento y veinte están. Pues como se vanagloriaba ella “de ciento veinte tíos se había tragado la polla”.
Floja y comilona como era, les dijo a los chavales que cagasen en una tinaja que había en un rincón medio oscuro; que hasta que no estuviese llena no saldrían por la puerta que Morcillo había cerrado a cal y canto. Que, después, a ellos dos les correrían, y, entonces, por correrla, cubrirían la tinaja con sus espermas. Que ella llamaría a los pobres de la tierra, diciendo:
.-Venid y entrad vecinos. Veréis hilado de un año y cagado de un mes. Mostrando la tinaja y el pedazo de composición sacada detrás de un arca.
Dicen los chavalotes cuando salieron de la casa, que Morcillo escapó sin ser visto, acercándose a una parroquia del arrabal, y que, queriendo entrar , unas putas beatas le recriminaron diciendo:
-Tu no, Morcillo de Mierda, que tienes muchos pecados.
De ella cuentan que, cual zorra, marchó de casa huyendo, Que saltó por un portillo de una tapia, con prisa y sin tiempo. Que ahora, debe estar muy cerca de vuestras casas.