La reina muy de cerca, los vasallos y los villanos

La reina muy de cerca, los vasallos y los villanos

El alcalde Barroso ha sido elevado a la categoría de esperpento, de monstruo de feria que va paseando su republicanismo sin que nadie o casi nadie haya salido a la palestra a defender su postura. Trasciende del señor Barroso, quizá por su manera de expresarse, su faceta de personaje populista por encima de la de cargo público poniendo en jaque a la monarquía. Una visión interesada de los medios de comunicación que elevan a la categoría de anécdota una grave denuncia, quedándose el público con la sensación de que se trata más de un circo para divertir a la audiencia y pasando el mensaje transmitido a la consideración de chiste, no a la carga de profundidad contra la moralidad y la ética de la monarquía. Y no me refiero a los “polvos reales”, denominación barrosiana, a mí, como a él, no me importan los temas de testas cornamentadas, pero lo que tengo muy claro es que no quiero sufragarle las juergas al Borbón (recordemos que el rey llamaba cabrona a la reina ¿por algo sería?). También ha quedado en la categoría de anécdota las reiteradas denuncias del coronel Martínez Inglés, otro personaje considerado de Reality que no debe merecer ninguna credibilidad, pasándose por alto el que la justicia portuguesa haya admitido a trámite la denuncia presentada por este para que sea investigado el crimen cometido en Villa Giralda. Parece ser que en Estoril un Borbón mató a otro, uno que ya no era tan niño y que conocía perfectamente el manejo de las armas por hallarse en la academia militar de Zaragoza, ya sabemos que la historia está llena de accidentes Reales.

A todo esto estalla la polémica por el libro de Pilar Urbano, “periodista” de la Obra, que no goza de mis simpatías y sobre la que quieren hacer recaer toda la controversia creada. Qué raro que nadie ataque a la editorial Planeta que es quien ha editado el libro. Creerse a estas alturas la versión de la Casa Real, que lo controla todo, sobre que desconocía el contenido del libro es de ser iluso. Es impensable que no tuviera un ejemplar antes de ir a imprenta, si el funcionario de turno no ha hecho bien sus deberes o la reina, en su corta mirada, no vio las consecuencias de sus palabras es otra cuestión. Ayer decía un editor republicano que hay que tener sentido de Estado y que no se pueden publicar esas cosas, editor del libro de Vilallonga sobre el rey. La verdad es que con republicanos de esta índole no veremos nunca la Tercera, una cosa es decir que lo eres, y quedar muy bien, y otra actuar como tal, ¿o es que el miedo sigue impreso en su código de actuación? ¿Qué es eso de sentido de Estado?

Lo peor fue cuando un oyente valiente, con voz entrecortada por el nerviosismo, se atrevió a llamar a La Ventana de la Ser para expresar ese secreto a voces, que es que la monarquía es heredera de la dictadura y que vive a nuestra costa gracias a Franco. Si hubiera hecho esas declaraciones en la plaza pública hubiera sido lapidado por unos tertulianos, Carnicero al frente, que salió a defender el pleito cual caballero de la corte del Rey, diciendo que el monarca estaba ratificado democráticamente en su cargo por todos los españoles con la constitución que tuvimos a bien adjudicarnos. Le recordaré al Sr. Carnicero, que esa noche debió dormir delante de la puerta del colegio electoral para ser el primero, que hubo españoles que no contestaron afirmativamente entonces a la pregunta trampa y que una gran parte de los actuales españoles no lo pudimos hacer por cuestión de edad. Pero no es ese el asunto, sino el que expone Manuel Saco en El Público, que lanzó a los kioscos una portada histórica. La cuestión no es si se debió preguntar ¿República o monarquía? sino que lo que había, y hay, que dirimir, es si queríamos, o queremos, democracia o monarquía, ya que esta monarquía por origen y todas por definición no es democrática.

Para que el esperpento esté presente de verdad, el sr. Zapatero, después de sus gloriosas palabras con las que aseguraba que el franquismo había sido absolutamente juzgado por la historia, pasa de humillar públicamente a aquellos que aún esperan una mínima justicia por haber sido víctimas de una dictadura asesina, a humillarse a si mismo, defendiendo el papel de la reina y de la casa real.

Porque lo cierto es que la monarquía no se siente tan bien tratada por los gobiernos de derecha como por los de “izquierda”, auténticos defensores a ultranza de la institución, que escupen sobre la república y los republicanos con ese servilismo genético que los acompaña. La impronta de la Transición, que urdieron entre todos, para convertirnos en vasallos de una monarquía decadente.

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