La era de la guerra
Laure Bretton*. LQSomos. Noviembre 2015
Ante el Congreso, el Presidente ha presentado un arsenal legislativo y de seguridad destinado a reforzar la lucha contra el Estado Islámico. Las medidas de excepción cortan las alas a la derecha pero suscitan temor por las libertades públicas.
«El terrorismo no destruirá a la República, será la República quien lo destruirá» Es la promesa ‒marcial y republicana‒ que François Hollande afirmó el lunes ante el Parlamento, reunido en Versailles en el Congreso, tres días después de los atentados de París y de Saint-Denis. Ha presentado un nuevo arsenal legislativo y de seguridad y una agenda internacional que recuerda la reacción de los Estados Unidos después del 11 de Septiembre. «Francia está en guerra» y será «implacable», ha expresado categóricamente el Presidente a lo largo del discurso en el que ha cortado las alas a la derecha, preservando su parte de izquierda con la que espera lograr una unión nacional, ya bastante dificultosa.
«Legítima defensa»
Después de los ataque contra Charlie y l’Hyper Cacher en enero, el gobierno ha mezclado su respuesta judicial y policial con pequeñas medidas de educación de laicidad. Nueve meses más tarde, el discurso presidencial presenta un 100% de medidas de seguridad, pero resulta difícil de creer que este nuevo arsenal haya podido surgir en 72 horas. Ciertas medidas anunciadas el lunes, para satisfacción del partido Los Republicanos (como quitar la nacionalidad a los terroristas), habían sido recordadas el pasado invierno y antes de ser descartadas. El ejecutivo pretende quitar la nacionalidad a todo individuo «condenado por un atentado a los intereses fundamentales de la nación o de un acto terrorista, aunque haya nacido en Francia». También propone prohibir el regreso a Francia desde Siria de un yihadista con doble nacionalidad, y pretende poder «expulsar rápidamente a los extranjeros que representen una amenaza de particular gravedad para la nación». Está claro: los imanes radicales y algunos de sus fieles.
«Yo pienso que Hollande ha tenido todo eso en la cabeza algún tiempo sabiendo que los atentados se repetirían», estima un consejero del ejecutivo. «En legítima defensa, se hace lo que se quiere», alude un próximo al jefe de Estado que anuncia, entre otras cosas, la creación de 5.000 policías y gendarmes más en los dos años próximos, que serán 10.000 en cinco años. Este esfuerzo «considerable permitirá restaurar el potencial de las fuerzas de seguridad interior al nivel de las del año 2007». Una piedra en el jardín de Nicolas Sarkozy. Para la derecha de la derecha y los irreverentes socialistas, este esfuerzo ha tenido la virtud de hacer saltar una barrera policíaca y un mayor presupuesto: «Habrá un incremento en los gastos, pero el pacto de seguridad implica un pacto de estabilidad» europea, afirma el jefe de Estado.
Para ir «más allá de la emergencia», Hollande apuesta, sobre todo, por una futura revisión de la Constitución, metiendo a la derecha entre la espada y la pared. Desde el inicio de su quinquenio, el derecho de voto de los extranjeros o el estatuto de las lenguas regionales han fracasado mayoritariamente por los tres quintos de parlamentarios necesario para modificar el texto de 1958. Pero para «poner los medios que garanticen la seguridad de los conciudadanos» el jefe de Estado pretende «cambiar la Constitución para poder actuar contra el terrorismo de guerra».
Evitar las mezclas
Según su análisis, ni el artículo 16, que da plenos poderes al Presidente, ni el artículo 36 (el estado de sitio) que los transfiere a la armada no son adaptados a la nueva medida de seguridad. La ley de 1955 que rige el estado de emergencia va a ser modificada esta semana por el parlamento, pero «este tipo distinto de guerra llama a un régimen constitucional que permita administrar el estado de crisis», estima Hollande. Un nuevo marco de derecho «excepcional sin comprometer las libertades públicas», asegura. Un «estado de emergencia permanente» conmueve a las asociaciones de defensa de los derechos del hombre. Jefe de los diputados de Los Republicanos, Christian Jacob, ha descartado de inmediato la oferta presidencial como «no necesaria» a una revisión constitucional. Sin el apoyo de una derecha en campaña, Hollande podría tentar suerte ganando a los franceses a través de un referéndum.
Para evitar el proceso de amalgama, Hollande no pronunció ni una vez la palabra «islam» o «musulmanes». «Lo sabemos y es cruel decirlo, que son franceses que han matado a otros franceses», dijo. Pero son terroristas, y eso es todo. Los otros, todos los otros, sin distinción, pertenecen a la comunidad nacional. «No estamos en una guerra de civilización, porque esos asesinos no representan a ninguna. Estamos en guerra contra la armada yihadista», insiste el Presidente. Ahora que el Frente nacional reclama «detener la entrada de inmigrantes» en Francia y que ciertos grupos de derecha demandan una «nueva política de inmigración», François Hollande se cuida de defender la acogida por dignidad de los que solicitan derecho de asilo. Porque los «ritmos de nuestra democracia no se someten al chantaje de los terroristas», las elecciones regionales tendrán lugar en diciembre como ha previsto el jefe de Estado, comprometido con el frente medioambiental para acordar sobre el recalentamiento climático, promesa de hacer de la COP 21 un «momento de esperanza y de solidaridad porque se trata del futuro del planeta».
Condenando a los «cobardes y despreciables asesinos», que han atacado el viernes a jóvenes «cuyo único crimen era estar vivos». François Hollande ha jurado que la democracia no abdicará ante el terrorismo. «La República francesa ha sobrellevado bien las otras pruebas. Ella está bien viva, y los que han querido desafiarla son siempre los perdedores de la historia. Será lo mismo esta vez».