La II República y su defensa contra la Guerra Química
Acacio Puig. LQS. Junio 2020
El contexto europeo de nuestro 14 de abril de 1931 era amenazador. El fascismo instalado en Italia en 1922 y el nazismo que se haría con el poder en Alemania en 1933, batían tambores de guerra y voluntad de expansionismo bélico intervencionista.
La Segunda República, que lamentablemente estaba siendo inoperante en la depuración de responsabilidades en el ejército, barruntó sin embargo pronto los riesgos de la guerra de gases y recuperó, ya durante su primer bienio, la trágica memoria del recurso a la guerra química en Cuba y Marruecos por los ejércitos coloniales españoles.
En Cuba, el ejército había empleado una variante del histórico “fuego griego”, variante ya utilizada por Inglaterra contra la Revolución Irlandesa. Allí, mediante una combinación altamente inflamable de fósforo y azufre, se quemaban las plantaciones de caña, destruyendo trincheras-vegetales y cosechas. De nada serviría la firma durante aquellos años del Tratado de la Haya por el que se comprometía a los países europeos a no hacer uso de los llamados entonces “gases de guerra”. Recordemos que aquel tratado (mera declaración de principios) no impidió que durante la Gran Guerra (1914-1918) proliferase el uso de armas químicas con su secuela de destrozos, mortandad y gravísimas lesiones en ejércitos y población civil.
En Marruecos, desde 1921 a 1927, el ejército colonial español bombardeó con armas químicas campos de batalla y poblaciones, sobre todo en los territorios insurgentes del Rif. Los acuerdos de Ginebra (1925) firmados también por España, acuerdos que ampliaban las bases del Tratado de la Haya, fueron transgredidos por aquella España borbónica, corrupta y patriotera a la que cupo la infamia de estrenarse en Marruecos con bombardeos y utilizando el temible “gas mostaza” que ya se usó en la Gran Guerra durante los años 1917 y 1918 como arma de destrozo y mutilación; el gas mostaza (o gas Lost) producía gravísimas heridas pulmonares e intensas lesiones cáusticas sobre la piel.
(Las fuentes de este artículo se encuentran en un pequeño legado familiar de revistas y documentos que fue propiedad de mi padre, entonces joven químico que formó parte del Servicio de Defensa contra Gases del Ejército Centro de la Segunda República.
Sobre el impacto de la guerra química durante la Guerra de España habrá que esperar estudios de profesionales que requieren siempre tiempo y archivos abiertos, como lo han requerido los ya realizados sobre bombardeos aéreos fascistas y sus impactos en los frentes y la población civil… Pero también esos estudios llegarán sin duda y se popularizarán, como tantos otros sobre asuntos velados e importantes como el muy estimable sobre el trasvase de empresarios nazis a España realizado por Antonio Maestre en su reciente libro Franquismo S.A.)
1934-Cartilla de Gases
Elaborada por Cipriano Rodríguez –capitán aviador- y Luis de Laserna –doctor en Medicina- la cartilla de gases alertaba y prevenía frente a la posible difusión de gases tóxicos mediante bombardeos de aviación y artillería y también ante su expansión a ras de suelo, mediante la denominada “ola de gases”. Se alertaba allí de la impregnación de ropas y calzados y de la permanencia durante horas de la actividad de esos tóxicos.
La cartilla, material de difusión pedagógica dirigido a “soldados y paisanos”, se estructuraba con el modelo de preguntas y respuestas más comunes y un cuadro sinóptico que clasificaba gases, acción y síntomas, efectos, primeros cuidados por no médicos, cuidados por el médico y tratamiento a seguir. Con especial atención al gas mostaza, el cuadro especificaba la clasificación en sofocantes, vesicantes, estornutatorios o “rompe máscaras” y lacrimógenos. La segunda mitad de la cartilla de gases se extendía en explicaciones sobre aparatos y máscaras antigás, técnica de uso de las mismas, primeros auxilios en intoxicaciones y elementos de respiración artificial.
Editada en Madrid, sus 58 páginas incorporaban también una amplia explicación del funcionamiento del aparato respiratorio y las fundamentales contraindicaciones de medicamentos que no podían usarse en intoxicados.
El fotomontaje que ilustró la portada fue obra de H. Hidalgo y E. Susanna.
1937-La Revista de la Brigada Sanitaria
En mayo de 1937, desde Valencia, la Revista editó su número 1 bajo responsabilidad del Comité Nacional de Defensa Antigás. La publicación constaba de dos partes y sus contenidos estuvieron a cargo de reputados médicos leales a la República. A una primera parte explicativa, teórica y alentadora de la necesidad de poner en pie las Brigadas Antigás (estudios a cargo de los doctores Morata, Niemand, Lanuza, Oliveros, Munio, Amparo Poch, Ganzo, Pérez Feito y Montoya) seguía una segunda de carácter práctico, estructurada en formato de cinco lecciones que resumían los contenidos que habían sido impartidos durante el Primer cursillo antigás.
Es destacable –por su esencial contenido ético-político– la ponencia escrita por la única mujer del grupo la doctora Amparo Poch, que subrayaba en su contribución (“Una teoría humana acerca de los gases de guerra”) los criterios que extractamos a continuación:
“La población civil es la gran víctima de la guerra moderna y la más inocente de las víctimas… uno de los medios más crueles empleados en el crimen de guerra lo constituyen los gases… No basta la información general ni la construcción de Refugios sin la dotación de material de socorro adecuado y medidas de preservación de agua y alimentos… La población debe conocer las limitaciones que los expertos tenemos frente a la guerra química…
¡Protejamos a nuestras gentes pero tengamos el firme propósito de NO USAR nosotros Armas Químicas!”
Hay que añadir que, el conjunto de ensayos arbolados en la Revista, integraban ejemplaridad ética y preciadas informaciones. El doctor Niemand ironizaba en “Guerra Humanitaria” sobre el cinismo de ese concepto que regresó, avanzado el siglo XX, durante la prolongada guerra en los Balcanes, señalando el encuentro bastardo de dos palabras antitéticas, la guerra ¬–que supone aniquilamiento y destrucción– y humanitaria, que implica solidaridad y apoyo mutuo. También la denunciaba el doctor Morata en su texto “La Guerra Bacteriológica” recopilando la experiencia de la Primera Guerra Mundial los llamados ultravenenos, destinados a propagar epidemias de gripe, muermo, cólera, peste, salmonelosis, tifus, disentería y los envenenamientos de tierras y aguas. Concluía reclamando la mayor atención y cuidado en la retaguardia, apelando a la investigación en vacunas y pedagogía profiláctica y levantando el estandarte kantiano de avanzar hacia La Paz Universal.
De enorme interés son las llamadas a la reorganización del trabajo de farmacéuticos y Facultades de Farmacia de que se ocuparon varios médicos en la revista, así como detalles de la organización en Madrid del Primer Batallón Antigás, un proyecto-germen extendido a todo el territorio republicano y que mediante cursos de formación articuló las Brigadas Sanitarias para incorporarlas al “ejército del pueblo” (Dr. Morata).
En el mismo sentido, el médico Jiménez Muiño, vindicaba la intensa labor –desde agosto de 1936– del trabajo pionero de la Farmacia madrileña en el estudio y defensa frente a los gases tóxicos. Muiño subrayaba la integración por Cruz Roja de los farmacéuticos en el Comité de Defensa Antiaérea, señalando el establecimiento conjunto de servicios de detección y equipamiento interconectados con Bomberos, el Laboratorio Municipal de Farmacia y La Farmacia Militar en Madrid y la presentación, en septiembre de 1936, del Primer Batallón Antigás ante la Inspección General de Milicias (con apoyo de FUE-Farmacia y el Sindicato Único de Sanidad).
No procede en este trabajo repasar todos y cada uno de los diversos documentos que fundamentan las críticas y alertas de nuestros médicos republicanos frente a la barbarie de la guerra química, baste concluir citando los títulos de las 5 lecciones explicadas en el Primer Curso Antigás, lecciones de contenidos prácticos y operativos para uso en frentes y retaguardia:
1ª.- ¿Qué son los agresivos químicos?
2ª.- Agresiones químicas y bélicas.
3ª.- Defensa individual y Colectiva,
4ª.- Efectos fisio-patológicos.
5ª.- Tratamiento de lesiones producidas por agresivos químicos
La portada de la Revista Sanitaria fue ilustrada por XAN.
La Cartilla del Servicio de Defensa Contra Gases del Ejército de Operaciones del Centro
También publicada en el año 1937 y encartada como suplemento de Nueva Ruta, esta cartilla estaba concebida como un breve manual de instrucciones básicas para la construcción en los frentes de Abrigos Antigás para soldados.
En ella se llamaba a la construcción en todos los frentes republicanos de esos refugios, exigiendo el dedicar el tiempo necesario a su construcción y cifrando su capacidad para albergar al menos al 50% de efectivos militares en cada caso. La consigna era: ¡El refugio es a la protección colectiva lo que la máscara es a la protección individual!
Sintetizando lo esencial de aquellas instrucciones básicas, recuperamos:
Sobre la construcción de Refugios próximos a las trincheras y en su caso domicilios civiles: Adaptarse al terreno, usar tierra arcillosa y húmeda y enlucir después con cal y cemento. Por seguridad contar con dos entradas. Construir mejor más refugios pequeños que refugios grandes y reservar al menos tres metros cúbicos por persona.
Sobre las entradas: Entradas de doble puerta, calafateadas y distantes al menos 3 metros una de otra. Instalación en cada entrada de un soporte de bastidor de madera, recubierto por lona impermeable y armada como una persiana con listones de madera excepto en la zona superior e inferior en que debían ser metálicos (hierro).
Adecuada protección con las lonas del entorno de acoplamiento a suelo, techo y laterales y obligación de mantenerlas en perfecto estado o reponerlas. Doble cortina en las entradas y máximo cuidado al penetrar en el refugio (de uno en uno y reptando, pegados al suelo) de modo que desde esa antecámara se pudiera cerrar y pasar la segunda lona protectora para desprenderse de abrigo y armamento- que retenían los gases tóxicos- antes de pasar al refugio propiamente dicho.
Limpieza meticulosa del calzado en la antecámara citada y prohibición en el interior del refugio de hacer fuego, fumar y tumbarse por el riesgo de gases inflamables y expandidos o reptantes. De modo que el descanso forzoso debía hacerse de pie o sentados en los bancos interiores.
Al concluir la alarma, un responsable de refugio se ocupaba de su limpieza y ventilación. Todos los vanos (ventanas, etc.) debían cerrarse usando lona impermeable bien sujeta con sacos terreros.
Conclusión
Dejo aquí mi más intenso y sentido homenaje a aquellos héroes y heroínas de las Brigadas Sanitarias, a los milicianos (antes) y soldados (después) entregados a la prevención y defensa civil y militar frente a la guerra química.
El testigo de la investigación sobre los impactos de esa cruel guerra de gases tóxicos pasa obligatoriamente a los y las profesionales de la Historia de la Guerra de España, sin duda con paulatino acceso a archivos tanto tiempo cerrados… ¡Sabemos que aún queda mucho que desvelar!
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Estoy muy de acuerdo compañero J. Vicuña…al menos pondría el asunto sobre la mesa parlamentaria… pero dudo de que se pueda y quiera hacer y también SI SE HICIERA, de su posibilidad de romper opacidades que blindan todo lo relacionado con “la vida militar”.
A las citadas transgresiones de acuerdos internacionales al respecto en el artículo,, se suman las nuevas de la segunda mitad del Siglo XX y el XXI… Esto va fatal aunque URGE RESISTIR.
Convendría que se planteara una pregunta en el Congreso, requiriendo respuesta vinculante, sobre las existencias y reservas actuales de gases tóxicos (incluyendo el Napalm y otros desarrollos modernos de similar naturaleza) en los arsenales de nuestro glorioso ejército; así como sobre los códigos éticos a los que debe estar sometido nuestro cuerpo de defensa para asegurar su eliminación y asegurar su prohibición total.
Tema de suma actualidad
Nos enseña lo importante que es prevenir posibles efectos de infecciones en la poblacion .
La Republica nunca uso esos gases venenosos estaban por la paz.