Indefensión electoral
Lilith Rojo*. LQS. Febrero 2021
Y esto pasa mientras Pablo Hasél puede ingresar en prisión por cantar verdades como puños, la Junta Electoral prohíbe una manifestación a su favor y permite una de Jusapol aplicando el ordeno y mando, convirtiendo el período electoral en una especie de estado de sitio donde este ente hace y deshace a su absoluto antojo
Durante el estado de alarma del 2020 tuvimos la deprimente imagen de militares informando a los súbdit@s del Reino de España con terminología cuartelaría sobre el coronavirus como si fuéramos sus huestes televisivas. Que si guerra, que si batalla, que si éramos soldados, que si todos los días son lunes. Pero claro, en este estado heredero del Lazarillo de Tormes, resultó que la valiente cúpula del ejército fue la primera en vacunarse, saltándose el orden y el lema del todo por la patria, todo, pero la vida otro día. Y los días pasan y llegan las elecciones en Catalunya y ya es sabido que los designios de esta por ahora autonomía, nada autónoma, los rigen magistrados, que también nos dan lecciones desde sus tribunales en un asalto continuo a la democracia y a nuestra salud. Estado militar, estado policial, estado judicial con olor a tiempos que no pasan. Estado torcido y tergiversado por un patriotismo vacuo que venden como humo, orgullo de bandera que esconde los intereses de los que calculadora en mano deciden nuestro futuro. Hacedores de sumisos y bien alimentados pescadores con carné que nos lanzan sus anzuelos y que pescan en unos ríos revueltos de confusión. Creadores de golems que sientan en nuestros parlamentos.
Llega la llamada a las urnas en plena crisis pandémica y el Govern decide con buen criterio retrasarlas, otra cosa es que falle en como hacerlo, pero eso también es el pan de cada día, y otra vez deciden las togas. Así nos encontramos a un día de los comicios en los que se les llenará la boca de democracia, incluso más a quienes menos la respetan, porque se sirven de ella como de un pañuelo de papel donde sonarse sus franquistas mocos. Aquí, que en los últimos cuatro años, por no ir más lejos, hemos asistido a situaciones que Kafka no hubiera imaginado, al esperpento que hubiera sorprendido a Valle Inclán, a la depredadora miseria política que Maquiavelo hubiera convertido en una versión ibérica de su Príncipe, aquí Rey. Y es que aquí ya estamos tristemente acostumbrad@s a la imposición por imperativo legal dejándonos cautiv@s y desarmad@s y humillad@s.
Y como no me falta moral, como a mucha gente a la que aun se le revuelve el estómago con el espectáculo nauseabundo en que se ha convertido la decadente democracia española, voto, pero lo hago por correo. Será por aquello de que llevo en el ADN lo que lucharon otras y otros para que se pueda votar. En esta convocatoria electoral en que el desánimo y el cansancio es evidente voto a pesar de que mi opción en el más que improbable escenario de victoria contundente sería inhabilitada por legislativo y judicial. Y es que aquí la raíz del problema sigue siendo la misma desde 1939. Justamente por eso, como militante antifascista, tengo que hacer frente desde todos los frentes al fascismo, que habita en los partidos que hacen de la constitución su sayo. Hay que hacerlo para evitar que escupan su veneno a costa de nuestros bolsillos en un Parlament, que ya fue clausurado por sus abuelos, y no queda otra que depositar nuestro granito de arena en la urna para construir el muro que por fin no los deje pasar. Lo que no se puede hacer es blanquear el fascismo, aplaudir al PP porque en un debate critica a VOX por sus propios intereses electorales, ni justificar que las fuerzas policiales peguen a destajo al antifascismo que protesta por la presencia de la ultraderecha en sus calles porque también tiene derecho a expresarse. Ser tolerante con el intolerante es el declive de los derechos humanos.
Y esto pasa mientras Pablo Hasél puede ingresar en prisión por cantar verdades como puños, la Junta Electoral prohíbe una manifestación a su favor y permite una de Jusapol aplicando el ordeno y mando, convirtiendo el período electoral en una especie de estado de sitio donde este ente hace y deshace a su absoluto antojo. Una Junta que tutela elecciones, quita presidentes, cercena derechos fundamentales, en fin, ley por encima de la ley. Tristes pandemias.
Por no haber ya no hay ni arcoíris, ni aplausos de los que nunca he sido fan, quizá porque siendo mujer lo de la palmadita en la espalda como premio me parece muy gratuito y incluso insultante.
El coronavirus ha venido a ser la prueba del nueve de la ineficiencia de un estado fallido convertido en una opereta burda de uniformes, coronas y personajes de segunda. Así nos encontraremos el día 14 a personas de comprobado riesgo como soldados mandados al frente para defender la democracia, armados de mascarilla y epi para la hora de la contienda electoral en que contagiados, a los que no se les puede vulnerar su derecho constitucional a votar, irán a conculcar el derecho a la vida de sus conciudadan@s. Parece ser que el derecho a seguir respirando sin respirador no está por encima de cualquier Constitución y máxime de una nacida de la tutela de una dictadura, que subyace bajo la piel de toro, ruedo de represión y vulneración de derechos y libertades.
A mi me ha tocado ser segunda suplente en una Mesa y tras hacer las alegaciones oportunas para no estar de cuerpo presente en la “fiesta de la democracia”, que dice el Govern que va a traer una triste resaca vírica de 14.000 infectados, lotería nacional, me ha tocado la negativa. Aquí un inciso para explicar que cuando vas a entregar la alegación no pasa por registro alguno, con lo que no tienes ningún documento que demuestre que la has presentado, la respuesta del funcionario es que no se estila. El mismo funcionario que se dedica a desanimar al personal para persuadir de no alegar, con bastante éxito por cierto. Y cuando recibes la resolución viene sin la justificación debida y con huecos en blanco que son como neones anunciando defecto de forma. Pero es que la Junta Electoral está por encima de todo y de tod@s.
No he alegado por cobardía, que sería totalmente legítimo, porque que muere gente es evidente, cada día nos dan las cifras de bajas como si esto fuera la guerra de Vietnam. Pero ya nos hemos acostumbrado, no ponemos en valor que detrás de la estadística había vidas que seguramente tenían mucho por recibir y también que dar. Por no haber ya no hay ni arcoíris, ni aplausos de los que nunca he sido fan, quizá porque siendo mujer lo de la palmadita en la espalda como premio me parece muy gratuito y incluso insultante.
Hay casos de injusticia terrible que han recibido negativas contra las que no cabe recurso más que por vía contencioso administrativa. Personas de alto riesgo y cuidadoras de estas personas que se verán obligadas a convertirse parafraseando al ex Jemad en soldados de reemplazo, forzadas a colocarse en una trinchera y cuya insumisión les supondría someterse a consejo de guerra con riesgo de prisión y multa. Y si enferman o mueren no serán baja de guerra porque ni tan siquiera podrán demostrar que ha sido por jugar a su pesar en la ruleta rusa de la democracia española. Ni tan siquiera serán consideradas daños colaterales.
Este 14 de febrero seguramente será una historia de desamor más, pero no por ello dejaremos de luchar por el amor universal que es la justicia social, más allá de las urnas, en cada minuto de nuestra vida, esa que nos gustaría preservar.
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