II Pich: un problema en las profundidades
Mientras sigue con sus preparativos para el Big Bang, Pich ha cumplido su palabra. Me dió la combinación ganadora. Justo el día en que hubo 67 acertantes de primera categoría. Un récord histórico. Me llegó para una televisión de plasma, cambiar de coche y llenarle el depósito de gasolina. Dice que, si quiero más, tendré que ayudarle. Y aquí estoy, pobre y cómplice de un planeticidio.
Me preguntó que cuál era el lugar más cercano al centro de la Tierra que yo conocía. Le dije que la estación de metro de Cuatro Caminos, y se empeñó en que le llevase para ver qué se cocía por allí abajo.
Le jodió observar que había tanta gente. Sospechaba de todos. Pensaba que podían ser agentes que defendían las profundidades para desbaratar sus planes. Le tranquilizó algo ver que la mayoría iban dormidos y con cara de condenados. De pronto, apareció un agente de verdad: un guardia jurado.
-¡¡Eh, tú, cosa!!
Yo dije: “Pich, parece que el agente está hablando contigo”.
-Dígame qué desea, caballero.
-¿Tú qué coño eres?
-Inspector de Hacienda -no sé cómo se le ocurren estas paridas.
-¡Tú lo que eres es un pedazo de maricón!
-Sí, señor, es igual o lo mismo -a Pich no le gusta discutir.
El agente no entendió la cortesía, y al grito de “¡yo te mato, chulo bujarrón!” comenzó a repartir hostias como un molinillo, con tan mala fortuna que al menos una debió de impactar en algún órgano sensible de Pich, me supongo yo que sería en los genitales, porque se puso como no le había visto nunca antes. Se revolvió y le arreó un patadón al guardia, a consecuencia del cual éste cayó sobre las vías justo cuando el convoy hacía su entrada en la estación. Quedó bastante irreconocible. Agarré a Pich como pude y lo saqué de allí corriendo a toda pastilla.
Ahora estamos refugiados en casa, hasta que escampe. Los noticieros cuentan que, según los testigos, los presuntos agresores del finado son un inspector de Hacienda con tetas y un tipo “bastante del montón” -ese debo de ser yo-. Pero ninguno dice quién empezó a repartir antes. Es lo que pasa: todo el mundo se pone siempre de parte del muerto, aunque sea un cabronazo.
– La Misión de Pich, el extraterreste