Líbano como experimento

Líbano como experimento
Imagen: Stringer/REUTERS

Por Nònimo Lustre

Por cuarta vez, Pissrael (antes, Tierra Prometida) ataca el Líbano por tierra, mar y, más mortíferamente, por aire. Esta vez, su ejército dice que busca asesinar a los líderes de Hizbulá mediante meras “incursiones terrestres limitadas, localizadas y selectivas” que, en su fase intensiva, durarán sólo 2 o 3 semanas… Lo mismo dijo en las invasiones anteriores de 1978, 1982 y 2006, pero con un matiz que sólo entenderán los eruditos: que los palestinos no son su pretexto habitual puesto que Hizbulá es suní con algunos chiitas, pero no palestina. ¿Pensará el Tsahal que, con el genocidio de Gaza y Cisjordania, Palestina ha dejado de existir? Saben que no. Entonces, ¿por qué un neo-país de 10 millones de fanáticos (y 6 millones fuera) quiere aplastar a un paisito con 5 millones de ciudadanos que sólo disponen de 10.000 kms 2.

Además de lo obvio -que se lo ordenan los EEUU-, hay un matiz muy relevante: Líbano es un país auténticamente pluri-multi y no sólo en lo religioso -que también. Por ende, sospechamos que Washington ha encargado para el país de los cedros -alguno queda-, un experimento que, independientemente del resultado bélico, le sirva de borrador para una futura eliminación de una sociedad plural tan peligrosa para la paz mundial.

En un planeta abocado a la homogeneización, una sociedad diversa, multiétnica y plural como es Líbano supone una bomba de relojería que detestan las potencias hegemónicas -USA, China, Japón, Vaticano, Europa, etc. Para estas malignas Hermanas, la diversidad social es aún más peligrosa que la biodiversidad natural. De ahí que suscriban sin ambages toneladas de papeluchos dizque ecologistas y/o conservacionistas siempre que sólo atañan a la Naturaleza -aunque deberían entender que la hecatombe del puerto de Beirut (04. VIII. 2020; 2.700 tns del fertilizante nitrato de amonio que estallaron causando más de un centenar de víctimas mortales) es un tema agrario más que un accidente laboral o portuario. Pero, simultáneamente, es tabú aludir siquiera a la pluralidad social y, por ende, sobre la estupenda variedad libanesa, no sabe-no contesta.

Datos sobre la pluralidad libanesa

No existen datos oficiales de los porcentajes respectivos de las poblaciones musulmanas y cristianas. Pero, tomados con muchas precauciones, podríamos decir que hay 63,6 % de musulmanes (incluyendo drusos), 35,9 % de cristianos y un 0,5 % de judíos. Claro está que éstas proporciones varían según cada fuente. Ejemplo: para la CIA del año 2014, los musulmanes serían el 54% (27% sunni, 27% chiita), cristianos 40,5% (21% maronitas católicos, 8% griegos ortodoxos, 5% melquitas católicos, 1% protestantes y un 5,5%, otros) Además, habría un 5,6% drusos y un número muy pequeño de judíos, bahaíes, budistas, hindúes y mormones. En otras palabras: Líbano reconoce oficialmente a 18 grupos religiosos.

En lo que respecta a la diversidad política, un país tan múltiple dio una lección de democracia desde sus primeras leyes. Ejemplo, la (seudo y vetusta) constitución dicta que el presidente de la República debe ser un cristiano maronita; el primer ministro, un sunní y el presidente del Congreso, un chiita -una ley que no siempre se cumple.

Asimismo, Líbano, la antigua Fenicia, tiene fama de acoger a las minorías perseguidas. Ejemplo, los armenios (4 %) y los palestinos (9,5 %, siempre en campos de refugiados) y, especialmente, los sirios (cerca de 2 millones) Con tantas minorías/mayorías, surge el tema de la identidad nacional libanesa (ver Amin Maalouf, Les Identités meurtrières) Resumida: se basa en arabidad lingüística, autonomía política, historia común y, entre las élites, la lengua francesa.

Entre la opresión armada de Pissrael, la escasez de recursos naturales y la infinidad de injerencias extranjeras que ha sufrido Líbano, más de dos millones de personas de origen libanés se extienden por todo el mundo -sólo entre 1975-2011, casi 2 millones emigraron del Líbano. Por su añeja pertenencia al Imperio Otomano, en América Latina son llamados “turcos” -el más conocido es el multimillonario Carlos Slim quien erigió en México DF el faraónico museo Sumaya en honor de su finada esposa.

Habiendo partido de la (arriesgada) creencia de que la invasión actual es un experimento (no propio sionista sino encargado por Washington) sobre los peligros que encarna la diversidad cultural -i.e., religiosa- libanesa contra la homogeneización planetaria, no por ello hemos olvidado que Pissrael acogió con sumo gusto la comanda porque los carniceros de esta teocracia militar sueñan con ser monolíticamente iguales a sí mismos: una potencia mundial que da ejemplo sobre cómo se puede eliminar la diversidad étnica -i.e., bombardeando a los diferentes, en Líbano, parece ser que con fósforo blanco.

¿Hasta dónde llegará la invasión del Líbano: no sabemos; ¿hasta la frontera con Siria? Probablemente pero seguro que, de llegar hasta arriba del todo, Pissrael ya habrá diseñado dos corredores imitando a los que ya ha construido en la Franja de Gaza: el Philadelphi -frontera con Egipto- y Netzarim, en la frontera norte con Pissrael, ya asfaltado e iluminado. El primero está acusado de facilitar el contrabando de armas mientras que el segundo es, evidentemente, una primera fragmentación del territorio gazatí.

Sabra-Chatila y la Bekaa

Los libaneses (no siempre su fracción cristiana), han atacado regularmente a los palestinos. Primero les expulsaron de Beirut -aunque sería imposible medirlo, quizá con menor ferocidad que la sufrida por los fedayines en Jordania, una jovencísima monarquía tan feroz como todas. Para completar la anterior narrativa general, quizá convenga añadir un par de detalles:

Entre el 15y el 18 septiembre 1982, la Falange libanesa -con semejante nombre, huelga añadir cristiana-, con la ayuda del Tsahal y la habitual inacción de los cascos azules, asesinó, lentamente e in cold blood, a varios miles de palestinos (y de musulmanes chiies) refugiados en los campos de Sabra y Chatila. ¿Cuántos miles? Digan lo que digan las estadísticas históricas, nunca se sabrá exactamente pero alrededor de cuatro o cinco mil. Además del finado Jean Genet, ¿quién se acuerda hoy de esta carnicería?

Sabra (al norte) y Chatila (abajo). Dentro de la Línea Verde que estaba al cuidado de la Fuerza Multinacional -vulgo, ONU. Pero, ¿dónde estaban los cascos azules?: no saben, no contestan.

Año 2017: el distrito de Sabra ondea las banderas de la Resistencia palestina. Esta calle está muy cerca de dónde, en 1982, se masacró a miles de palestinos -y de musulmanes chiíes, siempre olvidados. Hoy, seguro que ha sido bombardeada…

El fértil valle de la Bekaa, es un caso aparentemente distinto aunque los agentes mortíferos son casi los mismos. Allí se cultivaba con experiencia y esmero el afamado hachís rojizo. Hasta que aquellos campesinos se hartaron de la inseguridad de las cosechas y, de la mano de las mafias químicas universales -con presencia en la ONU-, se pasaron a ‘cultivar’ Captagon, una anfetamina presente en todas las batallas de la interminable guerra en Oriente Próximo -¿por qué dicen que atacar Irán provocaría una guerra total si ese desdichado Oriente está en guerra total desde que se creó Pissrael, en 1948?

Ayer: el valle de Bekaa sembrado de hachís.
Hoy: Captagon, el sustituto comercial del hachís

Apéndice para españoles: Para interponerse entre los belicosos israelíes y los apacibles libaneses -algunos habrá que no son de Hizbulá ni siquiera musulmanes-, el reyno de España mantiene en el sur del Líbano a 650 soldados emperifollados con cascos azules. Están acuartelados en Nabatiye -provincia occidental del sur-, un rincón del mapa que el Tsahal no necesita atravesar para llegar a Beirut ni a Damasco.

No lo decimos nosotros sino la inevitable Wikipedia: Desde la Guerra de Corea, hasta hoy, no hay noticias de ninguna guerra resuelta por la intervención militar de los cuerpos de paz de las Naciones Unidascorrección: no se pacificó ningún conflicto sino que, al revés, ganaron los patrocinadores de los perversos cascos azules que utilizan las armas supuestamente destinadas a la Paz Eterna (por inacción, quien calla otorga, cf. supra, #Sabra y Chatila) En efecto, la guerra de Corea no comenzó con una intervención directa de los EEUU sino con la invasión de los cascos azules. A Corea la siguieron otras hazañas bélicas de los malditos cascos, una lista larguísima en la que destacan todos los genocidios de los siglos XX y XXI: Yugoslavia, Haití, Ruanda 1994, etc.

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