La locomotora alemana en el túnel del tiempo
Por Simone Vögele. LQSomos.
Cada gobierno deja una huella en la sociedad y la impregna de percepciones singulares respecto al entorno en que esa sociedad desarrolla su vida.
Posiblemente son muchos los amigos alemanes que no comparten mi valoración sobre lo que a continuación escribo vida.que se basa en mi propia experiencia como alemana comprometida con la historia reciente de mi país, precisamente el período que he vivido con conciencia política despierta y atenta al desarrollo de los acontecimientos.
El período del canciller socialista Helmut Schmidt (1974-1982/SPD)
Le recuerdo diciendo: “¡hay que tener voluntad y cigarrillos!”. Vivió tiempos difíciles de guerra y posguerra y se dio a conocer como senador en Hamburgo y administrador muy capaz durante la gran inundación ocurrida allí en 1962. Decía: “en las crisis se demuestra el carácter” y actuó con decencia y donaire. Se le apreciaba por sus muchos conocimientos y se le temía por ser muy exigente.
Su carrera política fue complicada porque tuvo muchos enfrentamientos con su propio partido. Apostó por el estacionamiento de misiles de medio alcance en Europa Central -llamado Nato-Doppelbeschluss (OTAN-Doble decisión). La protesta contra esa política fue el origen del partido de Los Verdes. El Nato-Doppelbeschluss y su amistad con Henry Kissinger le costaron mi voto, entre otros muchos más.
Además, Helmut Schmidt obró con extrema dureza contra los llamados “terroristas” de la RAF y los llamados “suicidios” de sus militantes en las cárceles de máxima seguridad, aún no han sido aclarados.
Rechazaba la sociedad multicultural como ilusión de la izquierda y en una entrevista que recuerdo presentaba el siglo XXI como el siglo de los choques entre culturas (clash of cultures) y como el gran problema del futuro.
Perdió el apoyo de los liberales con quienes gobernaba en coalición, durante una moción de censura y tuvo que dimitir. En política exterior defendió la no injerencia en asuntos de otros estados.
Schmidt fue un canciller pragmático -y podemos decir que decente- y su huella en la memoria cívica fue la idea de: resolver, querer resolver y ponerse en marcha. Tras su dimisión conservó la estima de la población y de sus adversarios políticos.
El período del canciller popular Helmut Kohl (1982-1998/ CDU)
A Kohl se le valora como el canciller de la reunificación pero no trabajó tanto en ello como cree la mayoría sino que le cayó entre las manos como fruta madura. Quienes hemos vivido aquellos años recordamos bien que la reunificación se debe en buena parte a la política conciliadora de Michail Gorbatchov, al que Kohl llamó, muy groseramente, “el nuevo Goebbels” lo que causó enorme malestar diplomático.
El trabajo fino de negociación se debió también en parte a las sagaces negociaciones del entonces ministro de exteriores Hans Dietrich Genscher (de los liberales del FDP)… y al soborno al gobierno húngaro para que mantuviese abiertas sus fronteras lindantes con la antigua RDA, a fin de evitar estallidos de violencia entre refugiados y puestos fronterizos.
Kohl estuvo mucho más identificado con Boris Yelzin y su visto bueno a los oligarcas para saquear la economía rusa, tal y como Kohl respaldaba el saqueo económico de la antigua RDA.
Todavía recuerdo los cariñosos vivas a Gortbatchov con que mucha gente alemana le recibió con gritos de ¡Gorbi, Gorbi!
A día de hoy aún no se sabe si Kohl fue auténtico o alguien que quiso hacerse pasar por una especie de patrón benévolo; para el desempeño de ese papel le favoreció su dialecto del palatinado, su afición a las comidas populares, su desconocimiento de idiomas y su especialidad en no resolver problemas más que dejándolos pasar. Lo suficientemente astuto para mantenerse en el poder; sorteó varios escándalos financieros de su partido apelando en los juicios a sus lapsus de memoria.
Con estupor, el pueblo interiorizó que eso parecía funcionar: esa posición de “no sé nada, no tengo ni idea…y los problemas se desvanecerán con el tiempo”. Una actitud que valía la pena imitar a juicio de mucha gente. Y así Kohl dejó huella de cultivar la irresponsabilidad por que los problemas se resolvieran por si solos. Prometió transformar la RDA “prósperos paisajes” (Blühende Landschaften) ocurrente definición que ocultaba el expolio sistemático de la RDA.
La cancillería del socialista Gerhard Schröder (1998-2005/SPD)
Bajo su gobierno se desplegó una intensa campaña propagandista desconocida hasta entonces, campaña que inició el fin de la cultura del debate político. Se desacreditaba al adversario político y sus objetivos como propios de alguien moralmente inferior e indigno de que se le prestase atención.
Apareció una nueva jerga descalificadora, por ejemplo con el nuevo sistema para combatir el paro con la llamada Ley Hartz IV (estableciendo pagas miserables) se pasó a tildar a quienes defendían el Estado Social de atrasados y protectores de los perdedores, de aquellos que “quieren instalarse en una cómoda hamaca social” en tanto que el estado debe ocuparse de “quienes aportan rendimiento y resultados” (Leistungsträger).
Así, los intereses de las clases trabajadoras se eliminaron del debate público y se empezó a hablar de la sociedad de los dos tercios: los ganadores, los productivos y el tercio de los perdedores-inútiles. Los sindicatos se plegaron a las patronales y se transformaron en sus cómplices. Así se estandarizó el método de descalificar opiniones minoritarias. Surgieron también los programas de TV llamados “pornos-sociales” que consistían en entregar una elevada cantidad de dinero a una familia pobre y documentar que uso le daba, para después ridiculizar sus gastos. Otras series documentaban la vida de los súper ricos como contrapunto de lo anterior.
En ese período los Verdes apoyaron la guerra que desmembró Yugoslavia, apoyando la participación en ella de Alemania y dejando de ser “el partido de la paz. Así perdieron una importante seña de identidad con que habían nacido.
La cancillería de la popular Ángela Merkel (2005-2018/CDU)
Fueron 16 años de políticas radicalmente neoliberales: los intereses de la banca, las patronales y las transnacionales han sido la prioridad encubierta con la argumentación de “no hay otra alternativa”. Esa apisonadora ha generado una sensación de impotencia reivindicativa en circunstancias de empeoramiento de las condiciones de vida. Supresión de derechos fundamentales y fractura ciudadana entre obedientes –los súbditos buenos- y despreciables –los que merecen castigo.
Sé que la acogida de refugiados de nuestro Este Cercano dejó cierto impacto en las filas de la izquierda pero fue una decisión tomada sin debate en el parlamento y se ha demostrado que su motivación era abastecer a la industria con mano de obra barata a la que se impusieron salarios aún más bajos que a los trabajadores precarios.
Se acabó utilizando la pandemia para acelerar la limpieza del mercado laboral eliminando pequeñas empresas familiares, autónomos y trabajadores de la cultura. Sin iniciativas estatales de integración, se fomentó la competencia entre trabajadores nativos y los de origen extranjero, desarrollando una estrategia de choque de culturas. La supuesta integración se basó en el trabajo voluntario de gente solidaria a la que finalmente se abandonaba (y lo sé porque yo misma hice trabajo voluntario como profesora de idioma a extranjeros).
La inundación del valle de la Ahr fue otra prueba de abandono de la población afectada a su suerte.
Podríamos remontarnos a la crisis de 2008 y las brutales medidas de ajuste que Merkel impulsó respecto a Grecia, pero quizá eso es más conocido por sus catastróficos efectos económicos y políticos allí y en países del sur de Europa como España.
El gobierno de Ángela Merkel dejó flotando la idea de “ayúdate a ti mismo…y dios te ayudará”.
La cancillería de Scholz (2021…/SPD)
Es muy pronto para valorar qué ocurrirá con el gobierno semáforo presidido por Olaf Scholz pero ya se pueden detectar aspectos que no prometen nada bueno.
En su discurso de año nuevo Scholz afirmaba que “la sociedad alemana no está divida” pero la realidad indica algo bien diferente sobre todo si nos atenemos a como gestiona el gobierno-semáforo la pandemia de Covid 19. Con unos medios de comunicación muy controlados por el poder (aunque estén financiados por contribuciones obligatorias de cada hogar mediante el impuesto GEZ para radio y television) está desapareciendo la información crítica que se autocensura o sigue la corriente, por temor o interés ante las acusaciones de “negacionistas, racistas, nazis, antisemitas…”
Además de establecer a lobistas de la industria farmacéutica como ministros, se proyectó una política de enfrentamiento entre vacunados y no vacunados y a los últimos se les achacó la proliferación de contagios y muertes. En ese sentido echaron leña al fuego instituciones médicas como el Instituto Robert Koch, que sin tener poder legislativo han apuntalado con informes y estadísticas incorrectas (incluso falsificadas) el endurecimiento de políticas de recortes de derechos de manifestación: eso llevó a sustituir manifestaciones por paseos…siempre vigilados y frecuentemente reprimidos por las fuerzas de policía.
Por el momento el mantenimiento de la división social, la inexistencia de espacio de debate plural sobre la pandemia, las vacunas, los contagios, la ausencia de análisis sobre el avance de omicron y fallecimientos y las medidas coercitivas contra derechos y libertades de expresión y manifestación, continúan.
La corrupción, otra pandemia
Limitándonos a las cancillerías de Merkel y Scholz destacamos los siguientes escándalos que pueden consultarse en diversas fuentes de internet:
-Merkel situó a gentes de su confianza a sus decisiones en puestos de gran responsabilidad garantizándose “un fiel cuarto de atrás”. Instaló en 2018, como Presidente del Juzgado Supremo, al señor Harbarth y lo hizo sin ninguna transparencia. Mediante conexión directa con el señor Harbarth y sus colegas eliminó la acusación de interferir en asuntos jurídicos (transgrediendo su obligatoria neutralidad).
-La entonces ministra de defensa, Ursula Von der Leyen, incorporó a dedo asesores privados a su ministerio –sin respetar el procedimiento oficial de presentar diversas candidaturas a elección transparente. En pocos años los sueldos de los asesores externos subieron de un total de 459.000 euros a 20 millones de euros: (contratación de Katrin Suder de la empresa Mc Kinsey -en la cual trabajaba un hijo de Ursula von der Leyen – el conocido como “escándalo de los asesores”).
-Escándalos de “las mascarillas” en que están envueltos los miembros de CDU-CSU de nombres: Jens Spahn -ministro de salud-, Armin Laschet -candidato a canciller como heredero de Merkel- , Georg Nuesslein, Nikolas Loebel, Mark Hauptmann, Niels Korte, Alfred Sauter y empresarios cercanos a la CDU como Thomas Limburger y Andrea Tandler. Todos ellos se enriquecieron con la compra de mascarillas mediante el cobro especulativo de comisiones.
(… y otros asuntos oscuros)
-En el caso de la inicial cancillería de Olaf Scholz destaca el escándalo “wire –card” y “cum-ex” consistentes en el encubrimiento de negocios fraudulentos de la banca privada mediante el engaño de reembolso de impuestos de rentas sobre el capital en Bolsa (negocios inexistentes que cobraban como si existieran): el estado perdió con eso miles de millones de euros. Scholz hace frente a un juicio por encubrir esas operaciones fraudulentas.
-El actual ministro de salud, señor Karl Lauterbach, es un conocido lobista farmacéutico involucrado en favorecer la comercialización de medicamentos dudosos como el Lipobay que la casa Bayer se ha visto obligada a retirar del mercado. Lauterbach decía ya antes de la pandemia que “había que cerrar 2 de cada 3 hospitales públicos por no ser productivos”. Es decir que Lauterbach fue y sigue siendo un destroyer de la sanidad publica.
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