La farsa de los créditos de carbono
Por Silvia Ribeiro*
Finite Carbon, propiedad de la petrolera BP desde 2020, es la mayor empresa de ventas de compensaciones y créditos de carbono en América del Norte, con una cuarta parte del total de los créditos que se comercian en Estados Unidos. Esta semana, una investigación publicada en el periódico The Guardian mostró que hasta 79 por ciento de los créditos de Finite se emitieron sobre bases falsas (https://tinyurl.com/5n8etzfa).
El año pasado, The Guardian, la organización SourceMaterial y el periódico alemán Die Zeit revelaron que hasta 90 por ciento de las compensaciones de carbono más comúnmente comercializadas serían inútiles para mitigar el calentamiento global (https://tinyurl.com/4zb72waa).
Este tipo de negocios reportan lucros importantes a las empresas que comercian los créditos, pero no aportan nada para controlar el cambio climático. Al contrario, lo empeoran al proveer un maquillaje verde a las empresas contaminantes que compran dichas compensaciones, justificando que éstas sigan emitiendo dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero.
BP, dueña de Finite, fue denunciada en 2022 por sus contratos leoninos con 59 comunidades forestales en Veracruz, México, para proyectos de compensación de carbono. Prácticamente no pagó nada a las comunidades, pero se hizo con 1.5 millones de créditos de carbono (https://tinyurl.com/a3dvcyyn).
En el caso ahora denunciado, la agencia de calificación de compensaciones de carbono Renoster y la organización sin fines de lucro Carbon Plan analizaron tres proyectos que representan casi la mitad de los créditos totales de Finite Carbon en Estados Unidos, con un valor de mercado de 334 millones de dólares. Renoster encontró que alrededor de 79 por ciento de los créditos no debería haberse emitido.
Finite marcó áreas de proyecto en territorios que afirmaron estaban en riesgo de ser deforestados, lo cual era falso. Al exagerar el riesgo potencial de deforestación, afirman que su proyecto previene la tala, evitando así las emisiones de gases de efecto invernadero que conlleva la deforestación. Consiguen así generar y vender créditos de carbono a empresas contaminantes, supuestamente pagando algo a las comunidades en dicha área.
En un caso analizado por Renoster, el área ya había sido talada antes del proyecto y sólo quedaban algunos árboles en laderas y cunetas, los cuales de todos modos no iban a ser talados. En otros casos, se marcaron áreas en comunidades indígenas que no tenían riesgo de tala, o en los que las propias comunidades ya habían cambiado sus planes de manejo para reducir el uso de madera, previo al proyecto de Finite.
La exageración en la situación de partida, para mostrar que existe riesgo y que los proyectos de compensación lo evitan, es frecuentemente usada en este tipo de proyectos y similares, como los REDD+. Esta situación de inicio la certifica un tercero y una vez que otra empresa verifica que allí mejoró la situación, se generan créditos de carbono, que tienen valor en el mercado voluntario de carbono, que es especulativo y en el que la reventa es también otro negocio. Los compradores de créditos son las mayores empresas contaminantes del clima, entre otras las trasnacionales petroleras, tecnológicas, de energía, de agronegocios y transgénicos, de aviación y transportes. A todas las firmas involucradas les sirve la exageración.
Además, las empresas o intermediarias pasan a controlar los territorios de las comunidades indígenas, ya que al firmar ese tipo de proyectos, las comunidades pierden la autonomía en su manejo (https://tinyurl.com/2s3jxxrk).
The Guardian reporta que en años anteriores, un representante de Finite se acercó a la tribu Hoopa Valley, que tiene en su territorio un bosque de más de 36 mil hectáreas en el norte de lo que ahora se llama California. La empresa les dijo que como cuidaban muy bien su bosque, podían ganar mucho dinero sin hacer nada. La tribu desconfió con esta oferta demasiado buena para ser verdad, y más aún cuando le explicaron que debían hacer un nuevo plan de manejo del bosque, donde pusieran que iban a talar mucho más que su manejo tradicional. Así luego podían decir que gracias al proyecto Finite, se había evitado la deforestación y cobrar créditos de carbono.
La tribu se negó y decidió denunciar esta industria, explicó Thomas Joseph. Para los Hoopa es algo personal. Vemos cada vez más territorios tribales arrasados por incendios forestales debido al cambio climático y llegamos a la conclusión de que los mercados de carbono contribuyen a que las empresas sigan emitiendo gases. Para proteger nuestras tierras, es necesario que las emisiones de carbono se reduzcan realmente. Estos proyectos, no sólo ponen en peligro a nuestra comunidad y sacrifican nuestras tierras para el lucro corporativo, además permiten que la industria siga sin reducir sus emisiones (https://tinyurl.com/5n8etzfa).
Son proyectos similares a los que se han establecido en regiones de México, especialmente Chiapas, Veracruz y Tabasco. Además de empeorar el cambio climático, conllevan una ola de abusos y violaciones a los derechos humanos y a los derechos de los pueblos indígenas y comunidades campesinas. Urge detener estos proyectos y los mercados de carbono (https://tinyurl.com/37wu7k9u).
* Periodista y activista uruguaya, directora para América Latina del Grupo ETC, con sede en México.
“La Jornada”
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