La hispanidad que suele olvidarse
Por Nònimo Lustre. LQSomos.
Ya se oyen los claros clarines,
la espada se anuncia con vivo reflejo…
Los nobles espadas de tiempos gloriosos,
desde sus panoplias saludan las nuevas coronas y lauros
(Rubén Darío, 1895)
Ya viene el cortejo… del 12 de octubre, Día de la Hispanidad. En esta nota vamos a perorar sobre unos personajes que no serán recordados en esta fecha icónica (antes, histórica) Son figuras de sólo hace un siglo que demuestran la continuidad de la Invasión a través del genocidio. Por tanto, obviaremos que la Invasión continúa actualmente mediante las numerosas transnacionales de matriz española que operan en las que, para ellas, siempre serán “las Yndias”. Hoy, nos centraremos en las semblanzas de unos ‘indianos’ que se enriquecieron gracias a la vieja usanza monárquica de sus alianzas matrimoniales para subrayar que aquellas fortunas fruto del esclavismo son los cimientos de las grandes fortunas hispanas de hoy [La esclavitud estaba abolida en casi todo el mundo; por ello, a esos Próceres ultramarinos les calificamos como esclavistas porque, siendo la esclavitud un delito monstruoso, aunque sólo hubieran comprado o vendido un esclavo seguirían mereciendo ese baldón]
Durante la segunda mitad del siglo XIX, los españolitos –y las españolitas, quizá más-, estaban horrorizados por unos asesinos que devastaban el solar patrio. Y con razón porque, ciertamente, eran terroríficos los crímenes achacados a Romasanta (el hombre lobo de Allariz), Juan Díaz Garayo (primer Sacamantecas) o Enriqueta Martí (la Vampiresa de Carrer Ponenet) Sin embargo, en aquellos años, hubo unos cuantos expatriados que exterminaban amerindios sin que, en España, se les recriminara ni siquiera se sospechara del genocidio que estaban perpetrando semejantes aspirantes a indianos, infinitamente más sádicos que los rudimentarios serial killers locales.
Asimismo, desde el año 1910, las repúblicas ‘hermanas’ comenzaron a celebrar el I Centenario de la Independencia. En esta tesitura, la España oficial fue imbécil, mezquina y, sobre todo, insultante. Fue mezquina porque sólo la interesaron las glorias del Imperio y, por supuesto, el comercio puesto que algunas de aquellas Repúblicas eran más ricas que aquella España desangrada por Alfonso XIII y por su valido José Canalejas. Y fue imbécil enviando a México como delegado al general Polavieja, adalid a ultranza del imperialismo europeo puesto que, en su opinión, abstenerse de trocear el mundo era “una absurda protesta contra el sentido moderno del derecho internacional, el mayor peligro de los estados débiles” –dictum de una actualidad espeluznante. Item más, este asesino profesional fue el verdugo de Marruecos, Catalunya, Andalucía, Cuba y Filipinas donde ordenó fusilar a Rizal –hoy Héroe Nacional de aquel archipiélago – en uno de los asesinatos más crueles y estúpidos de aquella época de atroz expansionismo europeo. Pues incluso con este sangrante currículum fue enviado a México por haber firmado ¡una biografía de Hernán Cortés!
Y, peor aún, fue imbécil e insultante enviando a Venezuela a Aníbal Morillo, nieto del espadón que luchó contra Bolívar. El general Pablo Morillo fue, junto con Monteverde, el responsable directo de las 150.000 víctimas –sobre un total de 900.000 habitantes- que la guerra de Independencia causó en Venezuela. En Caracas, debió causar muy buena impresión el retorno de otro Morillo, en especial cuando exhibió sus títulos de Marqués de La Puerta (el otro nombre de la batalla de Semén que ganó su abuelo) y Conde de Cartagena (por Cartagena de Yndias, la ciudad que asoló) Eso sí, para la Historia quedó claro que la España oficial no sólo no se arrepentía de las matanzas de un siglo atrás sino que las consideraba acreedoras de títulos nobiliarios.
Ergo no nos extraña que, con tamaña monarquía, la censura activa y pasiva impidiera que se supieran los crímenes de aquellos proto-indianos que, en la enésima ola de Invasión a las Yndias, estaban cimentando las mayores fortunas del siglo venidero. Lo podemos comprobar recordando que, los apellidos ‘coloniales’ que se arrejuntaron en aquel período encabezan las familias que controlan las riquezas de buena parte de la España actual -empezando por los Güell acá y por los Braun allende el Charco. Y es que, en las Yndias, los esclavistas se matrimoniaron con los hacendados, los contrabandistas con permiso oficial con los milicos y, en general, lo peor de cada casa con lo más explotador. Dos ejemplos a los que añadiremos el caso de Menéndez que, precisamente, será nuestro galán central:
En Cuba, la esclavista familia Valle Iznaga se vanagloriaba de que “el que más vale no vale tanto, como Valle vale”. El pater de la dinastía fue Fernando del Valle y Lorente (1757-1834), quien casó con la hija de un Iznaga, rico terrateniente propietario de un ingenio azucarero. A esta temprana unión de intereses sucedería un matrimonio endogámico -tío con sobrina.
El nombre de Antonio Víctor López López de Lamadrid (Comillas1817-Barcelona 1883) es más mentado que el de los Valle-Iznaga. Este López por antonomasia, casó con la hija de su casero, Andrés Bru, un tendero catalán asentado en Santiago de Cuba cuya familia había regresado a Catalunya y emparentado tempranamente con el clan Güell –mecenas de Gaudí y rico industrial del cemento portland que ‘orientó’ la construcción de la Sagrada Familia para que gastara mucho hormigón. La descendencia de Antonio López casó enseguida con la oligarquía catalana: su hija Luisa Isabel López Bru contrajo nupcias con Eusebi Güell y Bacigalupi, primer conde de Güell, y así sucesivamente hasta hoy.
Cobijado tras tan potentadas parentelas, López se hizo empresario, tabaquero y banquero. Comenzó en Santiago de Cuba con la empresita Antonio López y Hermano, dedicada especialmente al comercio de esclavos. La guerra de África de 1859-1860 supuso su consagración pues, gracias a sus compadreos con el rey y con sus gobiernos, le fueron concedidos jugosos contratos para transportar tropas –amén de que Alfonso XII le hizo primer marqués de Comillas. Poco después, se hizo con la Compañía Trasatlántica Española, encargada para regresar a su Madrastra Patria a los soldados derrotados en la definitiva guerra de Cuba. Aunque murió en 1883 (15 años antes del Desastre), López lo dejó todo ‘atado y bien atapo’ para que sus herederos continuaran su política empresarial. Las consecuencias de cuya crueldad la conocieron los infelices que habían sobrevivido en la Gran Antilla a sus oficiales, ahora resumida en las inhumanas circunstancias de la travesía, pero que sucumbirían a la esclavitud (no tiene otro nombre) que padecieron en los barcos de López:
“Embarquéme precipitadamente en el vapor España, que zarpaba con rumbo a Santander. Conmigo abandonaron la isla también muchos soldados inutilizados en campaña. Los desventurados estaban enfermos… viajaban en tercera, hacinados en montón y sometidos a régimen alimenticio insuficiente o poco reparador… Algunos de aquellos infelices fallecieron durante la travesía. ¡Qué desgarrador espectáculo contemplar a la alborada el lanzamiento de los cadáveres al mar!” (Ramón y Cajal, Recuerdos de mi vida, cap. XXV)
José Menéndez Menéndez (JMM)
En pocas palabras, JMM (Asturias 1846-Buenos Aires 1918) fue el asturiano que exterminó en la Patagonia a los indígenas de la Tierra del Fuego, los fueguinos. Cuando ascendió a las cumbres crematísticas, practicó en Chile y en Argentina la misma estrategia de vínculos matrimoniales que las dos familias antes citadas. Su hija Josefina, casó con Mauricio Braun, socio de JMM; su hijo Carlos con una González Bonorino; su hijo José, con una hija de José Montes, otro hacendado asturiano; Herminia, con un Gómez Palmés y la segunda María, con el empresario Campos Torreblanca. Hoy, la Familia Braun figura en el puesto nº 36 de la lista Forbes de las mayores fortunas argentinas. Al parecer, posee 320 millones US$, y Federico Braun es el dueño de La Anónima, la segunda cadena de súper de capital nacional con 162 sucursales en 83 ciudades. Además, posee 10 centros de distribución, dos frigoríficos de exportación y parte del Banco Galicia. Explota a unas 11.500 personas.
En 1874, JMM se especializó en el agronegocio ganadero. Compró ovejas en las Malvinas (o Falklands) y las trasladó con barcos propios a las enormes fincas que poseía en la Patagonia chilena. Tuvo sus rifirrafes con los salesianos puesto que los misioneros también las ambicionaban pero la sangre no llegó al río -la sangre caucásica, no así la amerindia. Según la investigadora Clara García Moro, la mitad de los aborígenes aherrojados en las misiones, pereció por enfermedades infecciosas (¿venéreas?) que les contagiaban los mismos religiosos; un 20 % por violencia étnica interna; un 15 % por aculturación y un 15 % por acciones punitivas, vulgo “cacerías de indios”. JMM repitió la jugada en la Patagonia argentina. Su segundo éxito le llevó a ampliar sus operaciones a la minería y la exportación de carne. Cuando murió en 1918, poseía un millón de cabezas de ganado, 50 barcos de vapor e infinidad de otras empresas. Y una cáfila de herederos a cual más agresivo.
Hemos visto que los herederos de los esclavistas de los siglos XIX-XX controlan, en España (Güell) y en Argentina (Braun), buena parte del poder. Igual sucede en Chile con los clanes Menéndez-Izquierdo/Lecaros/Ross. Pero con una diferencia: estos últimos multimillonarios han tomado las armas y las bombas contra los izquierdistas chilenos. Así, Diego y Julio Izquierdo Menéndez participaron en el atentado terrorista del 22.X.1970 donde fue asesinado el general constitucionalista René Schneider. Los conspiradores contaron con la ayuda de milicos golpistas, empresarios de postín, católicos a machamartillo… y del cura Fernando Karadima, ayer santo y después procesado por toda la gama de delitos sexuales contra la infancia. Los asesinos tuvieron que exiliarse en Argentina pero regresaron en cuanto triunfó el golpe de Pinochet quien, huelga añadirlo, les colmó de canonjías.
Más aún, en septiembre de 1973 –mes del Golpe pinochetista-, otros miembros del clan Izquierdo-Menéndez fueron acusados de haber estado implicados en el asesinato de 19 obreros de Laja y poblaciones cercanas. Un mes después, sus restos fueron encontrados en un fundo de la infame Forestal Mininco, ¡oh, casualidad!, gerenciada por un tal Roberto Izquierdo M. (cf. El Desconcierto, 20.IX.2016) Obviamente, esto no lo leerán en las novelas de terror disfrazadas de Historia Patria que firman Armando Braun M. y Enrique Campos M., su pariente y compinche en pinochetismo desaforado.
Los Selknam (antes, Ona)
Hacia 1880, este pueblo amerindio-fueguino contaba con unas 4.000 personas. Cuando se instalaron los JMM y sus estancias ganaderas, casi desaparecieron de manera que, en 1930, no llegaban al centenar. En 1966, sólo una decena conocía su lengua nativa. La antropóloga Anne Chapman, clásica estudiosa de este pueblo, conoció en 1966 a (Lola) Kiepja, la penúltima selknam. Y también conoció a la última, Angela Loij, fallecida el 28.V.1974. Chapman nos asegura que La Luna (Kreeh) ocupaba el centro de sus creencias pero no era símbolo de la mujer ni el Sol (Krren) lo era del varón.
Los JMM enquistaron a los Selknam en unos parajes lejanos, inhóspitos y reducidos. Los sobrevivientes a la brutalidad invasora, a las violentísimas deportaciones, a la derrota de las flechas contra los fusiles automáticos e incluso a las muy socorridas enfermedades occidentales, se vieron abocados a un sufrimiento que, a principios del siglo XX, estalló en disputas intra-étnicas con armas de fuego –es triste admitirlo pero, contra la Invasión, ni siquiera los chamanes (xóon) tenían fuerza discursiva.
Los salesianos fueron testigos de los asesinatos de indígenas y se aprovecharon dellos: “varios empleados de la hacienda de Menéndez mataron a un grupo de hombres indios y las mujeres las condujeron a la misión: bautizamos a las muchachas” (enero 1897) Pero este JMM era insaciable pues llegó a acusar a los misioneros de que eran “un refugio y nido de ladrones por los robos de ovejas que hacían los indios de la misión”. Clero y esclavistas callaban ambos que los santos padres cobraban por adelantado 1 libra por cada varón selknam y 1,50 por cada hembra.
Chancho Colorado (CC)
Sobre los fueguinos en general y sobre los ‘Ona’ en particular hay mucha documentación accesible en multitud de lugares. Por ello, no abundaremos en su etnografía ni en su etnohistoria –bueno, quizá estemos refiriéndola a grandes rasgos. Por ello, regresando a la Invasión de la Tierra del Fuego por parte de los figurones antes mentados y centrándonos en su faceta asesina, hemos de reconocer que los ‘autores intelectuales’ del terrorismo estatal no suelen participar en los asesinatos, sean contra Schneider sean contra los indígenas. Para eso tienen sayones –y escribas- que se encargan del trabajo sucio. Tal es el caso de Alexander MacLennan, alias Chancho Colorado (aprox., Cerdo Rubicundo), administrador de las estancias de José Menéndez y Juez de Paz (¡) en 1905.
“Este rey sin corona de Río Grande era un curioso personaje. Se vanagloriaba abiertamente de haber perseguido y asesinado indios, según él, para el propio bien de ellos; sin embargo, no podía ver una matadura en el cogote de un buey, ni espolear sin necesidad a un caballo… era un hombre absolutamente franco, nunca se esforzaba por parecer mejor de lo que era. Medía alrededor de 1,68 mts. de estatura, su cara era grandota y colorada, su pelo rojizo y sus ojos azules verdosos brillaban extrañamente. Era impetuoso y su tenacidad corría pareja a su falta absoluta de escrúpulos” (Lucas Bridges)
Un día, CC se enteró de la excursión que planeaba un grupo de amerindios. Los selknam estaban deseosos de ingerir carne grasosa de lobo marino y se dirigieron hacia el cabo Peñas, donde había centenares de animales: “Armado de rifles de repetición y seguido por un grupo de jinetes blancos deseosos de correr aventuras”, los asesinos rodearon “el promontorio, cortando la retirada a los infortunados indios, que pronto serían desalojados de sus refugios al pie de las rocas por la marea ascendente y caerían en las redes de los frenéticos cazadores”. CC declaró que “No sé cuántos aborígenes fueron muertos en esa ocasión [quizá] habían sido catorce; sostenía que al matarlos se realizaba una acción muy humanitaria, siempre que se tuviera coraje necesario. Explicaba que esa gente nunca podría convivir con blancos, y cuanto más pronto fueran exterminados, mejor, pues era una crueldad tenerlos cautivos, aunque fuera en una misión, donde languidecían o morían de enfermedades importadas” (nuestras cursivas)
En 1917, a sus aprox. 45 años, CC murió millonario y alcoholizado en Punta Arenas. Desde que apareció MacLennan-CC, los salesianos dejaron de registrar a los fueguinos apresados. El psicópata CC no hacía ni heridos ni presos y los misioneros encubrieron sus matanzas. Seguro que les costó olvidar su obsesión por el control demográfico –primer paso para el control inmobiliario.
Por fortuna, en 2014, otro asturiano, el historiador José Luis Alonso Marchante, salvó el honor del ostentoso Principado publicando la desagradable peripecia de Menéndez, El Rey de la Patagonia. Y no se olvidó de sus sicarios pero sí de las consecuencias del alambrado de las estancias –los guanacos, su principal fuente de alimentación, desaparecieron. Asimismo, las pezuñas de las ovejas destruían las madrigueras de los cururos (Spalacopus cyanus), un roedor chileno también alimenticio. Una escena especialmente trágica se debe al “gobernador de Magallanes, Manuel Señoret, [quien] medio espoleado por los terratenientes Menéndez y Braun, organizó una “cacería de indios” de varias semanas y capturaron a casi 200 selknam, casi todos mujeres y niños porque los hombres se resistían y los mataban. ¿Qué hizo Señoret con esos 200 selknam? Los llevó a Punta Arenas y organizó un remate de indígenas, donde se repartió indiecitos a las familias que los quisieran” (cf. entrevista a Marchante, The Clinic, 05.II.2015,)
JMM demuestra que hasta un emigrante puede enriquecerse… a condición de que tenga suerte y de que no tenga ningún escrúpulo moral. Necesitará suerte porque tendrá muchos competidores y deberá ser nada escrupuloso porque, en la búsqueda de la amoralidad absoluta, psicópatas como JMM tendrán que alcanzar un grado de vesania más psicopático aún que el de sus amigos competidores.
Domingo 03.III.2018: el ayuntamiento de Barcelona retira la estatua del negrero López. Su plaza, pasa a denominarse de Idrissa Diallo, joven asesinado en 2012 en el CIE de la Zona Franca del puerto de Barcelona
El próximo Día de la Hispanidad, el extremadamente pinochetista Andrés Allamand, Secretario General Iberoamericano (SEGIB), pronunciará un discurso tan huero como todos los suyos. Otrosí, el 12 de octubre será bienvenido en las sedes de Florentino Pérez (ACS), Repsol, Iberdrola, etc y festejado por los Güell que se olvidarán del plebeyo apellido López, al igual que los Braun argentinos no recordarán a los prosaicos Menéndez. Pero es segurísimo que nadie mentará a Chancho Colorado.
– Imagen de portada: Cartel de una película que celebraba el primer desfile de la Victoria franquista, el 19.V.1939. Dirigida por el falangista Carlos Arévalo Calvet, fue estrenada en 1940
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