La nueva muerte de Abubakar Shekau
Guadi Calvo*. LQS. Mayo 2021
La degradación militar de Boko Haram, se puede adjudicar a una conjunción de distintos factores como el resultado de los intensos ataques aéreos y de artillería a sus campamentos, como el producido el pasado 16 de mayo, contra un enclave cercano a la aldea Dawuri
Como sucede cada tanto, estallan rumores sobre la muerte del emir de la banda terrorista Boko Haram, Abubakar Shekau, que dirige la organización desde 2009, convirtiéndola en una de las más letales y activas del mundo, llegando desde el bosque de Sambisa en el estado de Borno, en el norte de Nigeria, a operar con frecuencia en varios países de África Occidental como Chad, Camerún y particularmente Níger, donde una importante khatiba (brigada) protagoniza constantes ataques contra la población civil y puestos militares.
El general de brigada Muhammad Yerima, portavoz del ejército nigeriano, comunicó que el ejército esta estudiando los informes acerca de la muerte de Shekau, que desde 19 de mayo, se reiteran en diferentes agencias informativas. Según las versiones el emir, habría muerto en un enfrentamiento con un grupo de muyahidines, pertenecientes al Yama’at Ahl al-Sunnah Wal Jihad Lil Dawa (Estado Islámico de la provincia de África Occidental o ISWAP), en cercanías del bosque de Sambisa. El ISWAP, es una formación, escindida de Boko Haram, en 2016, dirigida por Abu al-Barnawi, hijo de su fundador, Mohammed Yusuf. Desde entonces, ambas organizaciones han tenido frecuentes choques, aunque los dos grupos son tributarios del Daesh global.
Uno de los comandantes del ISWAP, Baana Duguri, informó de un importante enfrentamiento el día miércoles, con los hombres de Shekau, tras haber seguido su pista durante varios días, con camionetas equipadas con armas pesadas, en procura de cercarlo y capturarlo vivo, hasta que consiguieron emboscarlo y tras eliminar a una importante número de sus escoltas, que le exigieron jurara lealtad al emir de ISWAP, al-Barnawi, por lo que al verse rodeado Shekau, prefirió inmolarse, algunas versiones indican que detonando un artefacto explosivo, mientras otras señalan que intentó dispararse en el pecho, tiro que había salido por un hombro ocasionándole importantes heridas. Por otra parte una reciente información echada a rodar por fuentes militares, adjudican la muerte del líder terrorista a un ataque aéreo del ejército, el viernes pasado en el mismo sector donde se habrían producido el enfrentamiento con los milicianos de ISWAP. Ninguna de las versiones ha sido posible confirmar.
Las operaciones de ISWAP, para capturar a Shekau, se iniciaron a principio de año, aunque fueron detenidas durante el Ramadán (13 de abril al 12 de mayo), las que habrían culminado con éxito el pasado miércoles.
El éxito de esa operación concluye, con la larga hegemonía del Boko Haram, de más de una década y generó más de 40 mil muertos y millones de desplazados, e instala a ISWAP, como la organización fundamentalista más importante de África Occidental, y que podría significar una alivio a la población civil, ya que una de las razones del sisma de 2016 entre ambos grupos fue que Shekau, consideraba como objetivo tanto a civiles como militares, habiendo producido infinidad de ataques con cientos de muertos, contra mezquitas, mercados, aldeas y estaciones de buses, en muchos casos utilizando como atacantes suicidas a mujeres y niños incluso apelando al secuestros de estudiantes como el sucedido en 2014, donde unas 300 niñas fueron sustraídas de una escuela en Chibok (Borno), operación que había vuelto a repetir estos últimos dos años, asociado con bandas de criminales comunes, mientras que al-Barnawi, plantea acciones solo contra objetivos militares y de las fuerzas de seguridad.
La posesión del estratégico bosque de Sambisa, lo que no ha logrado el ejército nigeriano, en años y ahora en manos de la ISWAP, le da acceso a un importante control de territorios y poblaciones del Borno y la mayoría de las rutas que se dirigen a la ciudad de Maiduguri, la capital estatal.
La degradación militar de Boko Haram, se puede adjudicar a una conjunción de distintos factores como el resultado de los intensos ataques aéreos y de artillería a sus campamentos, como el producido el pasado 16 de mayo, contra un enclave terrorista cercano a la aldea Dawuri, en el departamento de Konduga (Borno), en el que murieran al menos cuarenta militantes, mientras que una cantidad sin precisar resultó gravemente herida, en el marco de la nueva versión de la Operación Lafiya Dole, (Bien hecho en lengua hausa) puesta en marcha en 2016, por el ejército nigeriano, la que acaba de ser reactivada el pasado 30 de abril, con el nombre Operación Hadin Kai (Cooperación también en hausa). El ataque se produjo tras informes de inteligencia que mencionaban que los integristas, se encontraban en esa localidad para ejecutar ataques coordinados alrededor de Maiduguri. Otros de los factores que han degradado al grupo son las violentas reacciones de Shekau, con sus subordinados, lo que produce cada vez con más frecuentes deserciones y las operaciones del ejército del Chad, las que han provocado grandes bajas, a los milicianos que operaban al otro lado de la frontera. De confirmarse finalmente la muerte del emir de Boko Haram, podría producir un corrimiento de combatientes al ISWAP, lo que tampoco es un beneficio para el gobierno del presidente Muhammadu Buhari, y quizás todo lo contario ya que los milicianos bajo las órdenes del emir al-Barnawi, están mejor organizados, tienen una disciplina mucho más estricta, no se encuentran bajo la presión de los caprichos del mesiánico Shekau y cuentan con un mayor apoyo del Daesh global.
Una danza de millones de dólares
Tras la muerte de Abubakar Shekau, quedan sin dueño los siete millones de dólares que el Departamento de Estado norteamericano ofrecía a quien eliminase o pudiera dar datos concretos que pudieran llevar a la detención del terrorista, ya que Washington, se ha apurado a aclarar el jueves por la noche que los milicianos que han participado de la eliminación de Shekau, no califican para la recompensa, ofrecida por el programa global de recompensas antiterroristas destinado a rastrear a los principales jefes extremistas y otros fugitivos, con un “simpático” Tweets que advertía: “Hola, muchachos del ISIS. Para aclarar: no, no son elegible para la recompensa por información sobre su identidad o ubicación. No es así como funciona el programa”.
Shekau, aparecía en el tercer rango de recompensas ofrecidas por el programa del Departamento de Justicia norteamericano, muy por detrás de otros líderes de al-Qaeda y el Daesh, como Amir Muhammad Sa’id Abdal-Rahman al-Mawla, el sucesor de Abu Bakr al-Bagdadí, muerto en 2019, por cuya cabeza se ofrece diez millones de dólares, al igual que por la de Saif al-Adel, un importante jefe de al-Qaeda, para muchos el según en la línea de sucesión detrás del actual emir Ayman al-Zawahiri, sucesor de Osama bin Laden, que representa el premio mayor con 25 millones de dólares.
Mientras todavía nadie puede confirmar fehacientemente la suerte de Shekau, si se conocen la fuerte del jefe del ejército nigeriano, el teniente general Ibrahim Attahiru, junto a otros diez oficiales, tras accidentarse el avión en el que viajaban, cerca del aeropuerto de Kaduna, en el norte del país, sucedida el pasado día veintiuno.
El general Attahiru, había sido nombrado en su puesto, por el presidente Buhari, en enero último en un momento en que surgían versiones acerca de inestabilidad en los mandos militares, lo que podría haber eclosionado en un golpe, lo que imprime al accidente ciertas sospechas.
Más allá de las versiones de muertes y accidentes, la realidad de Nigeria, el país más poblado del continente con 215 millones de habitantes, es que sigue asolada por la pobreza, la corrupción crónica tanto de sus líder políticos, funcionarios y empresarios, que provoca la piratería en sus costas, el incremento de la delincuencia en el sur del país, vinculada a carteles de la droga, y el robo de petróleo, el saqueo a sus inmensos recursos petrolíferos por parte de empresas occidentales, que han contaminado inmensas áreas agrícolas, ahora inservibles para el cultivo y contaminando tanto sus costas marítimas y ríos, provocando el fin de la pesca, de la que históricamente han vivido generaciones. Cuadro desesperanzador que da oportunidad para que personajes como Shekau, puedan digitar la suerte del país, más allá de que lo maten una y otra vez.
* Escritor y periodista argentino. Publicado en Línea Internacional
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