José Ricardo Morales, ultimo viaje del Winnipeg
Iñaki Alrui. LQSomos. Febrero 2015
“Mi teatro inicial representa la irracionalidad del hombre,
según modalidades de inconsecuencia e incertidumbre,
propuesta por un desterrado que, como tal,
asiste al espectáculo del mundo en obligado extrañamiento”
José Ricardo Morales, en Autobiograma
Letras rápidas que dicen adiós
José Ricardo Morales, dramaturgo, ensayista, profesor, republicano y eterno exiliado de un país que dejó a bordo del Winnipeg, después de pasar por el campo de concentración de Saint-Cyprien “aterrados, enterrados, desterrados”.
Miembro de la FUE, del grupo teatral El Búho -ese que tutelaba el gran Max Aub-, una época que resultó decisiva para el progreso de su camino profesional, aquí ya estrenó sus primeras obras. Fue comisario del 183º batallón de la 46ª Brigada mixta de Valencia del Ejército Popular Republicano. Comprometido con la causa republicana ¡siempre!
Cien años a sus espaldas y más de cuarenta a obras de teatro en una vida dedicada al llamado teatro experimental, que no deja de ser un teatro cargado de retos, comprometido y siempre vigente… “hacer pensar al público”; en el que algunas de sus piezas creativas fueron representadas por la actriz Margarita Xingú, como El embustero en su enredo, que la estrenó Margarita Xirgú en Chile en 1944.
Una de las iniciativas ejecutadas conjuntamente entre españoles exiliados y chilenos fue la Editorial Cruz del Sur, en la que junto con Morales participaron Arturo Soria, José Ferrater Mora, Manuel Rojas, José Santos González Vera, entre otros. Allí, Morales elaboró su antología de poesía escrita en el exilio ‘Poetas en el destierro’, uno de los primeros proyectos que reunió la creación de los españoles fuera de su país.
Su vida desde su exilio transcurrió en el Chile de Neruda que le acogió y en el que se instaló definitivamente hasta este pasado 17 de febrero en el que definitivamente nos dijo adiós, el que ya era el último pasajero del Winnipeg.
“El teatro es, ante todo, literatura,
porque es palabra.
Eso es lo específico del teatro,
no la acción, que representa la excusa”.
José Ricardo Morales
Nota de José Ricardo Morales ante la representación del Ciclo sobre su obra que realizo el CDN de Madrid
En la literatura dramática de la Antigüedad era usual que la obra publicada se acompañara de un texto explicativo, didáctico -la didascalia-, referente al sentido de la pieza e inclusive al modo de interpretarla. Al iniciar estas líneas no pretendo, en modo alguno, usurpar la acción del crítico que explica o glosa a su modo cuanto haya de complejo y tal vez de inexplicable en la obra que analiza. Cada cual en su papel, y el mío, en cuanto autor de las piezas que aquí vienen, se atiene a considerarlas como el resultado último del propósito que me llevó a imaginarlas.
La más antigua de ellas es “Oficio de tinieblas”, escrita en los meses iniciales de 1966 y aparecida en Anales de la Universidad de Chile, nº 133, abril-junio del año referido. Puntualizo estos extremos porque en la nota que precedió a la publicación de dicha obra señalé su condición subversiva con respecto a la representación corriente de cualquier pieza teatral, ya que thea en griego significa «la visión», y esta obra, a diferencia de las habituales, sucede en la más completa oscuridad. De ese modo ocasioné un auténtico antiteatro, en el que el drama, exclusivamente sustentado en la palabra, predomina sobre el teatro, creándose entre ambos un antagonismo inusual.
En cierto modo, que no puede ser más cierto, dicha obra contradice la conocida lamentación de Lope cuando, quejándose del predominio técnico en el teatro, entonces efectuado por los escenógrafos italianos, declaró, refiriéndose a la representación aparatosa de una de sus piezas: …«aunque lo que menos se oyeron fueron mis versos». En “Oficio de tinieblas”, al contrario, me bastó con la palabra para expresar plenamente cuanto sucede en escena, suprimiéndose con ello toda la teatralidad.
Nunca pude suponer que años más tarde, el gran autor que fue Beckett iba a coincidir con mi obra en dos textos diferentes: “Solo”, un monólogo dramático que sucede en la oscuridad total (Editions de Minuit, 1982) y “Compañía” (Editorial Anagrama, 1979-1982), relato desarrollado en las mismas condiciones, con la supresión completa de la luz y la visión.
Sin embargo, a diferencia de Beckett, ese final absoluto que significa la muerte, en mi texto no se reduce tan solo al sufrido por un personaje aislado, que agoniza en soledad, sino que, extremándolo, lo llevé hasta el límite posible, desarrollándolo en tiempos y lugares muy diversos. Por otra parte, al final definitivo de la muerte se asocia en La corrupción al alcance de todos, y en “Sobre algunas especies en vías de extinción”, el atribuible a la tecnificación desorbitada, irracional, que en su aspecto destructivo actualmente nos anula, hasta el punto que si el hombre salió de la selva mediante la técnica, hoy ésta se convirtió en otra selva de más difícil salida, pues la técnica sin logos o fundamento pensante nunca será tecnología, aunque la llamen así. Es más y a este respecto, ¿cómo es posible aceptar que una tecnificación estimada como el medio para dominar el mundo hostil, en vez de servir al hombre que la emplea y fundamenta, lo haya puesto a su servicio, anulándolo con esa «tecnolatría» universal que actualmente nos agobia?
Respecto a “La corrupción al alcance de todos” (febrero de 1995), su ironía la ocasiona una industria que genera corrupción al pretender impedirla mediante un recurso técnico -la momificación- destinado a suprimirla… ¿Quién lo entiende? Sin embargo, ¿nuestro mundo no propicia y desarrolla con frecuencia aquello que intentamos evitar?
De semejante manera en “Sobre algunas especies en vías de extinción” (2007), se denuncia una vida que se apaga, así como la del teatro que suele representarla, como consecuencia de la tecnificación que la anula e incluso la extingue con su irracionalidad.
Por último, “Las horas contadas” (1967) pone en tela de juicio que el teatro, como arte temporal, se limite para muchos a ser sólo un pasatiempo que nos divierte o distrae de quién somos. La reversión que propongo en esta pieza convierte a sus posibles espectadores en actores de una vida que se nos va con los años, puesto que ése y no otro es, sin duda, nuestro más absoluto pasatiempo.
Al fin y al cabo estas obras, como muchas de mi teatro de cámara, me llevaron a inventar varias de las situaciones más extremas que conseguí imaginar en dicho arte. Porque así como la música de cámara, al quedarse reducida a unos pocos instrumentos tiene que obtener de ellos todo el partido posible, con hallazgos que no existen en la música orquestal ni en la coral, de semejante manera el teatro hecho de obras consideradas menores trae consigo las mayores invenciones concebibles, como puede comprobarse en varios de los autores más significativos del presente.
José Ricardo Morales
Para saber más:
– Dossier en homenaje a José Ricardo Morales
– Aproximación al teatro de José Ricardo Morales
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