¡Aquí no se rinde nadie, carajo!
Recibo saludos, a veces con los ojos encendidos por la ilusión renovada, tras los excelentes resultados de IU en las recientes elecciones.
Resulta extremadamente complicado ser equitativo y justo en un análisis sobre estos comicios, pero no por ello voy a esquivar la ocasión para exponer mis puntos de vista.
En primer lugar, hay que decir que, esa nueva humillación del regreso del rancio franquismo a la Moncloa -donde este año se comerá el turrón el señor Rajoy- se la debemos, sin duda alguna, al gobierno del PSOE.
Si alguna cosa quedó patente en los años de gobierno de Salvador Allende es que, o se gobierna con el pueblo, esto es, con los trabajadores y haciéndolo de una manera pedagógica para tener a estos de parte del gobierno, o por el contrario, permitimos que sean los mercados los que orienten y conduzcan la nave del país.
Lo que queda fuera de duda es que estos últimos siete años no van a pasar a la historia del país como los más gloriosos precisamente y menos para ese club de millonarios que es el PSOE, con las fortunas y los sueldos millonarios que han ido trincando los señores González, Bono, Pajín y compañía, para blindar un poco más, si cabe, la fortuna del Borbón.
Resulta verdaderamente demoledor, para cualquier antifascista que pasee por nuestra geografía, comprobar que siguen exhibiéndose en calles y plazas, en fachadas de iglesias, -entre un SE ALQUILA y un SE VENDE- los odiados y sempiternos símbolos franquistas, los nombres de los vencedores de aquella guerra que algunos pretenden que olvidemos -como si esto fuera una auténtica democracia-. Todo como si en este país, a lo largo de estos treinta y seis años de ausencia del dictador, no hubiese habido un pretendido gobierno de izquierdas, tanto al frente de la nación como en los ayuntamientos.
Ellos no nos van a perdonar jamás nuestra rebeldía ante una sublevación fascista como la de 1936, pero nosotros no solo nos proponemos no olvidar cada uno de los nombres de los que fueron arrojados a las simas por su condición de comunistas, masones o sindicalistas, los que fueron fusilados con las primeras luces del día por haber tomado las armas para defender una Constitución que tantos de ellos ni siquiera habían leído, hombres y mujeres destinados a cultivar los campos, a escribir bellos libros y a amarse durante décadas, si no que, como Penélope, tejemos y destejemos un lienzo de laboriosa y complicada trama, en espera del que, con altura y talla política, conduzca a estos pueblos por sendas de paz, colaboración y progreso, que no de otra cosa se trata.
No deja de ser curioso que sea a ese nuevo movimiento de indignación surgido en el país a partir del 15 de Mayo y no a ese partido que durante veintiún años tuvo en sus manos la posibilidad de cambiarlo todo, que le debamos haber tratado, dentro sus justas limitaciones, cambiar el curso de las cosas.
Estos siete últimos años no han sido mucho más gloriosos para la clase obrera que los precedentes, con el “compañero” González al frente de la nave.
Si poco o nada le debemos al tándem González-Guerra, el zagal de León nos deja con una Ley de Memoria Histórica coja, una iglesia católica más que privilegiada, un país en una situación más que crítica, cinco millones de parados, los nacionalismos más exacerbados que se hayan podido conocer en décadas… y un país que no sabe por donde tirar.
Estas elecciones, si para algo han servido, ha sido para revelar la baja calidad democrática, que ya no socialista, del voto PSOE: jamás entenderé cómo hoy se puede instalar con nuestro voto a un tipo que afirma su discurso en el ideario de los viejos socialistas y mañana ponerlo a disposición de quienes cuestionan el matrimonio de personas de un mismo sexo, la libre disposición de la mujer sobre su cuerpo o las justas reivindicaciones de aquellos que, como en el caso de Julián Grimau o de Salvador Puig Antich, por no extenderme aquí en la larga nómina de represaliados que dejó atrás el franquismo, reclaman día a día una ley que haga justicia definitivamente, además de liquidar derechos conquistados en la anterior dictadura.
Sí, el señor Rodríguez Zapatero deja tras de sí menos gloria y esplendor para su propio partido que dejó en su día el señor Hernández Mancha al frente de AP.
Pero también, y justo es decirlo, ha permitido liberar parte de ese voto cautivo de izquierdas que viene cosechando el PSOE, inmerecidamente, desde mil novecientos ochenta y dos. Quizás no haya sido tan gratuita la fabulosa inversión de estas elecciones generales si cada uno volvemos a “nuestra casa”, de donde nunca debimos salir para apoyar un proyecto ajeno y tan estéril como éste que naufraga hoy: nada menos que ¡refundar el capitalismo!, precisamente con la complicidad de estos casposos que dicen que ellos o la “derechona.”
Vayan con buen viento estos mozos, que a estos pueblos de Iberia les sobran “cosas de hombre”, que dijo el poeta de Orihuela, para echarse a la calle con sus justas reivindicaciones y no necesitamos intermediarios para dar un revolcón al “gallo negro”. Al más crudo invierno siempre siguió una luminosa primavera.
Salud y República
* El titulo de este artículo esta inspirado en una pintada leída en un muro de la Nicaragua sandinista de los ochenta.