III .Pich: la comunidad
Al fin hemos podido salir de la casa. El juez instructor no consideró fiable el testimonio de los testigos. Según él, un inspector de Hacienda con tetas nunca viajaría en Metro. Por su parte, la polícía tenía dudas sobre que el cadáver correspondiese realmente a un ser humano, dado su estado de irreconocibilidad. Especulaban con que fuese un cerdo o un perro de gran tamaño. De manera que el asunto se diluyó poco a poco, afortunadamente.
Pero Pich me sigue dando muchos problemas. Se va comiendo toda la basura que encuentra por la calle. Me dice que hay que comer de todo y que, además, debe eliminarla porque si no, cuando reventemos el planeta, vamos a llenar de mierda el Universo. Yo creo que simplemente es un guarro, y lo hace para que yo pase vergüenza y lo único que va a conseguir es atascarme las cañerías y la bajante general de la Comunidad, porque todo lo que come lo acaba echando aunque con otro aspecto. Pero no hay manera de evitarlo. Después de lo que le hizo al guardia jurado, le tengo un poco de respeto.
Hablando de la Comunidad, lío tras lío. Los vecinos son como son y notaba yo un poco de cachondeo cuando nos veían juntos. Gente cerrada. En parte, Pich contribuyó al asunto, porque conoce muy bien el vocabulario pero los dobles sentidos no los pilla todavía, y cuando le preguntó el del tercero que si era mi primo o algo así, él contestó que “éramos amigos muy especiales”. Y en la reunión de vecinos, el Presidente, que es muy demócrata pero un poco cabrón, propuso por su cuenta y riesgo, como punto del orden del día, que se votase si la Comunidad nos autorizaba o no a adoptar. Salió que no. Yo me abstuve.
A Pich eso le dio que pensar. No lo de la adopción, sino lo del orden del día. Llegó a la conclusión de que el Presidente de la Comunidad tiene poderes casi absolutos. Yo le expliqué que no es para tanto, que incluso la capacidad de apropiación de fondos comunitarios es bastante limitada, que es un coñazo aguantar tanta información sobre goteras y antenas, que cada derrama es una mirada asesina más en la escalera, y que por eso nadie quiere ser presidente salvo los psicópatas. Pich debe de ser de éstos: está empeñado en que presente mi candidatura en la próxima junta ordinaria, para incorporar a la Comunidad a sus planes criminales. Y hace campaña por mí. Ha llenado el portal de carteles con mi foto y, debajo, un texto: “Fuera extremismos. Yo os prometo el centro”. (Es cansino, cansino, con lo del centro.) Y lo malo es que, aunque algún simpático ha puesto en mi buzón una tarjeta con las siglas UCD tapando mi nombre, la mayoría están encantados y me dicen que muy bien, que la Comunidad ya necesitaba un centro para los fines de semana (por los datos que dan, creo que hablan de un centro comercial), que en la Comunidad caben todos menos los que no caben, que mano dura con los antisistema del quinto, que ilegalice a los morosos, que videovigile el orden en la escalera, que la comunidad es española, española, española, oé, oé. oé, etc., etc. A cambio, me dicen que están dispuestos a transigir y dejarme adoptar. Una jodienda.