Por Euclides Perdomo*. LQSomos.
“¿Dónde está el Nani?”
Fue una frase hecha en la España de los años 80’s que resumía el clamor popular para que apareciera el cuerpo de Santiago Corella, al que se llamó “el primer desaparecido de la democracia” –evidentemente, ni fue el primero ni es el único-. El Nani había sido volatilizado por una mafia policial llamada “de los joyeros”, una banda especializada en asesinar a atracadores inexpertos y en quedarse con el botín. Alguno de esos mafiosos uniformados fueron condenados por los tribunales y algunos otros fueron absueltos por falta de pruebas. Entre estos últimos se encontraba José María Pérez-Reverte Gutiérrez (JMPRG), apodado Cartago según unas fuentes y el Peque según otras –para unas terceras, el Peque era el apodo de Adelardo Rafael Martínez, otro de los encausados-. Pero JMPRG no se contentó con aquella absolución sino que, como veremos enseguida, demostró que no era asesino de una sola víctima sino un auténtico serial killer.
Van a continuación algunos de los lances de honor en los que, con una galanura émula de los Tercios de Flandes, demostró su hombría JMPRG, ex inspector de policía en la Brigada Regional de Policía Judicial de Madrid y hermano de señor excelentísimo.
Caso Vilariño
Madrid, 06.octubre.1983, 12:30 horas. Paseo del Prado. El ciudadano Antonio Vilariño Sanz viaja en un taxi acompañado por Paloma Suárez Puñal cuando el coche es interceptado violentamente por un vehículo policial y Vilariño es asaltado y asesinado.
El taxista, J.L.E.R., declaró ante el juez de instrucción que “al declarante le apuntaron con un arma y no recuerda que dijeran que eran policías”. Ante el mismo juez, Paloma Suárez declaró que tampoco “oyó que dijeran que eran policías” y añadió que “vio abrir las puertas del coche, dándole, sin más, tres tiros sin que Vilariño pudiera reaccionar ni sacar arma alguna”.
Según el informe de los forenses, Vilariño recibió tres balazos de frente “el primero a una distancia entre 50 y 100 centímetros; otro, entre 25 y 50 centímetros, y el tercero, que le interesó el hígado y el pulmón, fue realizado a una distancia entre 3 y 10 centímetros, lo que supone que se efectuó a cañón tocante, apoyando la pistola sobre la víctima, ya que la distancia es la normal que se produce como consecuencia del retroceso del arma”
Para los querellantes, la Asociación contra la tortura, JMPRG “sin mediar palabra y sin identificación alguna, abrió la puerta trasera del vehículo, junto a la que viajaba Vilariño, y efectuó tres disparos sobre el cuerpo de éste, causándole la muerte. La versión policial y las declaraciones de los querellados no han podido acreditar que Vilariño hiciera uso de arma alguna, ni que existiera una causa o motivo que justificase la conducta policial”
Caso Atocha (no confundir con la matanza franquista de “los abogados de Atocha”, 24.I.1977)
Madrid, 18.junio.1984, calle Atocha nº 16, 4º piso. Los ciudadanos Feliciano Martín de Paredes, Pablo Pardo Ruiz y José Luis Fernández Corroto son “sorprendidos” por JMPRG y otros policías cuando salen de un taller de joyería. Los dos primeros son asesinados in situ.
Siete años después del doble asesinato, durante la vista del juicio ante la Audiencia Provincial de Madrid, JMPRG afirmó que, en aquel mismo año de 1984 ganó una competición de tiro por lo que “si le hubiera puesto la pistola en la cabeza [a Martín de Paredes] lo reviento como a un melón”. Sin embargo, la autopsia estableció sin género de dudas que ‘el disparo que el delincuente recibió entre las cejas presentaba un desgarro estrellado de la piel y ennegrecimiento interior propios de la herida en boca de mina, es decir, que fue realizado a bocajarro’.
Según una crónica del juicio, “el fiscal y las acusaciones consideran que los policías no intentaron detener a los asaltantes, sino que mataron a dos de ellos para apoderarse del botín y dejaron huir al tercero, al que asesinaron un mes después, para disponer de una coartada que explicara la desaparición de la mayor parte de las joyas robadas. Tres de los procesados recibieron felicitación pública y premio de 10.000 pesetas por la muerte del tercer delincuente, José Luis Fernández Corroto. Otros 11 policías fueron felicitados por ese servicio” (El País, 15.octubre.1991) Según la misma fuente, el letrado Jaime Sanz de Bremond, acusador particular, “puso de manifiesto que el policía pretende enmascarar su verdadera identidad ya que su nombre completo es José María Pérez-Reverte Gutiérrez”.
La segunda víctima, Pablo Pardo Ruiz, tenía 18 años recién cumplidos cuando fue asesinado.
Móstoles, 30.Julio.1984. José Luis Fernández Corroto, el tercer asaltante de la joyería, es asesinado de varios disparos. JMPRG y los demás policías justificaron el tiro en la espalda aduciendo que, ‘al recibir el primer impacto, su cuerpo se retorció sobre sí mismo’.
En el juicio antes citado, Luis Jordana de Pozas, fiscal del caso Corroto, consideró en sus conclusiones provisionales que “los cuatro agentes juzgados se pusieron de acuerdo para apoderarse de las joyas que iban a robar tres atracadores en el taller de joyería Viuda de Tornero, en la calle Atocha de Madrid. También acordaron disparar a quemarropa contra los atracadores” y dejaron escapar a Corroto para justificar la desaparición del botín (ver La Vanguardia, 15.octubre.1991)
Según la misma crónica, JMPRG explicó así el asesinato de Corroto: “Nos hicieron una confidencia advirtiéndonos que se iba a cometer un atraco en el polígono industrial de Móstoles. Una vez allí, un sexto sentido nos hizo identificar sobre la medianoche al conductor de un vehículo que nos parecía sospechoso. Salimos el comisario y yo. El conductor abrió su puerta, hizo amago de coger la documentación y nos disparó. Yo le disparé dos veces, pero sin darle, y me tiré al suelo desde donde oí dos o tres disparos” (mis cursivas). No pudo explicar porqué el informe forense asegura que Corroto murió por la espalda. JMPRG y sus compinches fueron defendidos por los letrados Emilio Rodríguez Menéndez y Manuel Tuero quienes solicitaron su libre absolución, gracia que no les fue concedida.
Por todo ello, bien podemos decir que Arturo Pérez-Reverte Gutiérrez (Cartagena, 1951), tiene un hermano bastante menos glorioso que Alatriste pero aún más matón. ¿Sabe el sucesor político del ínclito chivato Cela dónde está ahora su tristemente reputado hermano? ¿Se puede especular que Arturo y José Mª siguen vidas paralelas, uno en abstracto y el otro en concreto aunque ambos se guíen por el dinero que, como sabemos desde antaño, es el abstracto más concreto?
Parece claro que mientras uno retransmite guerras para TVE, el otro mata de verdad: ¿es ello motivo de envidia entre hermanos? Asimismo, mientras uno teoriza sobre “el habla de los pícaros”, el otro la practica pero entre compañeros de cárcel que, desde luego, no confían en un policía que ha asesinado a varios de los suyos. De ahí que, previsiblemente, le cuenten a JMPRG una falsa versión de la jerga, versión que Arturo reproduce cual palabra-de-Dios pero con mayores disparates léxicos que en la Biblia. Ello no será motivo de disputa entre hermanos toda vez que la Real Academia de la Lengua se los ha tragado sin rechistar en el arcaizante discurso de ingreso del ahora Excmo. Sr. D. Arturo (12.junio.2003) pero sí de absoluto descrédito entre los delincuentes, genuinos cultivadores de la faceta más creativa del castellano: la jerga, caliente o chungo –nunca cheli, argot, slang ni tampoco romaní aunque tenga préstamos de éste último idioma-.
NB. Puesto que, por voluntad propia, consejo fraternal u otras razones, JMPRG ha dejado caer el “Reverte” de su apellido, para mayor información es más efectivo respetar su designio y consultar en Google “inspector+José+María+Pérez+Gutiérrez” y sus derivados. Por otra parte, el Tribunal Constitucional le menciona con el nombre de José María Pérez Reverte y Gutiérrez (auto 420/1990, del 28/11/1990)
* Amanadunu
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