La educación de los niños palestinos es un acto de resistencia
Yvonne Ridley*. LQSomos. Septiembre 2017
Tratar deliberadamente de impedir que los niños sean educados es lo que hacen los regímenes atrasados y primitivos. ¿Por qué, entonces, la autodeclarada “única democracia en Oriente Medio”, Israel, hace todo lo posible para impedir que los niños palestinos vayan a la escuela?
En este año de significativos aniversarios; la Declaración de Balfour; la ocupación israelí de Cisjordania y la Franja de Gaza; el asedio dirigido por Israel a Gaza, también existe otro que se nos aproxima. El quinto aniversario del día en que los talibanes trataron de matar a la colegiala Malala Yousafzai, se acerca rápidamente. La niña paquistaní recibió un disparo en la cabeza por promover los derechos de las niñas a ser educadas y su situación inmediatamente ganó los corazones y la admiración de millones cuando la noticia de sus horribles heridas se hizo pública.
Hoy, Malala, Premio Nobel de la Paz, se prepara para ir a la Universidad de Oxford después de ganar un lugar en Lady Margaret Hall para estudiar filosofía, política y economía. La joven de 20 años no podría haber dado una mejor respuesta a aquellos hombres en Pakistán que no creen que las niñas tengan derecho a estudiar. Ella ha silenciado a sus críticos mostrando lo que el coraje, la determinación y la inteligencia pueden hacer.
Tratar deliberadamente de impedir que los niños sean educados es lo que hacen los regímenes atrasados y primitivos. ¿Por qué, entonces, la autodeclarada “única democracia en Oriente Medio”, Israel, hace todo lo posible para impedir que los niños palestinos vayan a la escuela?
La Declaración Universal de Derechos Humanos establece que todos tienen derecho a la educación. Es por eso que Malala inspiró a tantos por su lucha para poder estudiar. Líderes y políticos del mundo hicieron fila para ser fotografiados con ella para poder disfrutar de su reflejada gloria.
Aquellos poderosos que condenaron con tanta violencia a los talibanes están, sin embargo, vergonzosamente silenciosos cuando se trata de criticar la posición de Israel sobre la educación de los palestinos que viven bajo su brutal ocupación militar. Se presentaron aún más evidencias, en vista de todos, la semana pasada cuando cientos de niños palestinos en la Cisjordania ocupada se presentaron para el nuevo año académico y encontraron sus nuevos edificios escolares reducidos a escombros.
Soldados israelíes fueron a la escuela, que beneficia a niños en Jubbet Al-Dhib y del distrito cerca de Belén, y derribaron seis aulas; los escombros también fueron quitados, “confiscados”, por los israelíes, que sólo dejaron algunas sillas en los áridos pisos de cemento. La escuela primaria fue financiada por la Unión Europea (UE).
La escuela de Jubbet Al-Dhib fue la tercera en ser demolida o sus recursos de enseñanza fueron removidos por Israel en agosto; incluso fue atacado el único jardín infantil del distrito para la comunidad beduina de Jabal Al-Baba. Los soldados retiraron los paneles solares que proporcionaron la única fuente de energía para la escuela.
Las expresiones de “preocupación” han sido difundidas en comunicados de prensa de las oficinas de la UE en Jerusalén y Ramallah, así como por grupos de derechos humanos israelíes. Este acto de tipo talibán no recibió casi ninguna condena más amplia de ningún tipo por parte de la comunidad internacional.
La destrucción sistemática de las escuelas palestinas y la consecuente interrupción de clases y educación para los niños palestinos debería haber causado indignación mundial. Poner un arma en la cabeza de un niño para impedir que vaya a clases es un acto de pura maldad, pero no nos cabe duda de que destruir una escuela entera para detener que cientos de otros niños sean educados es igualmente repugnante e igualmente inaceptable.
La Coordinación de Actividades Gubernamentales en los Territorios (COGAT) es una operación militar israelí que implementa las políticas de apartheid del gobierno. Los oficiales señalaron que las escuelas fueron destruidas porque no tenían permisos de construcción oficiales, emitidos por Israel. Los palestinos raramente obtienen permisos para construir algo en los territorios ocupados, así que no debemos dejarnos engañar por estas palabras de comadreja. Ya es hora de que Tel Aviv se haga cargo de su destrucción talibanesca de las instalaciones educativas palestinas.
Los palestinos de la Franja de Gaza a Cisjordania se han quedado sin hogar y se les ha negado la electricidad, el agua potable y los alimentos básicos. En Gaza, las instituciones educativas, incluidas las escuelas, fueron deliberadamente atacadas y bombardeadas por Israel.
Ahora parece que la educación por sí es algo que Israel quiere negar a la joven población palestina. Sin embargo, al igual que los hombres atrasados del Talibán, los zelotes de Tel Aviv han pasado por alto una cosa: Palestina está llena de miles de Malalas que saben que la educación es su derecho y no permitirán que se lo quite.
La educación de Malala Yousafzai fue un acto de resistencia contra un régimen beligerante y brutal, como lo es para los niños de Palestina. El silencio que recibió la demolición por parte de Israel de las escuelas palestinas traiciona todo lo que Malala sigue defendiendo. Los que la festejaron después del intento de asesinato incluyeron a las Naciones Unidas, Barack Obama y el ex primer ministro británico Gordon Brown. Deben agachar sus cabezas de vergüenza por no condenar a Israel, como lo hicieron tan fácilmente con los talibanes. Aquellos que niegan a los niños una educación, ya sea en Pakistán o Palestina, deberían ser aislados hasta que ganen su lugar entre las naciones civilizadas del mundo. Israel no es una excepción.
* Nota original: The education of Palestinian children is an act of resistance
Traducido por la Web “Palestina Libre”