La universidad española ante el genocidio: el silencio y el clamor

La universidad española ante el genocidio: el silencio y el clamor

Por Irina Fernández Lozano*

En la universidad podremos, en fin, ponernos de acuerdo en proteger a una flor del jardín de la facultad de ser cortada, no por la importancia de la flor (que la tiene, pobre de ella) sino porque su protección, en realidad, es blanca como las nubes primaverales que mientras escribo estas líneas observo desde mi ventana: no hace daño a nadie. Pero no nos ponemos de acuerdo en informar a la comunidad universitaria sobre el genocidio que está perpetrando un estado amigo, porque al sentido común se trata de imponer el relato de que ante este conflicto político tenemos-que-ser-neutrales

Las Universidades en la Promoción de los Derechos Humanos y la Democracia

“Miles de familias han perdido a sus seres queridos o han sido aniquiladas. Muchas no han podido enterrar y llorar a sus parientes, viéndose obligadas en cambio a dejar sus cadáveres descomponiéndose en las casas, en la calle o bajo los escombros. Miles han sido detenidos y sometidos sistemáticamente a tratos inhumanos y degradantes. El incalculable trauma colectivo se vivirá durante generaciones”.

Informe de la Relatora Especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967, Francesca Albanese. 25 de marzo de 2024.

Son funciones de las universidades: (…)

f) La generación de espacios de creación y difusión de pensamiento crítico.

h) La formación de la ciudadanía a través de la transmisión de los valores y principios democráticos.

Ley Orgánica 2/2023, de 22 de marzo, del Sistema Universitario (LOSU), artículo 2.

El día 10 de abril de 2024 fue un día hermoso para la universidad española: congregó a unos cuantos miles de almas para escuchar simultáneamente, desde más de 50 ubicaciones repartidas por todo el territorio español, una misma voz.

La voz que nos unió no era otra que la de la Relatora Especial de Naciones Unidas sobre el Territorio Palestino Ocupado, Francesca Albanese, mujer clara y directa, que, sin quebrársele la voz, nos resumió todo lo que se puede resumir la amplia evidencia disponible que demostraría que el estado de Israel está cometiendo, actualmente, un delito de genocidio.

La mal llamada “guerra de Gaza” (guerra de un solo ejército) iniciada bajo el pretexto de la defensa propia ante los terribles atentados perpetrados por Hamás el 7 de octubre (que acabaron con la vida de algo más de 1000 personas), ha dejado más de 80 niñas y niños asesinados al día durante medio año (más de 12.000 en total, hasta donde se sabe), en un contexto de destrucción prácticamente absoluta de todo tipo de infraestructuras, incluidas la mayoría de los hospitales y todas las universidades. Un catálogo de los horrores que no les vamos a detallar en este artículo, pero que, en un momento anímicamente propicio, pueden leer en las propias palabras de la relatora, en su informe Anatomía de un genocidio. Un genocidio en el siglo XXI. Tan cerca que nos ciega.

Quien escribe estas líneas confiesa que este acto fue lo más parecido a la ilusión que le ha insuflado un grupo de personas adultas en los últimos seis meses, afectada como he estado y estoy de pesimismo antropológico en fase aguda. Pero no toda la comunidad universitaria española, empezando por sus autoridades, compartió esa “ilusión”. Vale la pena detenerse en las reacciones que suscitó hablar de genocidio en presente continuo, porque estas reacciones, como las del resto de la sociedad y los gobiernos hacia lo que está ocurriendo en Palestina, forman parte de un capítulo de la historia que se está escribiendo en estos momentos.

La universidad española ante el genocidio: ver para no creer.

El acto fue cancelado en la Facultad de Derecho de Sevilla por considerarse de “contenido político”, y cuanto menos criticado, por el mismo motivo, por el personal docente de otras facultades. Figúrense la osadía: invitar a una jurista, nombrada relatora por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, a una Facultad de Derecho. Evidentemente, el motivo para condenar el acto como “político” no se sostiene, porque en la universidad se habla de política constantemente: la mayoría de las veces, ciertamente, sin pena ni gloria.

El acto y sus reacciones nos ha mostrado en toda su crudeza una realidad cruel: da igual cuan evidente sea la violación de derechos humanos, si quien los viola ostenta poder. El poder necesita perpetuarse y trata de dominar, para ello, también, una de las armas esenciales: la construcción del relato. En la universidad nos podemos poner de acuerdo en guardar cinco minutos de silencio ante un asesinato, si quien lo comete es un don nadie: el don nadie ni se entera. No pondremos también de acuerdo para celebrar un acto para reivindicar el cumplimiento de los ODS en la universidad, no por la relevancia y la urgencia de los ODS (que las tienen) sino porque, de tan abstractos, se nos escurren entre los dedos como el agua de la fuente antes de llevárnosla a la boca, y no sabemos bien qué hacer con ellos, aunque los seguimos queriendo.

En la universidad podremos, en fin, ponernos de acuerdo en proteger a una flor del jardín de la facultad de ser cortada, no por la importancia de la flor (que la tiene, pobre de ella) sino porque su protección, en realidad, es blanca como las nubes primaverales que mientras escribo estas líneas observo desde mi ventana: no hace daño a nadie. Pero no nos ponemos de acuerdo en informar a la comunidad universitaria sobre el genocidio que está perpetrando un estado amigo, porque al sentido común se trata de imponer el relato de que ante este conflicto político tenemos-que-ser-neutrales.

Mucho se escribirá, ténganlo por seguro, sobre las formas que este silencio ha tomado: desde su forma más radical (el fanatismo proisraelí: todo vale menos el antisemitismo), evidente sobre todo en Alemania, país marcado aún por el trauma colectivo, que llega también a sus universidades, hasta la anestesia colectiva frente al sufrimiento en el llamado sur global y en particular en Oriente Medio: a fuerza de tanto verlo, el dolor de una madre frente a su hija muerta, si lleva velo, parece menos dolor.

El clamor

Junto al silencio, el clamor y su fuerza: había ganas de escuchar a la relatora porque las y los estudiantes asisten a la universidad, entre otros motivos, para que les ayuden a entender el mundo. Los aforos se completaron en muchas de las más de cincuenta ubicaciones y las universidades, poco a poco, están suspendiendo las relaciones con Israel, pues a la luz sencillamente de sus propios códigos éticos y estatutos, estas relaciones son ahora mismo insostenibles.

Concluyo ya, lanzando un último mensaje a las y los estudiantes que leen estas líneas: si no pudieron asistir al acto, vean el vídeo con la intervención de la relatora, que debe de estar ya disponible aquí. Recuerden también sus clases de historia en el bachillerato, cuando les hablaban de las razones del origen de la Sociedad de las Naciones o de la Organización de las Naciones Unidas. Ustedes son probablemente jóvenes y tienen la mente y el alma menos cargada de prejuicios que las y los profesores que tanto les “enseñamos” en la universidad. Así que yo no añado nada más. Juzguen ustedes.

* Profesora de sociología, UNED. Nota origina publicada en Espacios de Educación Superior.

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