Juan José Padilla regresa… a matar
La vuelta de un torero que vive por bañar de sangre el acero
Juan José Padilla, hoy anuncias que volverás a matar toros en los ruedos, de hecho explicas que ya lo has hecho en las últimas semanas durante tu "entrenamiento". Como quien desvela que regresará a campos de guerra y miseria para procurar alivio a los seres que los habitan, hablas de superación, responsabilidad e ilusión. Añades incluso los términos responsabilidad y gloria como si tu destino fuese ineluctable y esperases honores empíreos por tus actos. Y puede que así sea para algunos, pero otros, matador, sólo sentimos desagrado y vergüenza ante tu retorno a las plazas.
Tus manos no restañan heridas sino que las abren. Lejos de infundir sosiego tu presencia arrastra la ominosa estela de la sangre derramada, el sufrimiento y la muerte de criaturas con plena capacidad para el padecimiento físico y psíquico. No encabezas un grupo de hombres dispuestos a proporcionar consuelo a quienes atenaza la angustia, pero sí lideras una cuadrilla ejercitada, como tú, para provocársela a las víctimas que una legislación aberrante os proporciona para que las torturéis hasta la muerte. ¿Gloria, decías? Explícame qué nobleza hay en ser paladín, propagandista y ejecutor de la violencia, qué dignidad en dedicar la propia vida a destruir brutalmente otras.
Revelas orgulloso en qué arena reaparecerás después la cogida. Una cornada de la que no me alegro porque ni para los verdugos encuentro satisfacción en el dolor, me bastaría con que a nadie le estuviese consentida la faceta de sayón. Y un terrible empitonamiento que compruebo que aun arrancándote nervios y huesos no pudo devolverte aquello de lo sin duda carecías: la empatía con el dolor ajeno y la ética de no encontrar placer, arrogancia ni negocio en la agonía de un animal.
Regresa y sube a tu olimpo miserable desde el que esperas obtener el reconocimiento y la fascinación por lo que entiendes como una exhibición de dignidad y valentía. Hazlo creyendo que brillarás con la luz de los héroes y que cada toro que mates acrecentará ese esplendor. En el fondo, torero Padilla, vuelves a descender a una fosa lóbrega y maloliente en la que los cadáveres que amontonas y pisas son los que verdaderamente irradian la ternura, la compasión y la memoria que emana que cada inocente asesinado. Porque tú, "Ciclón de Jerez", continuarás siendo una sombra negra que al moverse levantará sobre el acero ensangrentado vientos cuyos sonidos nos hablarán de cobardía, saña y abyección. Tu resurgimiento olerá a miedo y muerte, como siempre ha sido y será en la tauromaquia, en tanto en cuanto la razón y la honradez no se impongan definitivamente sobre las espurias justificaciones de un crimen que cada vez deja indiferente a menos seres humanos.