La pena de muerte, ¿es intrínseca a la humanidad?
Por Nònimo Lustre. LQSomos.
En 1934, se descubrió la Cova Remigia (CR; Castellón) un abrigo rocoso que albergaba 759 elementos pictográficos a los que, en 1988, se añadieron otras 285 figuras. Aunque los arqueólogos no se ponen de acuerdo sobre su edad, la sitúan en una horquilla entre los 7.000 y, más probablemente, los 9.000 años ap (=antes del presente, bp en inglés) o circa el Epipaleolítico, Neolítico y Bronce.
Entre los cientos de pinturas, encontramos cinco extraordinarias que estaban catalogadas como “escenas de ejecuciones” (vid ilustraciones infra) Según las describe Sarriá, “las figuras flechadas, sin pelotón pertenecen a las figuras estilizadas más naturalistas, mientras que las figuras flechadas con pelotón, son de pequeño tamaño y ofrecen características esquemáticas o semi-esquemáticas”. Y continúa con unas exégesis que nos parecen dudosas: “Estas escenas de sacrificio, tan escasas dentro de este estilo [levantino], deben estar de algún modo relacionadas con normas jurídicas sobre el territorio de la caza. En opinión de Viñas y Rubio se trata de ejecuciones simbólicas que «podrían corresponder a dos tipos de sacrificios: muertes por aplicación de reglas jurídicas o políticas; o bien muertes por ritual estrictamente religioso» (nuestras cursivas y negrillas) Pese a su evidente ucronía, admitimos la obviedad de que, hace casi 10.000 años, había ‘normas jurídicas’ –había normas pero no jurisdicciones. En cuanto a que fueran muertes ‘rituales’, misma objeción: existían ritos pero no sabemos hasta dónde alcanzaban ni tampoco si eran predeterminados por lo que el uso de ese término no está plenamente justificado -¿llamaríamos rito al banquete de un predador cuando devora a su presa? Pero, finalmente, atribuir un carácter religioso a aquellos ritos, es una extrapolación anacrónica –salvo que veneremos ciegamente la atemporalidad/eternidad y la universalidad de la religión, extremos que no compartimos (vid Sarriá Boscovich, Elisa. 1988-1989. “Las pinturas rupestres de Cova Remigia (Ares del Maestre, Castellón)”; en Lucentum, VII-VIII)
Comentando las mismas cinco escenas de la Cova Remigia, otro autor afirma que, en la Prehistoria, “matar a miembros del grupo era moralmente condenable pues el precepto “no matarás” es muy anterior a la Biblia.” ¿Qué significa moralmente? Es inadmisible que, velis nolis, Bohem eleve a la categoría de doxa lo que es un postulado (seguramente heterodoxo) a demostrar: que la moral existe desde antaño. Lo cual puede ser cierto si ampliamos su campo semántico hasta la animalia (y la flora) puesto que la hay hasta en las bestias –por ejemplo, para redistribuir el trabajo y la comida- pero que necesariamente tendría que ser distinta a la moral actual desde el momento en el que ésta se fue construyendo a partir de las diferentes morales que aportaban cada rama del Homo sapiens –y eran muchas y con muy diferentes capacidades craneales. Continúa el misma autor que “Hoy, los pueblos de cazadores-recolectores que conocemos en las seis regiones del Globo, practican la pena capital”. Otra más que dudosa extrapolación pues, reduciéndola al absurdo, lo que ahora entendemos por ‘pena capital’ existe en todas las sociedades, estén camufladas en los pueblos civilizadas o abiertas a los etnógrafos en los pueblos salvajes (cf. Christopher Boehm. Nd. “Prehistoric capital punishment and parallel evolutionary effects”, en Minding Nature, 10.2)
Segundo caso: en 2013, se encontraron otras supuestas pruebas de que las ejecuciones existieron hace, esta vez, hace sólo unos 8.000 años. Nos referimos a la fosa común de Halberstadt, Sajonia-Anhalt (Alemania) Fechada en el primer Neolítico, Meyer sostiene que, en aquel período, se produjo un crecimiento, inédito hasta entonces, de violencia letal colectiva en lo que denomina el Linearbandkeramik. Es interesante que lo practiquen comunidades sedentarias que comenzaban a ejercitarse en la agricultura. En Halberstadt, se ejecutó a gentes no locales, casi exclusivamente machos adultos a quienes, sistemáticamente, mataron de mazazos en el occipucio. Demostración de que eran ejecuciones: sus sistematicidad y el descuidado modo de enterramiento (cf. Christian Meyer et al. 2018. “Early Neolithic executions indicated by clustered cranial trauma in the mass grave of Halberstadt”, en Nature Communications vol 9, artº 2472 )Halberstadt: Posiciones aberrantes de algunos miembros fracturados peri y/o posmortem –húmero en amarillo y fémur en rojo.
En resumen, dos ejemplos ‘pleistocénicos’ de tortura, escarnio, ligereza y desinterés sistemático que abundarían el calificativo de ejecuciones. Sin embargo, no son suficientes ejemplos para asegurar que su (supuesta) sistematicidad fuera un rasgo propio de Homo s. puesto que, al no contar con otros elementos comparativos, ni siquiera lo demuestran en estos dos casos concretos. Obviamente, andando el tiempo, encontramos más que suficientes ejemplos de ejecuciones sistemáticas. Tres ilustraciones:
Por comparación, eliminamos que las ejecuciones neolíticas fueran sistemáticas. Ahora bien, yendo al meollo, ¿por qué colegimos que eran obras premeditadas e intencionalmente letales y no batallas, duelos singulares, emboscadas casuales o reflejo pictórico de deseos voluntaristas? A nuestro leal saber y entender, lo colegimos porque es la idea dominante en el imaginario reinante. Pero, si vemos nuestro actual marco cultural de la ciencia como necesariamente efímero, concluiremos que su hegemonía es difícilmente transferible a tiempos remotos. Hoy creemos que la pena de muerte es propia de las épocas oscuras de la Humanidad, por suerte superadas por el Progreso de la Moral –difícilmente reuniríamos tantas frivolidades y tantos eurocentrismos en una sola frase. Pero, si no creemos en general –maldito verbo creer-, si somos descreídos, podemos usar nuestro sentido común y soltar nuestra imaginación para profundizar en otras perspectivas. Pongamos por caso, que los arqueros de Cova Remigia soñaban con asaetar a algún enemigo –humano o fantástico. Y que los huesos de Halberstadt fueron descoyuntados peri o posmortem por a-saber-quién, no obligatoriamente verdugos.
¿Innata o simplemente antigua y moderna?
En la práctica, la irrupción de esas (repetimos, supuestas) ejecuciones coadyuva a reforzar el argumento de que es ineluctable la Maldad y/o la Lucha intra-específica del Homo sapiens –vuelta al homo hominis lupus est. Y la Maldad es sinónima de egoísmo pero no vamos a entrar en el debate altruismo/egoísmo. No nos hace falta porque los hallazgos paleontológicos son confusos. De Lucy, la famosísima Eva de hace unos 3 millones de años, conocemos sus huesos –pero nada más. También conocemos su entorno medioambiental… pero no tenemos ni idea de su organización social por lo que eso de conocer deberíamos sustituir por imaginar, especular, etc.
Las enciclopedias nos adoctrinan en fruslerías como que la pena capital ya aparece en el Código de Hammurabi (hace ca. 3000 años) Ergo, es tan antigua que es consustancial a la especie humana. En el fondo, justificamos nuestra creencia al suponer que el ‘ojo por ojo’, es mucho más que una anécdota novotestamentaria. Pero el Talión no sólo fue corregido en el Nuevo Testamento sino que, además, ha sido denostado durante milenios. Aun así, que haya sido ‘derogado’ no desmiente la presunción de su intrínseca humanidad. En efeto, podríamos seguir entendiéndolo como rasgo natural humano… si nos olvidamos del paso de la Historia y de las Culturas. Huelga añadir la lista de características humanas que, quizá, fueran ‘naturales’ pero que ya no lo son. Natural es tener huesos fracturados y por ello se inventaron las prótesis. Natural sería conservar el cuerpo original pero ahora hay ciborgs, zombies electrónicos y etcétera. Natural es morir… y nada se ha inventado para solucionarlo porque lo único constitutivamente propio de la Vida es la Muerte.
No vamos a loar el Progreso y, menos, el inefable “progreso moral” –por no decir majadero-puesto que tenemos pruebas de que unas veces ha sido nefasto y otras, beneficioso. Despejamos al progreso de su teleología disneyana para sentarlo en la in-significación de sus fines. Desde esta óptica, las ejecuciones comentadas representan unos casos absolutamente contrarios a la ineluctabilidad de cualquier rasgo que hayamos encontrado en el pasado –además, los dos casos citados son bastante recientes, son arqueológicos antes que paleontológicos. Al revés de la ideología dominante, que haya habido (dudosas) ejecuciones neolíticas sólo demuestra el paso efectivo de la Cultura contra lo que ahora entiende el vulgo como Naturaleza. Pero siempre recordando que, vistas las mortandades inéditamente masivas que estamos presenciando, el caso general de la pena de muerte nos enseña que el progreso ha sido nefasto. En el Neolítico, cuando la población europea ascendía a un puñado de miles de individuos, el asaetado de Cova Remigia suponía la eliminación de buena parte del pueblo enemigo. Peor les fue a las numerosas ramas de homininos, homínidos y pueblos ‘pre-históricos’ que fueron borradas del mapa. Pero es todavía más catastrófico el panorama moderno, cuando es costumbre borrar del mapa a países enteros.
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