La voz de los “jándalos”
De esta guisa, Teófila Martínez se adhiere a esa corriente del PP dispuesta a esquilmar hasta la médula de los pasajeros de este autobús averiado de país. Se justifican a sí mismos con el famoso argumento de que “vivíamos por encima de nuestras posibilidades”. ¿Quiénes?¿De qué posibilidades? En cuanto al bien constitucional de la salud, por ejemplo, teníamos hospitales públicos que eran la envidia de la UE; y, ahora que están pasando a las garras de los amigos de Teófila, no hay ni para gasas. En Andalucía se atendían incluso hasta los casos de transexualidad. Y eso, según las teorías teófilas, no sólo es un derroche sino un escándalo contra natura. El que quiera cambiarse de sexo que se lo pague, igual que el aborto o un dolor de muelas.
Pero las cosas y las trayectorias se ven más claras cuando se contrastan con lo orígenes de cada cual. En este mundo se puede huir de muchas cosas, pero el origen persigue; y en cuanto se baja la guardia de las conveniencias, te asalta y hasta te puede poner en evidencia.
Al igual que otro ilustre hijo andaluz del país, Felipe González, Teófila Martínez es oriunda de Cantabria, región antes llamada la Montaña. A sus antepasados les llaman “jándalos”. Habitualmente eran ganaderos lácteos cuya primeriza intención era emigrar a América, huyendo de la miseria endémica del norte peninsular. Aunque, por hache o por be, por falta de recursos normalmente, no cruzaban el charco. Decidieron encallar su patera emigrante sobre todo en la provincia de Cádiz. Y allí se quedaron, criando vacas. Más tarde fueron controlando la mayor parte del gremio de la hostelería. Hasta conseguir tener una alcaldesa “jándala” "pepera" y en twitter.
En cuanto les pones o no rezas amén a sus desvaríos y ruindades, estos especímenes de la derecha ultrazul saltan como chinches. Lo que ha ladrado Teófila sobre los pobres y Twitter viene a ser un trasunto de cuando, durante el viejo régimen, las damas católicas cuando le daban limosna al salir de misa debidamente purificadas: “Tome, buen hombre, ¡pero no se lo gaste en vino!”. Así era.