Las necesidades de Obama

Las necesidades de Obama
En la insistente marcha atrás de libertades que imperan en el mundo “libre” neoliberal, se vuelven a recuperar aquellos grises fotogramas de rancio argumento. Aquel celuloide maniqueo donde los buenos eran muy buenos y los malos malísimos y capaces de cualquier cosa. En un mundo donde la vulgaridad es ley de resignado consumo, y el muermo liberal el aire precario que se respira por doquier, estábamos a falta de emociones. Y qué cosa más excitante que una buena persecución, por tierra, mar y aire, de unos traidores digitales de amplio espectro. Al soldado Manning ya lo están jibarizando psicológicamente en la barbacoa de la Ley del Talión. Es el chivo expiatorio ideal, por destapar las vergüenzas de los EEUU. Y luego entregárselos a los archivos bucaneros de Wikileaks. Por su parte, a Edward Snowden, el ex colaborador arrepentido de la vergonzosa NSA, le están pisando los talones. El hombre está buscando una aguja en un pajar. Un país partidario de la libertad de expresión, donde guarecerse de las democráticas iras de Obama, vendido éste ya definitivamente a las infatigables reglas del espectáculo.

Barack Obama, el negro Tío Tom que ascendió a la cúspide política en tiempos de vacío político. Una era donde los que mandan en el mundo son los que manejan el índice Nasdaq de la Bolsa de Nueva York. El marketing de las barras y las estrellas necesitaba la novedad de un revulsivo en las urnas asmáticas de votantes, tras el paso por el despacho oval del tifón filofascista de Bush hijo. La bolita de Las Vegas cayó en el casillero de un candidato afroamericano. Y se resolvió así, con el adecuado eslogan, una propagandista novedad: “We can”. Despejada la incógnita del racismo institucional, la próxima vez utilizaran el gancho del feminismo galáctico. En el circo americano se mostrará “la primera mujer candidata al gobierno del país más poderoso del mundo”. Ya tienen la referencia europea de Thatcher y Merkel.
Cuando el materialismo judeocristiano de los ricos se alza como la única sociedad posible, aunque sea en la bancarrota total y a costa del destripe eliminatorio del planeta, se hacen necesarios los retóricos, los pergeñadores de bonitos discursos, los populistas, los oradores. Los que utilizan la política como un púlpito, en aquellos países donde el púlpito no es católico. Obama y vuelta a empezar. Obama no cierra el gulag de Guantánamo. Obama no sale del invadido Iraq y Obama ya está metido en Siria. Un Obama necesitado de espiar a la sociedad civil y luego justificarlo como imprescindible, lo cual es una confesión de derrota democrática muy grave.

Según la física elemental, no desmentida aún por la mecánica cuántica, aquello que no va para adelante va para atrás, Así que tenemos el espectáculo de la caza al hombre por todos los continentes y embajadas USA. Edward Snowden es la presa. Huyó de Honk Kong embarcado en un apresurado avión de Aeroflot. La jauría perseguidora sigue alterada en un nivel de alta efervescencia. Estamos degustando un genuino plato de nostálgica “guerra fría”. Consiste básicamente en un menú de espías que se escapan de manera rocambolesca de las garras del país más líder del mundo.

En el caso Snowden, la CIA de Obama (ese sepulcro blanqueado) ha perdido el primer combate contra el siniestro Putin de la rival ex KGB del capitalismo postsoviético.

Hay gestos que se deducen de una perentoria necesidad de imagen. Resulta sintomática la visita de Barack Obama a Berlín para insistirse como Kennedy negro. En la capital de Alemania, Kennedy dijo aquello tan celebrado de “soy un berlinés”, pero también habría espiado. El Partido Demócrata sigue ensimismado en el mito K., a falta de otra cosa menos muerta. Precisamente Berlin fue el epicentro del espionaje a todos los niveles en esa película de Orson Welles que fue la “guerra fría”.

 
 

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