III: Lo que se puede cambiar desde fuera, RDC y el cobalto

III: Lo que se puede cambiar desde fuera, RDC y el cobalto

Por Julián Gómez-Cambronero Alcolea*.

Terecera parte de tres artículos en los que el autor aborda el abuso del “Primer mundo” bajo la excusa ‘ecológica’ de la transición energética… “arreglamos nuestros problemas a costa de crearles otros a quien ya tiene bastantes y ninguna responsabilidad en los errores que nos abocan a un futuro de restricciones y dificultades”

Primera parte: Nuestra transición energética sobre las espaldas de los congoleños⇐
Segunda parte: Lo que gana el pueblo congoleño con el cobalto⇐

Al margen de la buena voluntad de unos y otros sobre la que, pese a lo visto, no perdemos la esperanza, la mayor motivación para que estas prácticas se transformen en una explotación minera al menos parecida a la que se puede hacer en lugares como el que citábamos al principio, Finlandia, esto es, respetando los derechos humanos y laborales, la naturaleza y el medio ambiente, los derechos de los pueblos sobre el territorio que habitan, etc., puede venir de la presión que los consumidores, directos o indirectos, del cobalto puedan ejercer y de la autorregulación que las empresas -las mineras que lo extraen, las industriales, tecnológicas y automovilísticas que lo compran- puedan marcarse, aunque solo fuera por su propio beneficio al no manchar su imagen pública.

Empecemos por los consumidores. Partiendo de que conozcan o quieran conocer toda la injusticia que hay detrás del coche eléctrico que se quiere comprar o del teléfono móvil que usan, ¿están dispuestos a pagar más para que ese sistema que le provee de esos bienes de consumo sea justo? Por ejemplo, la empresa minera Chemaf utilizó para la construcción de sus túneles equipos mecánicos, mucho más seguros pero también costosos -50.000 dólares cada operación-, lo que repercutiría en el precio final. Pero, más sencillo aún: es fácil de entender que una minería como la que se practica en Europa o Estados Unidos, con horarios y sueldos dignos, coberturas sanitarias, indemnizaciones por accidentes, etc. etc. subiría de manera exponencial el precio de nuestro coche eléctrico, teléfono móvil o el sinfín de productos que utilizamos y que usan baterías que contienen cobalto.

Aunque los malvados de esta historia, además de los políticos congoleños, parecen ser las empresas, las occidentales, de cumplir todas esas normas, enfrentarían el mercado en desigualdad con la competencia china -o de otros países que ni se plantean cambiar nada- y ya sabemos la prevalencia que existe entre los consumidores por comprar lo más barato sin preguntar más. Sin unos consumidores mayoritariamente dispuestos a pagar más por unos productos que respeten la dignidad humana y el medio ambiente, las empresas siempre preferirán perder la cuota de los consumidores más sensibilizados -que puedan preocuparse por el trabajo infantil o la contaminación de países lejanos- que rebajar notablemente sus beneficios o perder el mercado a favor del producto chino.

Para las empresas que compran o consumen cobalto parece que el único sistema que provoca problemas socioambientales es la minería artesanal -aunque ya hemos visto que la minería industrial arrebata tierras, produce deshechos peligrosísimos o aplica condiciones laborales indignas-. Así que las medidas que proponen se refieren principalmente a la producción artesanal… pero esto, ni aún queriendo de verdad, es fácil.

Lo primero para saber en qué condiciones se produce el cobalto que se compra es seguirle la pista a lo largo de toda la cadena de suministro. En el momento que pasa por las refinerías chinas -y la mayoría del cobalto refinado pasa por ahí-, la pista se pierde. Lo más fácil para los compradores que quieren ser responsables es evitar el cobalto de la minería artesanal… pero perderían una décima parte de la producción mundial. Además, cuando el cobalto se obtiene de minas industriales de cobre -del que, como hemos dicho, es un subproducto-, no se puede aumentar la producción de cobalto -que el mercado cada vez demanda más- si no se aumenta la extracción de cobre -principal negocio de esas minas- mientras que esto sí puede ocurrir en la minería artesanal. Por otra parte uno y otro cobalto -el de la minería industrial y el de la artesanal- acaban juntándose al entrar en la cadena de suministro y no es posible diferenciarlos.

Frente a todas estas posibilidades de control, la realidad era la que explicaba en el citado documental Cobalto, el lado oscuro de la transición energética, Franziska Killiches, experta en cadenas de suministro sostenibles del grupo Volkswagen, tras relatar el cambio que ha realizado su compañía para controlar los suministros: “… de hecho, no podemos tener la certeza total de que en nuestra cadena de suministro no hay materiales procedentes de la minería artesanal”

Aún así las cosas podrían hacerse de otra manera

La solución no está, pues, en acabar con la minería artesanal y, por lo tanto, con los mineros artesanales, sino regularla y dignificarla y hay empresas que están tratando de hacerlo, por lo que han surgido diversas iniciativas en ese sentido: Global Battery Alliance, Fair Cobalt Alliance y Cobalt for Developmen. En la declaración de intenciones de la Fair Cobalt Alliance que aparece en su web puede leerse:

Todos estamos de acuerdo en que las condiciones actuales del sector del cobalto de minería artesanal son inaceptables, pero eso no significa que debamos rehuirla. Al aplicar un enfoque progresivo e inclusivo al desarrollo del sector, la minería artesanal puede convertirse en un motor de desarrollo económico local que genere cambios y oportunidades nuevas y emocionantes para los mineros y sus comunidades.

Para ello se marca cinco objetivos: mejorar los sitios mineros en todos los aspectos, defender los derechos de los niños para acceder a una educación y trabajos dignos, diversificar la actividad económica y las posibilidades de empleo más allá de la minería, un seguimiento continuo del resultado de sus iniciativas y un enfoque sistémico de la cadena de valor.

¿Qué problemas enfrentan estas voluntariosas iniciativas? Lo que siempre ha ocurrido cuando un extranjero ha decidido algo sobre el Congo, en este caso: no contar con los mineros locales ni, al menos lo suficiente, tener en cuenta las preocupaciones de las poblaciones locales para elaborar sus estrategias, como explica Simón Rix, autor del informe Minería artesanal de cobalto en la República Democrática del Congo, un drama social con soluciones dispersas. Un recurrente “todo para el pueblo pero sin el pueblo” que ha guiado siempre los movimientos de los colonizadores en África.

Pero sí se puede hacer de otra manera… porque ya se ha hecho

Vamos a cerrar este artículo lleno de cruda realidad con un resquicio de esperanza… Sí, las cosas en la minería del cobalto y en general en la minería de la RDC se pueden hacer de otra manera, como ya quedó demostrado con hechos.

Mina de Mutoshi, en Kowelzi, operada por Chemaf. Allí se llevó a cabo, desde 2018 hasta el comienzo de la pandemia de COVID-19, un proyecto piloto de abastecimiento responsable mediante minera artesanal a pequeña escala. De manera mecánica la empresa abría tajos sobre el terreno, lo que aumentaba la productividad y reducía los riesgos para los mineros. Se establecieron controles a la entrada de la mina que impedían el paso a niños, mujeres embarazadas y personal embriagado. Chemaf facilitó a los mineros botas, guantes y cascos de uso obligatorio y las mujeres, superando las supersticiones que las señalaban como provocadoras de desgracias en las minas, pudieron trabajar plenamente en la explotación. Las otras mujeres que trabajaban en el relave del mineral, que por fin utilizaban guantes, obtenían sueldos lo suficientemente dignos para poder enviar a sus hijos a la escuela librándolos, al mismo tiempo, de pasar el día junto a ellas en un trabajo potencialmente tóxico.

En torno a la mina surgieron algunos negocios, como pequeños restaurantes, porque los mineros disponían de sueldos que les permitían comer en ellos. Estos vendían sin intermediarios el cobalto a Chemaf y ésta lo transportaba en camiones con lonas y lo vendía a compradores internacionales que podían asegurar una producción responsable detrás del mineral con el que comerciaban…

La pandemia acabó con todo. Los mineros que hoy trabajan en Mutoshi ya no llevan botas, porque éstas se desgastaron, vuelven a cavar profundos y peligrosos agujeros, las mujeres muestran sus manos deterioradas por el relave y sus hijos no pueden ir a la escuela, muchos de ellos trabajan cargando sacos y la única alternativa de venta del mineral es al intermediario chino de la zona.

Se puede, se pudo… ¿se quiere?

Conclusión

Históricamente, grandes avances tecnológicos a nivel mundial han necesitado los recursos del Congo. Algunos se han obtenido de manera extremadamente cruel -como el caucho que propulsó las bicicletas y los automóviles-, otros alimentan todo tipo de guerras y conflictos -el coltan y el oro en el Este congoleño- y hasta el inicio del uso militar de la energía atómica necesitó del uranio congoleño -extraído de una mina katangueña alimentó el Proyecto Manhattan– aunque podríamos hablar también de la contribución a nuestro bienestar del cobre, la casiterita, el wolframio o los diamantes de la hoy RDC. Paralelamente, esas contribuciones congoleñas apenas han repercutido en su pueblo y, desde luego, le han traído mas desgracias que beneficios. El cobalto repite de nuevo la Historia cíclica del Congo y, aunque podría y debería ser de otra manera -en algo debería notarse que estamos en el siglo XXI y no en el XIX o el XX-, depara unos grandes triunfadores, las empresas extranjeras y los políticos y funcionarios corruptos, a quienes poco interesa que cambie una situación con la que obtienen beneficios grandes y rápidos, y dejan para el pueblo congoleño extensos territorios envenenados y una salud depauperada a cambio de unas pocas migajas de tan gigantesco negocio.

De nuevo, arreglamos nuestros problemas a costa de crearles otros a quien ya tiene bastantes y ninguna responsabilidad en los errores que nos abocan a un futuro de restricciones y dificultades, deparando una realidad para el pueblo congoleño totalmente alejada del justo deseo que expresaba el citado Mark Dummett:

El sector minero de la República Democrática del Congo debe beneficiar a la población local, no solo a las corporaciones poderosas.

Primera parte: Nuestra transición energética sobre las espaldas de los congoleños⇐
Segunda parte: Lo que gana el pueblo congoleño con el cobalto⇐

* “Congo en español”. @CongoActual

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