Kriptonita añil: Escenas de la vida cosmográfica
Francisco Cabanillas*. LQSomos. Julio 2016
Un poemario cargado de kriptonita añil: Escenas de la vida cosmográfica (2016), de Alfredo Maya (62 págs.))
¿acaso hay algo más
que el puro azul del tiempo?
AM
I
Claves. Breve, pero potente: “el líquido más denso.” Para entrar a un poemario como este —limpio, de una economía verbal resplandeciente , “las palabras esperan / en el hueco de las letras”—, conviene hacerlo por la puerta principal: la poesía lírica, forma literaria que expresa la reflexión y/o el sentir profundos del sujeto que escribe desde el “yo”: “He vuelto a sentir vértigo.”
Filosofía; materialismo metafísico (materialidad poética; cuerpo pensante): “Hay telepatía en la materia / transmitiendo su continuo.” Sicología; espacio de la subjetividad que habla desde la corporalidad: “Yo no digo; / ni siquiera es claro / lo que piensan mis pies.” Poesía; universo lingüístico que ocupa el vacío después del goce:
A los días oscuros
Les presto mis oídos
Y la extensión del secreto.
Brindo en las manos
El líquido más denso.
Niños acosan la memoria
Con sus cuentos sin pies
Entre relojes desmandados.
Sin ninguna posible misión
Vadeamos nuestros cuerpos;
Increíblemente gozamos.
Y, cuando aquello termina,
La tristeza me devuelve
A la palabra.
Recuperación: “Las palabras están diciendo la médula, / los sueños que te sueñan.” Segunda naturaleza. Poesía lírica, “Mi vida era sed de algún agua / la sombra en la mirada; / pura existencia,” inscrita en una retórica marcada por el flujo de dualidades enganchadas, “Volvía, / de construir espejos a descansar, / a ver la fiesta de la vida irse.” Dualidades como esta, entre la quietud y el movimiento: “El, al margen de la lluvia, / quieto como un muerto, / convoca a todas la fuerzas.” O esta otra: “El sonido es redondo / y engloba a todos los silencios.” Dualidades que se mueven entre el conocimiento y el saber: “Lo que ha sobrado / del secreto / es la búsqueda.”
Retórica antigua, como la del idealismo oriental, cuyo contrapunteo del yin y el yang plantea la trascendencia; o la del idealismo occidental, entre el mundo de las ideas y el de la materia, sin síntesis, siempre en oposición terrenal contra la materialidad. Oposición que a su vez el cristianismo resignifica: el alma pura vs el cuerpo pecaminoso. Retórica parecida a estas, sí, pero diferente: dualidades sin nirvana, aunque con goce corporal/terrenal. Por eso, la alquimia y el inconsciente colectivo metaforizan la puesta en marcha de la materialidad poética. Sabiduría: “a Teofrasto Paracelso y Carl Gustav Jung.”
Cambio de foco; giro, nuevo punto de partida. En vez del idealismo fundacional, el materialismo lírico (física de la metafísica, diría Michel Onfray): “podía oler / cuando se desprendían las palabras.” Materialidad poética (antiplatónica; sinestésica): “añoro lo que crea tu osamenta: / la vida en su concreta metafísica.”
Cemento metafísico: “el guión de la materia.” Corporalidad y poesía: “Algo, por dios, / que permanezca.” Campos de imantación, “abro el espacio de mí mismo / al eco íntimo de lo físico,” donde los opuestos no se cancelan, se entrecruzan, ni se trasciende la diferencia: “El hombre que soy / se ejercita en suspenderme fuera de todo.” El “yo” se pluraliza: “Con carros cargados de historia / venimos a descubrirnos, / a cambiar los espejos. / Venimos a seguirnos.”
Drama. Multiplicidad. ¡El cuerpo piensa! “Lenguas y orejas, / los órganos del pensamiento… / Hay orejas con ojeras.” La materialidad poética se mira a sí misma: “El dedo de nuestro pensamiento / deja su huella / y escribe / esta metafísica natural y primitiva.” Poesía filosófica que, como en las sabidurías antiguas, enlaza al sujeto escenificado desde el universo. La vida cosmográfica se teatraliza desde el cuerpo que habla y escucha, “órganos del pensamiento” que registran poéticamente la “existencia”: “Las articulaciones se abren / con pequeña, infinita tristeza, / la ternura se descalza, / la historia se atraviesa / en el sitio quieto del presente…”
Dualidades enredadas que, en el mejor de los cruces, “El dedo del pensamiento / toca el adentro de nuestra frente,” producen intermitencias: “En la próxima realidad de la materia, / donde el futuro / es un crujir de brotes por venir, / está tu corazón: / una luz que prende y apaga.” Espacialidad: “Todo sitio es del alma, avenida del sueño; / el centro llega a la periferia.”
Diálogo entre el cuerpo y la poesía. Desde el título, Escenas de la vida cosmográfica, la materialidad del espacio y el idealismo del tiempo se cruzan en una conversación que gusta de la entredad: “Las palabras nadan como peces en el agua, / se sumergen como piedras en el lago, / se acaloran como el amor entre las manos.” Espacio y materialidad; poemario breve pero dramático, físico, dividido en dos “escenas” que a su vez se subdividen en dos partes. Maquinaria poética. Simetría y diferencia. Tiempo de poesía que termina en una cuasi fábula: “Los pájaros vuelan / los hombres hablan.”
La “Escena I. El camino de las piedras,” establece el materialismo metafísico a través de una cita de Italo Calvino, en la cual “Marco Polo describe un puente piedra por piedra.” Descripción que provoca en su interlocutor, Kublai Kan, esta pregunta: “¿Pero cuál es la piedra que sostiene el puente?,” ante la cual Marco Polo responde, “El puente no está sostenido por ésta o aquella piedra… sino por la línea del arco que ellas forman.” Respuesta seguida de esta otra pregunta de Kublai Kan, “¿Por qué me hablas de las piedras? Es sólo el arco lo que importa,” ante la cual Marco Polo plantea el materialismo metafísico: “Sin piedras no hay arco.”
Una vez establecido el materialismo metafísico, la “Escena I” se subdivide en dos partes marcadas por el espacio: “1. Lugares del milagro” y “2. Ciencias naturales (poesía física).” Por su parte, la “Escena II. Testamentos alquímicos,” dedicada a Paracelso y Carl Jung, se subdivide también en dos partes, esta vez irregulares, marcadas por el tiempo mítico del comienzo y el final: “1. Génesis Physicae” y “2. Apokaelipsis Hermético.”
En la “Escena I,” las dualidades se complementan. La primera parte, “Lugares del milagro,” termina con una ecuación, “La mano persigue la belleza, / la idea se despliega inalcanzable,” que la segunda parte, “Ciencias naturales (poesía física),” reconecta: “La idea persigue la belleza, la mano se despliega inalcanzable.” Enganche en vez de fusión. Acoplamiento.
En la “Escena II,” las dualidades se contrapuntean en un número asimétrico (15) de poemas numerados, 7 en “Génesis Physicae” y 8 en “Apokaelipsis Hermético,” cuya aritmética apunta hacia la temporalidad del ahora, “La mañana / es la hora de la vida cosmográfica,” tanto de la naturaleza en general (panteísmo: “Las fotos de tu cuerpo, Dios. / Acá están tus pies de ríos”) como del cuerpo en particular, “Yo me derramo y me rehago / aquí mismo en este instante.” Temporalidad del presente poético: “Es el momento / que la espera estaba esperando.”
Poemario breve, pero complejo en la orquestación de sus partes, cuya maquinaria apunta hacia un telos, “En la oración universal todo es predicado, / lugar de tiempo sin edades, / verbo sin palabras; / en ella se cobijan los ojos de un camino”; y hacia una presencia, “Algo habla / a través de los hombres,” dinámica: “Algo lo transita [al hombre].”
II
Cartografías. “Escena I. El camino de las piedras” (materialismo metafísico).
I. “Lugares del milagro.” Narrativa del drama escenificado: después del goce. Enfrentamiento: Padre/hijo. Ante la caída del cuerpo, el hijo pide un camino. El Padre: bello gigante. Enfrentamiento Padre/ángel castrado; conciencia de la falsedad/comedia del Padre. Reiteración del hijo/yo que pide otro sitio. Vértigo; mueca de un segundo cuerpo. El secreto empieza a descifrarse (mucha búsqueda ciega). Pero un dios anónimo se las arregla para inscribir su demencia impalpable y feroz. El (Padre) convoca todas la fuerzas; desaparece a su lugar de testigo en tercera persona; regreso de la turbulencia apenas recordada. Se impone un poder que achica la acción. Algo desde el hombre se resiste (habla, escribe). Búsqueda del corazón; búsqueda de la belleza, persistencia de la falla. El conocimiento vs la sabiduría. Los sueños como señaladores del camino. El camino hacia el encuentro no ha encontrado todavía la ruta. Deseo de permanencia. Celebración de la ruptura. Desalojo del dios incomprensible; fin del materialismo unívoco y de la evanescencia del ser (espíritu) en otro. Las palabras esperan la nueva sabiduría experiencial: materialismo poético e idealismo materialista.
II. Ciencias Naturales (poesía física)
Narrativa: ubicuidad de la materia; poesía que toca todos los lenguajes. Vacío, desierto del “corazón,” de la materia, que no ha sido transformado. Se vislumbra el camino, “sitio del alma, avenida del sueño”; el conocimiento se abre, “son misteriosos los misterios.” Las palabras viejas quedan atrás; las nuevas dicen desde la interioridad (saber del sueño; materialidad). Pluralidad retórica; un “nosotros” que habla desde el yo profundo (cosmográfico), cuya agenda es “descubrirse,” mantenerse atento, “venimos a seguirnos.” El oído se afina, la memoria revuelca el ser; se escucha lo que hay que oír: “abro el espacio de mí mismo / al eco íntimo de lo físico.” Poeticidad de la materia: “la vida en su concreta metafísica.” Poesía de lo sólido. Todo lo que ha sido está ahí; intermitencia que se deja oír: “Hay telepatía en la materia / transmitiendo su continuo.” Un prende y apaga, “distancias relativas / de una realidad que reposa,” en su pasividad dinámica: “nada más que nada” (nada más que nada; nada, más que nada). Idas y venidas; regresos cargados, densos, “Era demasiado el desierto, / demasiado un grano de arena,” desde otra cartografía, “acá no hay distancias, acá hay luz,” “pura existencia.” Metafísica de sueños; física de tierra y magnetismos: “en la próxima realidad de la materia, / donde el futuro / es un crujir de brotes por venir, / está tu corazón.” El “yo” se separa de sí mismo, “delira en el centro iluminado, / vive estremecido a mereced de algo / impalpable”; reafirma su materialidad poética: “El hombre que soy / se ejercita en suspenderme fuera de todo.” Corporalidad subrayada, “Preservar el alimento instintivo, / el guión de la materia”; y traspasada, “Ir un poco más bajo, / donde las palabras ya no dicen nada,” inscrita “en la cercana lejanía del pensamiento.” La materia alquímica se entrega al sueño (abundancia); prefacio al salto poético, “otro idioma, otra lengua / más allá de la articulación,” donde lo espera “Aquello”: la “existencia.” Las ciencias naturales persiguen la belleza; una materialidad vasta.
Escena II
Testamentos alquímicos (idealismo materialista)
Parte I
Génesis Physicae
1) Panteísmo. 2) Derroche iluminado del deseo: tiempo azul. 3) Tiempo/espacio de la vida cosmográfica: palabras. 4) Panteísmo: voz de la materia. 5) Contemplación azul: poesía. 6) Convergencia cosmográfica: corazón y astros. 7) Materialidad del pensamiento: metafísica natural y primitiva.
2) Apokaelipsis Hermético
8) Después del cuerpo: rumbo de las almas. 9) El ser como centro del materialismo cosmológico. 10) Reflexión cosmográfica en la barbarie citadina. 11) Opus nigrum: dormir en la sapiencia del alma física que piensa desde el cuerpo. 12) La barbarie citadina: “atenazan de pobreza espiritual la materia: la mitad nocturna de la vida.” 13) El paraíso: aquí y ahora, “en el sitio quieto del presente.” 14) Pensar con el cuerpo: “lenguas y orejas.” 15) Ser: “Los pájaros vuelan, / los hombres hablan.”
Nota:
Es una edición de autor, no tiene distribución comercial, para pedidos del poemario contacta con el autor, Alfredo Maya alfredomaya(arroba)yahoo.com.ar
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* Francisco Cabanillas (1959, Puerto Rico) enseña lengua española, cultura y literatura hispanoamericana en Bowling Green State University, Ohio. Ha publicado cuatro libros de ensayo: Escrito sobre Severo (1995), Pedreira nunca hizo esto (2007), K-lores del trópico: ensayos transboricuas (2012) y Ensayos silenistas (2014)