¡No nos callarán!

¡No nos callarán!

Siete días consecutivos de ataque contra Nodo50

Nos negamos ya, a seguir siendo ese ejército de sombras somatizadas por sus discursos y sus promesas electorales.

En días pasados la Web de kaosenlared era objeto de un nuevo ataque.

 Ante este último atentado contra la libertad de expresión, a las gentes que colaboramos en estos medios nos quedan dos opciones: o nos cuidamos la ropa ante la posible eventualidad de cualquier posible ataque personal –que sería el paso siguiente de quienes pretenden acallar a un pueblo sublevado-, o nos posicionamos militarmente contra este enemigo sin rostro que está en todas partes, que no de otra manera actúan ellos, ya sean éstos miembros de la extrema derecha o efectivos de los Servicio de Inteligencia.

De cualquier manera, y aún superados los posibles temores ante la posible represión latente, no podemos por menos que evocar aquí los versos del poeta Blas de Otero:

“…Escrito está. Tu nombre está ya listo, temblando en un papel. Aquel que dice: Abel, abel, abel, abel…o yo, tú, él…”

 

Son ya tantas las historias de obreros, intelectuales, gentes de partido y labradores del común que un día del pasado fueron sacados a empellones de sus propias casas por los falangistas de refulgentes correajes, por los sicarios de Fernando VII, por los de la brigada político social, por los ya democráticos inspectores del actual cuerpo nacional de policía; que en esta hora que vivimos no podemos por menos que evocar aquí los días del pasado: cuando la simple tenencia de un periódico clandestino, la distribución de unas octavillas con una llamada a la huelga, haber participado en una asamblea en la Universidad,  haber participado en una manifestación, haber defendido al gobierno legalmente constituido y los valores democráticos, haber escrito unos rebeldes poemas contra la dictadura, eran motivos más que suficientes para enfrentarte a un pelotón de fusilamiento, a un juez del TOP, a una fuerte sanción, al despido del trabajo y pasar a formar parte de las listas negras, que te seguían los pasos hasta allí mismo donde éstos te llevaran, buscando un nuevo empleo.

La historia del movimiento obrero, la de los movimientos democráticos, está llena de ejemplos de gentes que un día salieron de sus casas, acompañados de dos oscuros funcionarios para una simple diligencia, y de los cuales nadie volvió a saber nada; universitarios torturados en la siniestra DGS de Sol, sindicalistas acribillados a balazos por nevar de octavillas una zona industrial, convocando a la huelga del metal o de la construcción; libreros ante el tristemente famoso juez Varón Cobos, por el delito de haber vendido El libro rojo del cole en la Feria del Libro, el padre de familia que, sin saber nada de nada, se ve en una oscura celda de aquella comisaría de barrio, para dar información del que marchó a Francia tras el hundimientos de los frentes y la traición de Casado; poetas, directores y guionistas de cine, gentes del teatro, enfrentándose a los responsables de la censura, enfrentándose a las fuertes multas y al lápiz rojo del funcionario celoso.

Sí, provocado el ataque por los servicios gubernamentales a tal efecto o por elementos ultra, el aviso –el séptimo, que se sepa, en los doce años de vida de Kaos- no deja de ser, sino alarmante, si lo suficientemente serio como para tratar de protegernos en la medida de lo posible. Mas, ¿cómo se protege un periodista audaz que revela información que implica a la Mafia?, ¿cómo se guarda las espaldas el historiador que saca de un ministerio o de un archivo una información, un documento que revela un secreto bien guardado por la administración para que no salpique el escándalo a tal o cual político u hombre público o Gobierno?

Ya conocemos el brutal calvario que le hicieron pasar al periodista José L. Morales, ya sabemos la suerte que corrieron en el pasado el diario Madrid, así como la revista El Papus, las cuantiosas multas y los numerosos secuestros de publicaciones como La Codorniz, Cuadernos para el diálogo, Por favor, Hermano lobo, la revista de entrañable recuerdo, Triunfo, todos aquellos profesionales que tuvieron que hacer en el pasado auténticos malabarismos para informar de lo que realmente estaba pasando en el País, mientras en las canchas triunfaba Manolo Santana y El Cordobés hacía el salto de la rana en los ruedos, y en la tele nos amodorraban con las tediosa melodías de Julio Iglesias y de Palito Ortega.

Sí, no podemos quitarnos de la memoria aquellos días del periodista Eduardo Guzmán y el poeta Miguel Hernández, compareciendo ante un tribunal militar, que les condenaba a muerte por el solo ejercicio de informar -de exaltar a las tropas rojas, según ellos- con poemas y reportajes de los frentes.

Tendrán que transcurrir muchos años para que estos pueblos olviden lo acontecido tras aquel fallido golpe de Estado que degeneró en guerra civil, el miedo generalizado tomando posicionas en lo más íntimo de muchos de los hogares españoles, cuando la vergüenza y la humillación se instalaron de nuevo en la tribuna del Congreso de los Diputados, vestida con tricornio y empuñando una pistola como todo argumento dialéctico.

Pero, podrán aplastar con sus potentes medios estas Webs rebeldes que hablan por los millones de trabajadores que pierden sus empleos, podrán encarcelarnos, castigarnos con duras multas, mientras damos voz a los millares de inmigrantes que tratan de ganar las costas del “bienestar”, los cientos de mujeres que ven en peligro derechos conquistados; mientras denunciamos la tortura, el suicidio y la desesperación en el que sumen a nuestros pueblos, pero no nos callarán. Podrán silenciar estos medios donde millones de personas sin posibilidades de expresarse ven multiplicada su denuncia en todos los idiomas posibles, podrán hundir cualquier medio rebelde que se alce en el sepulcral silencio de los medios que se hacen cómplices con el déspota. Lo que no lograrán jamás ya es impedirnos llevar la denuncia y la semilla de la rebeldía hasta el último rincón del Planeta. No podrán a callar la conciencia de un mundo que se alza aquí y allá contra la explotación infantil, contra la explotación sexual de la mujer, contra el esquilmo de los pueblos, contra el Imperialismo, en cualquiera de sus formas, contra, los inmorales desahucios; contra la marginación y la ignorancia, contra la miseria, contra la brutalidad de las guerras y la inmoralidad de quienes las propicia, celebra conferencias para el desarme y al mismo tiempo fabrica armas para exterminar a los pueblos.

Podrán cosernos los párpados,

podrán sellarnos los labios,

podrán amputarnos las piernas para que no corramos de sus matones y de sus esbirros,

podrán mutilarnos las manos con las que arrojamos las piedras de nuestro deprecio contra los templos donde ellos “cocinan” la información, la palabra misma con la que adulteran el sentido de la justicia.

Podrán, asimismo, cortarnos los tendones,

podrán sellarnos con mentiras los oídos.

Podrán taparnos los orificios de la nariz para impedir el olor de la canallada y de la corrupción. 

Pero lo que no lograrán jamás es postrarnos de nuevo de rodillas ante su infamia y su prepotencia.

Lo que no conseguirán jamás es reducirnos al silencio de donde venimos. No lograrán que millones de seres dejen de soñar un Mundo sin ellos: toda esa maquinara de mentiras, todo ese tinglado de bancos y religiones, toda esa maquinaria de torturar a los seres, todo este mercado de ladrones con título nobiliario, todo ese embrollo de medir y administrar la justicia, el pan y la más elemental dignidad de las personas.

Lo que no lograrán jamás es impedir que soñemos y salgamos a esas calles del Mundo para exigir nuestra ración de justicia social, un Mundo donde la palabra LIBERTAD no sea un simple enunciado en un pergamino.

Lo que no podrán impedir jamás, por muy altos que levanten los muros de la miseria entre los pueblos, es que cada noche, cada día de nuestra existencia, soñemos con un Mundo sin excluidos, sin depredadores.

Porque nos negamos a ser eternamente pueblos cercados por la ignorancia, el nepotismo, la ajusticia y el hambre de toda especie…¡NO NOS CALLARÁN!

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