La generosidad ministerial con la tauromaquia
Rematáis vuestro mandato practicando un postrer descabello no sé ya si a la decencia, a la sensibilidad, a la justicia o a todas ellas, una tríada que habéis ejecutado en Consejo de Ministros. Ni en los últimos instantes de la legislatura mostráis la valentía de incluir la violencia ejercida contra seres inocentes, una violencia pública, en el único lugar que le corresponde: el cajón de los delitos. Abandonáis el poder con un gesto más propio de los césares entregados al desquiciamiento en su ocaso, que de un equipo de políticos que se las dan de gestores comprometidos con el progreso y de contrarios a conductas salvajes comunes en un pasado que no sabéis o no queréis superar.
Os váis instaurando desde el Ministerio de Cultura el Premio Nacional de Tauromaquia con una asignación de treinta mil euros. Hay de por medio seres torturados y asesinados, no es pues la cuantía el factor más importante, pero sí tiene mucha relevancia en un contexto dramático para tantos ciudadanos. Con esa cantidad podrían vivir tres familias durante un año. Hablo de pagar su casa y de comer. Vosotros preferís utilizarlo para ensalzar y agasajar a quienes martirizan a un animal.
Mis palabras, sé que muchos las calificarán así, no son demagogia. La realidad es sólo una: que la tauromaquia implica dolor y muerte y que el Estado nos oprime con recortes básicos por su precaria situación financiera. No tergiverso nada por lo tanto para halagar voluntades, sino que describo unos hechos tan ciertos como vergonzosos. Demagogia es exigir libertad empuñando el acero para acabar con vidas.
Hace pocos días la Ex Ministra Carmen Calvo declaraba que si las corridas desaparecen habrán de hacerlo de forma natural y no por la abolición. Resulta bastante ruin respetar mientras dure la existencia de una costumbre cruel que genera víctimas en vez de forzar su final. Pero aún admitiendo esa aberración, ¿cómo se hace compatible tal postura con las continuas inyecciones económicas que recibe desde la administración? Por sí misma la tauromaquia sería historia hace tiempo ya que es absolutamente incapaz de sobrevivir sólo con los ingresos propios, porque pagar para ver sufrir a una criatura es una perversión que pierde adeptos.
Y ahí llega el Estado, generoso mecenas para unos y cicatero hasta la mezquindad para otros, aflojando los billetes para alargar la vida de un paciente terminal. ¿De qué muerte natural habláis entonces? Y aún decís que la intención de este reconocimiento es "aportar a la tauromaquia el carácter cultural que lleva intrínseco y la importancia que conlleva dentro de todos los círculos artísticos". Todo un alarde de juegos florales para justificar la segunda dotación más alta del Ministerio de Cultura como premio a una tradición sádica que interesa ya a muy pocos. Podríais marcharos ofreciendo un ejemplo de compromiso con los derechos de los eternos maltratados, sin embargo, habéis escogido hacerlo laureando a sus verdugos. Ya es triste que sea esta una de las pocas razones por las que no os van a criticar vuestros sucesores.
*Delegado de LIBERA, Pontevedra