Las guerras. La Paz como objetivo educativo
Rafael R. Marrero*.LQSomos. Marzo 2016
No parece que estemos teniendo éxito en una de las tareas que la legislación educativa encomienda a las escuelas. Creo que, pese a los esfuerzos docentes, no se está consiguiendo hacer realidad uno de los principales objetivos -“la formación para la paz y la resolución pacífica de los conflictos”- que la sociedad asigna a la institución escolar. Me atrevería a afirmar que, quizás, el fracaso en los múltiples intentos por alcanzar tan loable meta esté relacionado con la pérdida creciente del “influjo” de las propias instituciones educativas en las generaciones más jóvenes. Aunque esta última afirmación bien pudiera presentarse como justificación a semejante descalabro.
Tras varias décadas y no pocas leyes educativas promulgadas en España después de la Constitución del 78’, el otrora poderoso “impulso pacifista” de la ciudadanía (obligada a transitar unos buenos años de sus vidas por las instituciones escolares) en línea a aquel encomiable objetivo ha decrecido; mientras, hemos visto acrecentarse los conflictos entre pueblos, países y “culturas”(1)
Algunas personas afirmamos, desde el desconcierto y la indignación, que estamos inmersos en una tercera guerra mundial. Si las dos primeras tuvieron un marcado carácter continental (por haberse centrado sus acciones especialmente en Europa) la actual presenta un carácter global pues expande su miseria y destrucción dispersándose por prácticamente todo el planeta.
La afirmación precedente se asienta en una certeza. Hoy, los seres que habitamos la Tierra padecemos la lacra que suponen más de treinta conflictos bélicos (de desigual intensidad) repartidos por el planeta. La inmensa mayoría de ellos provocados, impulsados, influenciados, bendecidos por los poderes de los territorios llamados de primer mundo. Este en que nosotros presumimos estar instalados.
En 2014, según ACNUR (2) fueron casi 60 millones de personas las que se vieron obligadas a desplazarse a la fuerza por el mundo, huyendo en su mayoría de las “armas de destrucción masiva” que las guerras propagan. Mientras tanto, el primer mundo (principal beneficiario del “negocio armado”) construye muros, altas vallas y rejas electrificadas, que sirven de defensa física a las fortalezas jurídicas que ha elaborado al objeto de impedir que cuantos huyen puedan encontrar cobijo seguro frente a las penurias y la muerte salvaje.
Los ejércitos otánicos son escrupulosamente entrenados para saquear recursos naturales en diversos territorios (terrestres y marítimos) y dominar a poblaciones enteras. De esta guisa, pretenden garantizar nuestros hábitos de consumo, nuestro estilo de vida; ese, cada vez más desigual, que padecemos en el mundo occidental.
Y, como justificación a tanto genocidio, exportamos mediáticamente nuestro humanitarismo y la defensa descarnada de unos derechos que no se corresponden a aquellos declarados, con tan buenas intenciones, tras los dos grandes conflictos bélicos del pasado siglo.
La cooptación, por parte del bloque de poder dominante, de los representantes políticos que han ocupado cargos en los gobiernos de las instituciones del estado español surgidas de la Constitución monárquica del 78’ ha llevado a estos al empleo refinado de unos lenguajes en flagrante contradicción con sus prácticas; así, les hemos descubierto de un lado, defendiendo teóricamente objetivos en pro de “la resolución pacífica de los conflictos” (a la que tanto apelan, como hemos ejemplificado, a través de la legislación educativa) y de otro, impulsando con denuedo y alimentando (con el dinero de todas) el conglomerado militar-industrial que acrecienta conflictos dejando miseria, destrucción y muerte a su paso.
Las personas jóvenes que han transitado por los espacios escolares como aprendices en la España post-constitucional bien debieran recuperar aquel gran objetivo que las leyes proponían; aún, incluso, pese a la hipocresía de los legisladores. Deberán también estar al acecho: las murallas que se han ido construyendo dejan a las mayorías fuera; y los ejércitos que hoy ensayan la destrucción y la muerte en lugares aparentemente lejanos, mañana operarán dentro defendiendo a los poquísimos cobardes -los detentadores del poder- protegidos en los interiores de sus fortalezas.
Así, las personas habitantes en la España anónima, deberán convenir que los papeles aguantan bien las declaraciones con buenas intenciones contenidas en varias de las leyes educativas promulgadas. Aunque tan sólo sea para salvaguardar, revitalizando, los numerosos intentos que desde los espacios escolares se continúan realizando para hacer realidad objetivos loables que los legisladores aprueban desde sus cómodos y respetables sillones tratando de disimular su, evidente, contradictorio lenguaje.
Notas:
1.- El “choque de civilizaciones”, teoría que manejaban halcones norteamericanos (S. Huntington et col.) sirvió para justificar el mantenimiento de la tensión belicista tras la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría.
2.- Informe “Tendencias globales. Desplazamiento forzado en 2014” del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)