¿Crisis de valores o crisis capitalista?

¿Crisis de valores o crisis capitalista?
Una reflexión, leyendo el Manifiesto Comunista
 
Hoy en día, mucha gente de izquierdas está prestando una atención especial a lo que coloquialmente se llama los valores. Hay quien considera que estos valores son lo que permite diferenciar entre una política de derechas y otra de izquierdas. Se llega incluso a etiquetar la crisis económica actual, no como capitalista, sino como de valores.
 
Lo que pasa es que para analizar la sociedad, primero hay que ver cómo la gente consigue satisfacer las necesidades materiales. Luego viene la moral. Al poner la lupa sobre las cosas vitales que la gente necesita para su supervivencia, nos surge la exigencia de averiguar cómo estas cosas se producen, quien está al frente de la producción y como esta producción se distribuye. Estas son las preguntas más fundamentales. Cualquier persona que tiene el poder sobre la producción también tendrá una posición básica de poder en el resto de cuestiones que afectan a la sociedad y esto afecta igualmente a la tipología de valores dominantes.
 
Todas las sociedades necesitan producir para sobrevivir. El trabajo humano es eterno. Durante siglos, la gente ha usado los cerebros y las manos para adecuar la naturaleza a su voluntad. Lo que diferencia unas comunidades de otras y unos periodos históricos de los que les precedieron, es cómo se organiza el trabajo.
 
En Cataluña, por ejemplo, ser propietario de un pedazo de tierra, fue en su momento, un elemento importante en nuestra organización social. Una familia de campesinos-a veces con sirvientes y jornaleros, otros sin ellos-cultivaba sus tierras y vivía gracias a lo que producía. Hoy la situación es completamente diferente. Una gran parte de los ciudadanos de Cataluña son trabajadores por cuenta ajena, otros están parados o estudian con la esperanza de poder encontrar un trabajo y organizar su vida futura.
 
La sociedad actual se organiza con el fin de producir mercancías. Una mercancía es un valor de uso que se ofrece a la venta en un mercado. Bajo el capitalismo la mercancía tiene un papel dominante. Hoy en día, es prácticamente imposible encontrar a alguien que no se haya relacionado con una mercancía y la mayoría de nosotros nos las vemos con ellas varias veces al día.
 
Esto no ocurría antes. Si observamos Cataluña cuando dominaba la producción agraria, descubriremos que entonces la mayoría de los productos no alcanzaban la condición de mercancías. Eran productos que se obtenía gracias a la tierra o en las granjas y que después se repartían entre las familias campesinas o se entregaban a las clases dominante en forma de tributos. Sólo una pequeña parte de esta producción se socializaba a través del mercado.
 
Los marxistas consideramos que lo que distingue entre el general y el específico de una época en particular, es la forma que toman la producción y las relaciones de producción. Nuestra época es capitalista, porque las relaciones más básicas de nuestra sociedad son capitalistas: quien tiene la sartén por el mango es el capital.
 
Bajo la producción capitalista, el capital se invierte, no por cuestiones morales, sino con el fin de obtener un beneficio. Los capitalistas no les importa lo que producen: pueden invertir al mismo tiempo, en la construcción de una iglesia y en un burdel. Lo que les interesa es saber si con lo que hacen obtendrán un beneficio que les permita incrementar su capital.
 
Bajo la producción capitalista, el capital se invierte, no por cuestiones morales, sino con el fin de obtener un beneficio. Los capitalistas no les importa lo que producen: pueden invertir al mismo tiempo, en la construcción de una iglesia y en un burdel. Lo que les interesa es saber si con lo que hacen obtendrán un beneficio que les permita incrementar su capital.
 
Esto no evita reconocer que el capitalismo ha significado una etapa progresiva de la historia humana. Marx siempre fue ambivalente al hablar del capitalismo. Gracias al capitalismo, la productividad laboral se ha incrementado: ahora podemos producir más, mejor y de una manera más eficiente de lo que se hacía en etapas precedentes. Pero esto no evita que la pobreza siga siendo alta. A la vez, la gran mayoría de las personas no tienen absolutamente ningún poder sobre cómo se organiza la producción. A los trabajadores asalariados no les queda otra opción que trabajar bajo las órdenes y dirección de los capitalistas y se ven obligados a aceptar las condiciones que éstos les imponen.
 
Para los marxistas, la lucha política no se da en el cerebro de la gente, como sugería Hegel. No es una lucha moral. Es una lucha de clases. Una clase social se puede definir como un grupo de personas que tienen la misma relación con los medios de producción. En la sociedad capitalista, esto nos permite hablar de la clase obrera y de la clase capitalista, que es la dominante, aunque existen otras clases (pequeños agricultores, pequeños empresarios,…). La lucha de clases es una lucha colectiva donde la gente se une, no en función de unos valores, sino sobre la base de sus intereses comunes.
 
Todo esto, que se puede encontrar de una manera mucho más desarrollada en el manifiesto comunista, ahora puede parecer infantil, pero desgraciadamente para algunos ha quedado en el olvido. En su lugar han colocado una serie de disquisiciones hegelianas sobre los valores con las que tienen la pretensión de  explicarlo todo, incluido el origen y la evolución de las crisis económicas.
 
 

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