¿Hacia el final de la Unión Europea?
Europa atraviesa un período muy convulso pues la crisis financiera está poniendo todavía más difícil el proceso de construcción europea (imprescindible para que pueda competir como potencia mundial) y el colapso económico que se está haciendo visible en los países periféricos y emergentes previsiblemente acabará generando tendencias proteccionistas muy serias que podrían desembocar en la desaparición del actual Unión Europea (UE).
Así, el presidente francés, Nicolas Sarkozy y la canciller alemana, Angela Merkel, han presentado este viernes en Marsella los detalles de su plan para reformar el Tratado de la UE que podría incluir la imposición de sanciones automáticas para los países que incumplan los objetivos de déficit (con el objetivo de restaurar la confianza de los mercados) y la aprobación para marzo de un nuevo Tratado en el que podrían estar sólo los 17 países del euro en lugar de los 27 socios actuales.
¿Hacia la Europa de los Nueve? Podríamos asistir, asimismo, en el horizonte de 2013, al inicio de la desmembración de la actual Eurozona y su sustitución por una constelación de países satélites dentro de la órbita de la alianza franco-germana (la llamada Europade los Nueve), debido a las exigencias del BCE de cumplir con el límite marcado para el déficit público del 3% para 2013, empresa harto complicada para países como Portugal, Italia, Grecia, España, Malta, Chipre e Irlanda, que superan con holgura el primitivo listón fijado por el BCE (3%).
Dicha Europa de los Nueve estaría dirigida por el tándem Merkel-Sarkozy, dotados ambos de fuerte carisma y personalidad que derivarán en la práctica en poderes presidencialistas con claros tintes autocráticos y dicho período vendrá marcado por Ratificación de la Política de Buena Vecindad con Rusia, (mediante la firma de acuerdos preferenciales con Francia y Alemania para asegurarse el suministro de gas y petróleo rusos e incrementar los intercambios comerciales), debido a la dependencia energética europea (el 21% de las importaciones de petróleo y el 40% de gas proceden de Rusia) y a que el 40% del comercio exterior ruso se realiza con la UE, frente a un exiguo 5% con EE.UU.
Los países periféricos (Grecia, Portugal, España, Malta, Irlanda y Chipre) deberán retornar a sus monedas nacionales y sufrir la subsiguiente depreciación de las mismas, regresión a niveles de renta propias de la década de los 90 e inicio del éxodo al medio rural de una población urbana afectada por la asfixia económica, embargo de viviendas e ingreso en las listas del paro, con la consiguiente revitalización de extensas zonas rurales, rejuvenecimiento de su población y regreso a escenarios ya olvidados de economía autárquica.
Mientras Finlandia pasaría a integrarse en la Federación Escandinava (Noruega, Suecia, Dinamarca e Finlandia), quedando los países bálticos (Letonia, Estonia y Lituania) abandonados a su suerte una vez más y siendo finalmente fagocitados por el abrazo del oso ruso.
En el caso de Grecia, la deuda pública supera ya los 340.000 millones de euros y agrava la situación económica del país, con un déficit del 10,3% de su Producto Interior Bruto (PIB) en 2010, por lo que existe el temor de que podría incumplir sus pagos y desembocar en la declaración de quiebra, situación concursal definitiva en la cual un empresario o un Estado soberano no puede pagar la totalidad de las deudas que tiene con sus acreedores por falta de activos suficientes.
Por ello, asistiríamos a escenarios de devaluación de su moneda (dracma griego); alta inflación, galopante tasa de paro y deuda desbocada, radicalización de los otrora aburguesados y sumisos sindicatos de clase (Confederación General Griega del Trabajo, GSEE) la ruptura del diálogo social con la patronal, frecuentes estallidos de conflictividad laboral, el auge de partidos como el Partido Comunista Griego (KKE) y la aparición mediática de los grupos antiglobalización que, utilizando tácticas de guerrilla urbana, pondrán en jaque a las fuerzas de seguridad.
El resto de países no integrados en dicha órbita (países de la Europa Central emergente) se verán obligados a devaluar sus monedas, a sufrir masivas migraciones interiores y a retornar a economías autárquicas, debiendo proceder a la reapertura de abandonadas minas de carbón y obsoletas centrales nucleares para evitar depender energéticamente de una Rusia que, conjugando hábilmente el chantaje energético, irá fagocitando a la mayoría de los países desgajados de la extinta URSS.
Mención especial merece el caso del Reino Unido que tras retornar al poder los conservadores liderados por David Cameron y fieles a su política euroescéptica (nula voluntad británica de embarcarse en un proyecto en decadencia en el que la soberanía británica estaría supeditada a los mandatos de Bruselas), podrían abandonar la UE y pilotar finalmente la nave capitana de una revitalizada Commonwealth.