Liberen a Julian Assange!
Por Democracy Now!
El Tribunal de Belmarsh continúa sesionando en defensa de la verdad y la libertad de prensa
Desde 2019, el fundador de WikiLeaks se encuentra preso en la cárcel londinense de Belmarsh, en el Reino Unido, a la espera de una posible extradición a Estados Unidos, donde Assange está acusado de espionaje por publicar documentos que revelaron crímenes de guerra estadounidenses en Irak y Afganistán. Organizaciones de derechos humanos denuncian que los cargos contra Assange son una amenaza a la libertad de prensa y tienen un efecto disuasivo en otros periodistas cuyos trabajos de investigación exponen secretos gubernamentales.
El Tribunal de Belmarsh está inspirado en los Tribunales Russell-Sartre de la Guerra de Vietnam y se ha congregado en varias oportunidades en diferentes lugares de Estados Unidos y Europa para ejercer presión por la liberación de Assange. En diciembre de 2023, las sesiones fueron presididas por la presentadora de Democracy Now!, Amy Goodman, junto con Ryan Grim, del medio The Intercept.
En esta ocasión, el tribunal estuvo integrado, entre otras personas, por:
Ewen MacAskill, periodista y corresponsal de inteligencia (que trabajó durante mucho tiempo en el periódico The Guardian)
John Kiriakou, exagente de inteligencia de la CIA.
Lina Attalah, cofundadora y editora general del periódico Mada Masr.
Abby Martin, periodista y presentadora de la serie documental The Empire Files.
Mark Feldstein, veterano periodista de investigación y experto en historia del periodismo de la Universidad de Maryland.
Ben Wizner, abogado y activista de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU).
Trevor Timm, periodista y cofundador de la Fundación Freedom of the Press.
Rebecca Vincent, directora de campañas de la organización Reporteros sin Fronteras.
Transcripción
Bienvenidos a Democracy Now!, democracynow.org, el informativo de guerra y paz. Soy Amy Goodman.
AMY GOODMAN: Continúa la presión sobre el presidente Biden para que retire los cargos contra Julian Assange. El fundador de WikiLeaks ha estado languideciendo durante casi cinco años en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, en las afueras de Londres, mientras lucha contra los intentos para extraditarlo a Estados Unidos. Si es extraditado, juzgado y condenado, Julian Assange podría ser sentenciado a 175 años en prisión por violar la Ley de Espionaje de Estados Unidos debido a la publicación de material que expuso los crímenes de guerra de Estados Unidos en Irak, Afganistán y otros lugares.
Un grupo de periodistas, abogados y activistas a favor de la libertad de prensa se congregaron recientemente para testificar en el Tribunal de Belmarsh en el Club Nacional de Prensa de Washington D.C. Inspirado en los Tribunales Russell-Sartre de la Guerra de Vietnam, el Tribunal de Belmarsh ha reunido una variedad de testigos expertos, desde abogados constitucionales hasta periodistas y defensores de derechos humanos, para presentar pruebas del ataque a la libertad de prensa y a la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos. El tribunal fue organizado por la Internacional Progresista y la Fundación Wau Holland. Yo copresidí el tribunal junto con Ryan Grim de The Intercept. Hoy presentamos los momentos destacados.
AMY GOODMAN: Desde su primera sesión, el Tribunal de Belmarsh ha convocado a periodistas, abogados constitucionalistas, y otras figuras de renombre mundial como el profesor Noam Chomsky, que acaba de cumplir 95 años, y el presidente Lula da Silva, para dar su testimonio sobre la amenaza contra la libertad de prensa en todo el mundo. Hoy, el Tribunal de Belmarsh regresa al Club Nacional de Prensa para su sesión más urgente a medida que el caso de extradición contra el editor de WikiLeaks, Julian Assange, está entrando en su etapa final.
En 2010, WikiLeaks acudió a este mismo salón en el Club Nacional de Prensa para estrenar un video al que tituló “Asesinato colateral”, que proporcionó pruebas filtradas de crímenes de guerra de Estados Unidos, lo cual cambiaría para siempre el curso de la “guerra contra el terrorismo” y la represión del Gobierno estadounidense contra sus críticos. Recuerdo muy bien esa conferencia de prensa que dio Julian Assange. Al siguiente día lo entrevistamos en Democracy Now!, mientras se revelaban detalles de este video que habían obtenido.
El vídeo mostraba las imágenes de un ataque perpetrado en julio de 2007 desde un helicóptero Apache estadounidense sobre un área de Bagdad llamada Nuevo Bagdad. Más de una docena de hombres se encontraban abajo. Se puede oír a los hombres del helicóptero Apache riendo y maldiciendo dentro de la aeronave, porque el video no fue filmado por pacifistas en tierra, sino desde el interior mismo del helicóptero Apache. La tripulación solicitó permiso para abrir fuego contra este grupo de hombres. Y al recibir la orden, los mataron casi a todos. Dos de las víctimas trabajaban para Reuters: el prometedor camarógrafo Namir Noor-Eldeen, de 22 años de edad, y el conductor de muchos reporteros de Reuters en Irak, Saeed Chmagh, de 40 años de edad y padre de cuatro hijos. Chmagh no murió en el primer ataque, en la primera ráfaga de disparos. Pero, mientras se arrastraba herido, el helicóptero Apache abrió fuego de nuevo y lo mató. Ese día mataron a más de doce hombres. Reuters pidió el video en repetidas ocasiones para poder ver lo que pasó con sus colegas. Pero fue solo después de que Julian Assange y WikiLeaks lo publicaron que Reuters pudo obtenerlo.
Debido a estas valientes revelaciones, Julian Assange ha sido acusado de violar una ley de más de 100 años de antigüedad, la Ley de Espionaje de 1917, y se enfrenta a una posible condena de 175 años en prisión. Hoy Julian Assange está encarcelado en la prisión de alta seguridad de Belmarsh, en las afueras de Londres, donde ha estado detenido durante casi cinco años mientras espera el veredicto final sobre su caso de extradición. Dicha prisión es la que da el nombre a este tribunal: el Tribunal de Belmarsh, a su vez inspirado en el Tribunal Russell-Sartre de 1966, también conocido como el Tribunal Internacional sobre Crímenes de Guerra, en el cual representantes de 18 países se reunieron para escuchar testimonios sobre los crímenes de guerra cometidos por Estados Unidos contra la población de Vietnam. El Tribunal Russell-Sartre contó con los ganadores del Premio Nobel Bertrand Russell y Jean-Paul Sartre, además de Simone de Beauvoir y otros. Ese tribunal concentraría su atención en Palestina en los años siguientes, investigando al Estado de Israel por su violenta ocupación de los territorios palestinos y sus acciones contra el pueblo palestino. Ahora que se multiplican los crímenes de guerra en Gaza y Cisjordania, con más de 17.000 personas muertas, más de 60 periodistas palestinos muertos tan solo en los últimos dos meses, el Tribunal de Belmarsh continúa con el legado del Tribunal Russell-Sartre para escuchar testimonios sobre las amenazas a la libertad de prensa en todo el mundo.
Ahora le cedo la palabra al copresidente de la sesión de hoy del tribunal, Ryan Grim, jefe de la oficina de The Intercept en Washington D.C. y autor de un libro que acaba de publicarse la semana pasada, titulado “El escuadrón: AOC y la esperanza de una revolución política”. Adelante, Ryan Grim.
RYAN GRIM: Gracias, Amy, y gracias a todos por venir aquí hoy. Voy a ser breve, para que podamos pasar a escuchar los testimonios de nuestros distinguidos invitados. Amy habló de manera elocuente sobre cómo la persecución de Assange es una amenaza a la libertad de prensa. Y yo quería hablar un poco más específicamente sobre los cargos en su contra. Sé que de alguna manera puede resultar ingenuo incluso tocar el tema de la imputación, porque lo que Amy describió es lo que realmente está en juego aquí. Pero si es extraditado, su caso tendrá que pasar por un tribunal para ser procesado. Así que la ley sí importa. Y yo quería hablar sobre los cargos como periodista de investigación, como alguien que ha… Muchas veces me he visto en una especie de competencia con Assange. Siempre me vencía. Y creo que la antipatía que vemos hacia él por parte de tantos periodistas no es ajena a eso. Él ha podido sacar a la luz más historias en su carrera que, tal vez, toda la prensa en conjunto durante el tiempo que ha ejercido el periodismo, y creo que eso es muy difícil de aceptar para otros periodistas. Pero quiero hablar de dos elementos específicos de la acusación.
En primer lugar, hay un mito de que él está acusado por hackear y no por publicar documentos. Si se hace una búsqueda en el texto de la acusación de la palabra “publicar”, la encontraremos varias veces. Así que eso es simplemente una mentira. Se le acusa de publicar información clasificada. A menudo escuchamos que lo describen como un traidor, que hubo algo de traición en sus acciones. No se me ocurre una acusación más absurda contra alguien que no es un ciudadano estadounidense. Aquella ocasión en la que él estuvo aquí en este recinto puede ser la única vez que ha estado en Estados Unidos. Si ha estado aquí otras veces, no han sido muchas. Entonces, si apenas has visitado un país, ¿cómo puedes cometer traición contra ese mismo país? La idea de que, por decirlo así, yo haya cometido traición contra Arabia Saudí por informar sobre ellos, o sobre los Emiratos Árabes Unidos, es igual de absurda. Y nada les encantaría más a ellos que poder hacer que ese sea el estándar, de tal manera que si estás en cualquier parte del mundo, ellos puedan decir: “Bueno, estas son nuestras leyes sobre la libertad de prensa. Él las violó. Así que lo extraditaremos a nuestro país”.
Entonces, hay dos puntos clave aquí: uno es esta idea de que Assange le pidió a Chelsea Manning que obtuviera información para él. En primer lugar, los periodistas de investigación hacen esto todo el tiempo. Constantemente recibimos información filtrada de fuentes, y luego les decimos: “¿Qué más tienes que pueda confirmar esto? ¿Qué más tienes que pueda contextualizarlo?”. Si lo que él hizo es ilegal, entonces todo lo que cada periodista de investigación hace, cuando están ejerciendo el periodismo de investigación, es ilegal. Y de alguna manera, ese es el objetivo de la acusación. Él usó una frase incluso cuidadosa cuando estaba en comunicación con Chelsea. Ella dijo: “Esto es casi todo lo que tengo. ¿Quieres que vea si puedo conseguir algo más?”. Y Assange respondió: “Los ojos curiosos, en mi experiencia, nunca se secan”. Por lo tanto, él estaba siendo cuidadoso con lo que decía. Pero incluso si hubiera dicho “sí, queremos más”, eso es lo que hacen los periodistas. Quieren más información.
La segunda parte clave es la forma en la que hablan de cómo se ofreció a ayudar a Chelsea a decodificar un “hash” o contraseña que le daría anonimato mientras obtenía y proporcionaba esta información. Para mí, eso no es diferente a que cualquier periodista le diga a una fuente: “Pon una planta en maceta a este lado de tu puerta y esa será una señal de que nos encontraremos en un garaje. Pon una planta al otro lado de tu puerta y será una señal de que no nos reuniremos”. Así sucedía en la época con poca tecnología del Watergate. En la actualidad se diría: “Contáctame a través de Signal. Así te puedes comunicar conmigo para que estés protegido”. Otra forma es describir la fuente de una manera vaga en un artículo, para que las autoridades no sepan quién es esa persona. Todas estas cosas son métodos básicos para proteger a las fuentes, como lo hizo él con Chelsea. Y presentarlos como actos delictivos, que es lo que hace la acusación, es una amenaza directa para toda actividad periodística que no sea solo repetir declaraciones oficiales de las autoridades, lo cual no es fortuito.
Voy a concluir con el punto clave, el de los crímenes que Chelsea Manning expuso ante el mundo por medio de Julian Assange. Solo dos personas han sido castigadas por eso y ellas son Chelsea Manning y Julian Assange.
AMY GOODMAN: Nuestro primer testigo de hoy en el Tribunal de Belmarsh es Ewen MacAskill, periodista de renombre internacional y corresponsal de defensa e inteligencia en el periódico The Guardian. Ewen y su equipo comparten el Premio Pulitzer en Servicio Público por su cobertura de la información revelada por el denunciante Edward Snowden. Ewen MacAskill.
EWEN MacASKILL: Parte de la razón por la que estoy aquí es que, de 2007 a 2013, yo dirigí la oficina en Washington de The Guardian. Así que estuve aquí en 2010 cuando la historia salió a la luz. Escribí algunos de los reportes a partir de las memorias caché de documentos que Julian Assange y WikiLeaks proporcionaron. Y cubrí la reacción de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y otros. Sé que hay bastante hostilidad, particularmente en la izquierda estadounidense, hacia Julian Assange por lo sucedido en 2016 en las elecciones presidenciales. Y tal vez sea un poco presuntuoso para alguien que no es estadounidense pedirles que dejen eso a un lado, porque este intento de extradición no tiene nada que ver con 2016 o con Rusia. Este proceso de extradición tiene que ver casi exclusivamente, aunque hay algunas acusaciones adicionales de hackeo, con lo que sucedió en 2010. Y esas filtraciones, como dijo Amy, son un acto de periodismo. Son un servicio público.
Si no fuera por Julian Assange y WikiLeaks y Chelsea Manning, no nos habríamos enterado del ataque del helicóptero Apache en Irak. No sabíamos realmente hasta ese momento lo que estaba sucediendo en las guerras en Irak y Afganistán, al menos no de una manera realista. Esos registros de guerra proporcionaron un relato de cómo Estados Unidos y sus aliados estaban perdiendo las guerras en Irak y Afganistán, contrario a la versión pública que aseguraba que las estaban ganando. Eso es similar a lo que Daniel Ellsberg hizo con los Papeles del Pentágono en los 70 en relación a Vietnam. Y había muchas otras historias allí, cientos de historias que eran de interés público provenientes de cables diplomáticos, como el hecho de que Estados Unidos estaba espiando al entonces secretario general Ban Ki-moon y a otros funcionarios de la ONU; descripciones de los planes saudíes o del deseo de los saudíes de un ataque contra Irán, o historias sobre lo que los diplomáticos estadounidenses realmente pensaban acerca de los dictadores árabes. De alguna manera, eso contribuyó a la Primavera Árabe. Ahora bien, todos estos son actos de periodismo que deberían ser bienvenidos. Eso es lo que se supone que los periodistas deben hacer.
En el Reino Unido, Assange estuvo primero en la Embajada del Ecuador, y, como dijo Amy, ha estado en Belmarsh desde hace casi cinco años. Pero hay muy poca cobertura en la prensa del Reino Unido sobre Assange. La idea de que un periodista y editor pueda estar en una cárcel de alta seguridad y no se le preste mucha atención me parece casi inconcebible. Pero es algo de lo que casi nunca se informa. Aparte del día en que fue forzado o arrestado y lo llevaron a Belmarsh, ha habido muy poca cobertura. Y tampoco hay mucha cobertura en Estados Unidos. Hay excepciones, como cuando Ryan y The New York Times publicaron un editorial en apoyo a Assange, conjuntamente con The Guardian, Le Monde y otros medios. Pero estos son eventos raros. Casi nunca se oye nada en Estados Unidos sobre Assange.
Pero él será extraditado. Estoy bastante seguro de eso. Sé cómo funcionan los tribunales del Reino Unido. Tienen motivaciones políticas. Y ese tribunal llegará a la decisión de extraditar a Assange.
RYAN GRIM: Nuestro próximo testigo en el tribunal es John Kiriakou, periodista, denunciante y ex agente de inteligencia de la CIA. Después de salir de la CIA, Kiriakou se convirtió en el primer exagente de la CIA en confirmar que la agencia sometió a detenidos al ahogamiento simulado durante su llamada “guerra contra el terrorismo”. En 2012, Kiriakou se convirtió en el primer agente de la CIA en ser condenado por revelar información clasificada y en el único agente de la CIA en ir a la cárcel en conexión con el programa de tortura de Estados Unidos. Hoy en día es el más importante… uno de los más importantes defensores en el país de la Primera Enmienda. Muchas gracias.
JOHN KIRIAKOU: Gracias. Gracias. Gracias, amigos. Me siento honrado de estar aquí para hablar en apoyo de Julian Assange. Amy dijo algo que considero muy importante en sus comentarios introductorios, y es que muy probablemente Julian será extraditado más pronto que tarde. Y quiero hablar de eso, porque creo que deberíamos esperar lo mejor, pero también prepararnos para lo peor. Entonces, como preparación para lo peor, hablemos del confinamiento solitario. Primero, quiero decir inequívocamente que el Departamento de Justicia le está mintiendo a todo el mundo. A todos. No le compete a los fiscales decidir quién va a confinamiento solitario y quién no. Eso queda a discreción de la Oficina Federal de Prisiones, y en ningún momento deberán coincidir ambas partes. Así que los fiscales pueden decirle a los abogados de Julian todo lo que quieran: “Prometemos que no será puesto en confinamiento solitario. Prometemos que no lo pondremos en una unidad de gestión de comunicaciones”. Esas son promesas vacías.
Hablemos entonces del confinamiento solitario. Créanlo o no, el confinamiento solitario, como castigo, fue inventado en Estados Unidos de América. En 1829, el Gobierno construyó una instalación en Filadelfia, que actualmente se encuentra en el centro de la ciudad, pero en ese entonces era un terreno aislado, llamada Penitenciaría Estatal del Este. Era una penitenciaría de máxima seguridad, de estilo gótico, construida en piedra. Y la idea era que si llevabas a un criminal y lo ponías en una celda de 2 por 3 metros, con una cama, una silla, una bacinilla y una Biblia, y sin contacto humano, él pasaría todo su tiempo leyendo la Biblia y saldría como un ser humano bueno y reformado. Pero en cambio, todos perdieron el juicio. Enloquecieron, literalmente. Y nunca aprendimos la lección de esa experiencia.
Quiero compartir con ustedes las palabras de algunas personas que han estado en confinamiento solitario. Pero antes de hacerlo, quiero recordarles que las Naciones Unidas han dicho que la práctica estadounidense de usar el confinamiento solitario como castigo constituye una forma de tortura. Eso lo dicen las Naciones Unidas, no lo dice John. Es una forma de tortura. Más de 15 días en aislamiento es una forma de tortura. Pero en este país, mantenemos personas en régimen de aislamiento por hasta 44 años en la actualidad. ¿Se imaginan pasar 44 años sin contacto humano?
Quiero hablarles primero sobre César Villa. Actualmente está preso en la prisión estatal de Pelican Bay, en California. Él escribió esto recién cumplidos 12 años de su detención en confinamiento solitario. Él dijo: “Nada puede prepararte para entrar en confinamiento solitario. Es un mundo en sí mismo, donde se juntan el frío, el silencio y el vacío, filtrándose en tus huesos y eventualmente en tu mente. La primera semana me dije a mí mismo: ‘Esto no está tan mal. Lo puedo superar’. La segunda semana, me quedé parado afuera en ropa interior, temblando, mientras el granizo y la lluvia caían sobre mí. A la tercera semana, me encontré en cuclillas en un rincón del patio, limándome las uñas con las paredes de concreto. Mi sentido de la decencia humana se disipaba cada día. Al cumplir un año allí, mis pies y mis manos tenían rajaduras a causa del frío. Me desangré sobre toda mi ropa, mi comida, entre mis sábanas. Mi sentido de la normalidad empezó a menguar. Aunque no me di cuenta en ese momento, ahora puedo ver que fue entonces cuando debió comenzar mi desintegración mental. Mi psique había cambiado. Había enloquecido. Nunca volvería a ser el mismo”.
Thomas Silverstein, quien pasó 28 años en régimen de aislamiento en la Penitenciaría Federal de Atlanta, dijo: “Mi celda era tan pequeña que podía pararme en un lugar y tocar ambas paredes simultáneamente. El techo era tan bajo que podía levantar mi mano y tocar la bombilla caliente. Mi cama ocupaba todo el largo de la celda y no había ningún otro mueble. Las paredes eran de acero sólido y estaban pintadas de blanco. Las luces siempre estaban encendidas. Poco después de que yo llegara, el personal de la prisión comenzó a construir más barrotes y otras medidas de seguridad en la celda mientras yo aún estaba en ella. Es difícil describir el horror que experimenté durante este proceso de construcción. Mientras construían nuevos muros a mi alrededor, sentí como si me estuvieran enterrando vivo. Debido al continuo brillo de las luces artificiales y a no tener un reloj de pulsera o de pared, no podía saber si era de día o de noche. Con frecuencia me quedaba dormido, y cuando despertaba no sabía si había dormido cinco minutos o cinco horas. No tenía idea de qué hora era. Ahora sé que me tuvieron allí unos cuatro años. Pero habría creído que fue más de una década si alguien me hubiera dicho eso. Se sintió como algo eterno, interminable e inconmensurable”. Y justo después de que escribiera esas palabras, murió, todavía en confinamiento solitario.
Una persona más: William Blake, quien pasó 25 años en aislamiento. Él dijo esto: “El aislamiento es una sentencia peor que la muerte. He vivido momentos tan difíciles y sentido un tedio y una soledad a tal grado que parecía ser algo físico en mi interior, tan grueso que sentía como si me estuviera asfixiando, tratando de exprimir la cordura de mi mente, el espíritu de mi alma y lo que fuera de vida que quedaba en mi cuerpo. He visto y sentido la esperanza transformarse en una cosa efímera y borrosa, difícil de alcanzar y aún más difícil de retener, a medida que los años y luego las décadas desaparecían detrás de mí mientras permanecía atrapado en el vacío del confinamiento. He visto mentes deslizarse por el declive de la cordura y descender al abismo de la locura. Y me ha aterrorizado la idea de poder terminar como los otros a mi alrededor que perdieron el rumbo y enloquecieron. Es algo triste ver a un ser humano que enloquece ante tus ojos porque no puede lidiar con la presión de la celda y la presión que la celda ejerce sobre tu mente. Pero es aún más triste ver cómo se queda el alma sin espíritu, y es más desastroso. A veces los guardias de la prisión nos encuentran colgados y azules. A veces nuestros cuellos se quiebran cuando saltamos de nuestras camas con la sábana atada alrededor del cuello y la otra punta amarrada a la rejilla que cubre la bombilla en el techo, la sábana tensa tras un crujido. He visto el espíritu abandonar a los hombres en aislamiento y he sido testigo del resultado. Y es una pesadilla”.
Ese es el plan para Julian Assange. Entonces, cuando dicen: “No, no, no, no lo vamos a poner… prometemos que no lo pondremos en confinamiento solitario”, eso tiene tanto peso como que yo prometa que no lo pondré en confinamiento solitario. Por tanto, tengan la seguridad de que nos están mintiendo, así como le están mintiendo a él. Entonces, ¿qué hacemos ahora? —Gracias—. ¿Cuál es el próximo paso? El próximo paso es seguir luchando. Ya sea que luchemos contra Merrick Garland o Joe Biden o en los medios para tratar de influir en el jurado, la pelea realmente acaba de comenzar. Gracias.
RYAN GRIM: Gracias. Gracias.
AMY GOODMAN: Escuchábamos al denunciante de la CIA John Kiriakou, hablando en el Tribunal de Belmarsh. Al regresar, escucharemos más testimonios de periodistas y defensores de los derechos humanos.
[Pausa]
AMY GOODMAN: Esto es Democracy Now!, democracynow.org, el informativo de guerra y paz. Soy Amy Goodman. En esta transmisión especial estamos emitiendo extractos de la sesión del Tribunal de Belmarsh que se celebró en el Club Nacional de Prensa en Washington D.C. a principios de diciembre de 2023. Yo copresidí la sesión del tribunal junto con Ryan Grim de The Intercept.
AMY GOODMAN: A continuación, Lina Attalah. Cofundadora y editora en jefe de Mada Masr, uno de los principales medios de comunicación de Egipto. En 2020, fue galardonada con el Premio Knight de Periodismo Internacional, otorgado por el Centro Internacional para Periodistas. Después de nuestra cobertura de la cumbre climática de la ONU en Sharm el-Sheikh, Egipto, en 2022, fuimos a El Cairo a la oficina de Lina para entrevistar a esta increíblemente valiente periodista que había estado encarcelada, detenida. A finales del mes pasado, recibió una citación para rendir indagatoria ante el Tribunal de Apelaciones de El Cairo por su audaz cobertura sobre lo que ha estado sucediendo en Gaza. Por dicha razón no ha podido viajar para estar con nosotros aquí en el Tribunal de Belmarsh. Ella nos acompaña ahora por videoconferencia desde El Cairo.
LINA ATTALAH: Hola. Mi nombre es Lina Attalah. Soy periodista y trabajo en El Cairo. También soy la editora y fundadora de Mada Masr, un sitio web de noticias independiente, también con sede en El Cairo. En este momento enfrento un proceso judicial por nuestra cobertura de los últimos días sobre la presión que se está ejerciendo sobre Egipto para que acepte recibir a los palestinos desplazados por la guerra que Israel está llevando a cabo en Gaza. Algunos de los cargos que se me imputan, que incluyen publicar noticias falsas, podrían resultar en una sentencia de cárcel.
Pero también quiero ir 10 años atrás, o incluso más, cuando estuve trabajando en la cobertura de los cables revelados por WikiLeaks para esta sala de prensa y para la sala de prensa anterior de la cual yo hacía parte. En ese entonces habíamos sido unas de las pocas publicaciones que estuvieron involucradas en la cobertura de cables [diplomáticos], especialmente cables que abordan problemas muy locales que requerirían contextualización, así como informes adicionales para explicar la información y su valor en el momento en que fueron revelados. De hecho, algunos de los cables que cubrí involucraban la gestión política de la península del Sinaí por parte de Egipto, que históricamente ha sido el sitio deseado por Israel y sus aliados para el desplazamiento de los palestinos de Gaza.
Seguir cubriendo este tema y muchos otros en Egipto hoy significa buscar constantemente filtraciones, dependiendo de la colusión intencional de aquellos que ven el valor del interés público y de la información que se les oculta. De hecho, al margen de trabajar en las filtraciones reveladas por WikiLeaks, aprendimos que el periodismo es originalmente un acto de colusión, de romper las puertas cerradas del conocimiento custodiado por los clérigos y sus sucesores políticos secularizados de hoy en día. Entonces, WikiLeaks, en ese sentido, fue un momento fundamental para el periodismo.
Pero algunas de las filtraciones son cables que vienen de una de las empresas políticas más poderosas en el mundo, si no la más poderosa. Y que el precio que se pague por ello sean cargos penales graves e interminables procesamientos es un hecho muy revelador de los límites a nuestro derecho público a la información. Estos son los límites que no serán evitables bajo un gobierno democrático y bajo los valores liberales que se imponen sobre el derecho público a saber. Estos son los límites que el poder siempre se las arreglará para imponer. Y estos son los límites que enviarían a aquellos que los desafían a la cárcel y a sufrir una persecución continua.
Hoy, y especialmente con la guerra en curso aquí cerca, siento que tales referencias como la libertad de expresión, el interés público, el derecho a la información, entre otras referencias fundamentales, se pueden dejar cada vez más a un lado como víctimas del poder. No soy tan ingenua como para creer que estas referencias se pueden activar en su significado absoluto o que son suficientes para proteger nuestra práctica como periodistas o denunciantes, o nuestros derechos como personas, en general, pero estoy cada vez más alarmada por la facilidad de la erosión en este momento, a pesar de lo generativas que las crisis tienden a ser. También espero que esto sea un momento de despertar, donde nuevos marcos intelectuales y estrategias políticas puedan surgir para proteger nuestros derechos a compartir y recibir información, marcos y estrategias cruciales que puedan seguir ampliando los límites del conocimiento y puedan liberar a Assange y a todos aquellos que divulgan importantes secretos del poder. Muchas gracias.
AMY GOODMAN: De nuevo, esa era Lina Attalah, cofundadora y editora jefe de Mada Masr, hablando sobre la importancia de WikiLeaks para el periodismo y la democracia hoy en día. Attalah también ha estado luchando por la liberación del preso político británico-egipcio Alaa Abd El-Fattah y de muchos otros presos políticos que están detenidos en Egipto, lo que ayuda a explicar la enorme presión bajo la que está ahora mismo. Pasamos ahora a la siguiente testigo en el Tribunal de Belmarsh: Abby Martin, periodista de investigación, presentadora de “Los archivos del imperio”, una serie documental y de entrevistas independiente que informa sobre conflictos, represión y el futuro de la Primera Enmienda. Martin ha trabajado como editora y periodista internacional durante más de una década, y ha publicado varios libros y dirigido varias películas. Su trabajo más reciente es el documental “Gaza lucha por su libertad”.
ABBY MARTIN: Muchas gracias. Es un honor estar en este panel y estar con todos ustedes aquí hoy para esta llamada a la acción tan importante.
Las últimas ocho semanas han sido las más mortíferas que se han registrado para los periodistas, con 60 muertos confirmados en Gaza hasta ahora. Están siendo blanco de asesinatos, muchos de ellos junto a sus familias enteras. Los reporteros que quedan vivos dicen que sus chalecos de prensa, que deberían ser una protección contra las bombas y balas, son en realidad lo que los está señalando como objetivos de asesinato. El genocidio en Gaza ha sido expuesto por estos héroes. La única forma en que el mundo conoce la gravedad de los crímenes cometidos por Estados Unidos e Israel, que de otro modo permanecerían ocultos durante años, es gracias a que los periodistas pueden documentarlos con sus teléfonos y subirlos al instante para que el mundo los vea.
El pueblo iraquí no tenía la capacidad de filmar su realidad cuando un crimen de esta escala se estaba cometiendo contra ellos. No tenían la capacidad de hacerse oír a través de las mentiras y la propaganda difundidas por nuestra llamada prensa libre. En cambio, eran denunciantes como el sargento Joe Darby, quien filtró las infames fotos de las torturas en Abu Ghraib, que asestaron un duro golpe a los esfuerzos bélicos de Estados Unidos. Imaginen por un segundo si el Gobierno de Bush hubiera encerrado al reportero de CBS que se atrevió a publicar esas fotos. Los iraquíes no tenían redes sociales, pero tenían WikiLeaks, que finalmente mostró al mundo lo que las fuerzas estadounidenses habían mantenido oculto durante tanto tiempo. Washington trabajó muy duro para controlar los lugares a los que los periodistas podían acceder y de lo que podían informar. WikiLeaks fue el antídoto para esa falta de prensa libre durante la que fue la mayor atrocidad en la era moderna. Los Registros de la Guerra de Irak obligaron a los estadounidenses a confrontar lo que Estados Unidos estaba haciendo en nuestro nombre. Dieron pruebas a la sociedad iraquí de hasta qué punto los soldados estadounidenses habían estado matando civiles. Y las revelaciones hicieron que la ocupación fuera insostenible. Chelsea Manning y Julian Assange ayudaron a poner fin a la Guerra de Irak.
AMY GOODMAN: Nuestro próximo testigo es el legendario periodista de investigación Mark Feldstein, que actualmente ocupa la cátedra Richard Eaton de periodismo de difusión en la Universidad de Maryland, y que ha trabajado durante 20 años como un galardonado corresponsal de investigación en medios de comunicación como CNN y ABC News.
MARK FELDSTEIN: Gracias. El enjuiciamiento de Julian Assange no tiene precedentes en la historia de Estados Unidos. Publicar secretos de Estado no es algo sin precedentes. Es algo común. Ha pasado miles y miles de veces desde la década de 1790. Pero nunca antes un editor había sido enviado a la cárcel por lo que publicó. Después del 11 de septiembre, el Gobierno intensificó el enjuiciamiento de los denunciantes, quienes filtran información, pero nunca contra los periodistas que publican la información. Eso se consideraba protegido por la Primera Enmienda y su cláusula de protección de la libertad de prensa. Esto se conocía como la división entre reportero y fuente. Y así, el Gobierno de Obama, al que le gustaban las filtraciones tan poco como a otros Gobiernos, procesó a Chelsea Manning por estas filtraciones, pero no a Julian Assange, debido a la Primera Enmienda.
Eso cambió con Donald Trump. Su Gobierno estableció una nueva y peligrosa teoría jurídica, usando las leyes de espionaje para encarcelar a personas por publicar información verdadera sobre los abusos del Gobierno, como Julian Assange. Si nos fijamos en la acusación, se centra en la recopilación de noticias y su publicación, como acto en sí mismo: nueve cargos de lo que llaman divulgación no autorizada de información de defensa nacional, lo cual es publicar; siete cargos de obtención no autorizada o de recepción de esta información, y eso es recopilación de noticias. De hecho, dicen que Assange, y cito, “solicitó explícitamente […] material restringido de importancia política, diplomática o ética […] precisamente por el valor de esa información”. Eso es lo que hacen los periodistas. Eso es lo que hacen todos los buenos periodistas. Eso es lo que enseño a mis estudiantes de periodismo. Incluso un funcionario de seguridad nacional de alto nivel del Gobierno de Bush, Jack Goldsmith, dijo que esto obviamente estaba enmarcado para reflejar lo que hacen los periodistas. No es un accidente. Es un intento de criminalizar el periodismo de investigación y el periodismo de temas de seguridad nacional. Y Julian Assange es el acusado perfecto desde el punto de vista del Gobierno, porque es muy impopular. Es más fácil condenarlo a él como editor que al editor de The New York Times, quien también publicó esta información, incluso cuando todo esto abre la puerta para hacer precisamente eso.
Este caso no trata solo de Julian Assange o del periodismo. Trata del derecho de la ciudadanía a obtener la información que necesita para participar en una democracia, para saber lo que está haciendo el Gobierno, en nuestro nombre, con los dólares de nuestros impuestos. Fue un congresista republicano, Rand Paul, quien dijo de este caso: “En una sociedad libre, se supone que debemos saber la verdad. En una sociedad donde la verdad se convierte en traición, todos estamos en problemas”.
AMY GOODMAN: Ese era el periodista Mark Feldstein, quien ocupa la cátedra de periodismo de difusión en la Facultad de Periodismo Philip Merrill en la Universidad de Maryland, hablando en el Tribunal de Belmarsh. Cuando volvamos, escucharemos el testimonio del abogado de la ACLU Ben Wizner, quién es el abogado del denunciante de la NSA Ed Snowden. También escucharemos al difunto denunciante de los Papeles del Pentágono, Daniel Ellsberg, quien habló en el primer Tribunal de Belmarsh. Volvemos en un minuto.
[Pausa]
AMY GOODMAN: Esto es Democracy Now!, democracynow.org, el informativo de guerra y paz. Soy Amy Goodman. En esta transmisión especial, estamos emitiendo extractos del Tribunal de Belmarsh, que se convocó en el Club Nacional de Prensa en Washington D.C., a principios de diciembre. Yo copresidí el tribunal junto con Ryan Grim, de The Intercept.
AMY GOODMAN: Nuestro próximo testigo en el tribunal es Ben Wizner, abogado, activista por las libertades civiles que trabaja con la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles. Desde julio de 2013, ha sido el abogado principal del denunciante de la NSA Edward Snowden. También es profesor adjunto en la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York. Ben.
BEN WIZNER: Es un honor ser miembro de este tribunal. Quiero hacer algo un poco diferente con mis cuatro o cinco minutos de hoy.
Quiero hablar con la gente que no está en esta sala y que se negaría a estar en esta sala; con la gente que de hecho no estaría de acuerdo con lo que se ha dicho y se dirá hoy aquí; con la gente que no cree que WikiLeaks sea una de las organizaciones periodísticas indispensables en el mundo, y que consideran que Assange no es un periodista, sino un agente del caos o, peor aún, un hacker; a personas que no necesariamente creen que el imperio estadounidense es la mayor amenaza para la paz mundial, y que ven a Estados Unidos en gran medida como una fuerza del bien en el mundo; a las personas que no ven ninguna conexión entre el encarcelamiento de Julian Assange y el vital periodismo de investigación que leen en los principales periódicos de Estados Unidos; a las personas que piensan que Julian Assange probablemente debería estar encerrado por una conducta totalmente ajena a los cargos de este caso… En resumen, a la mayoría de los estadounidenses, incluyendo a casi todos los miembros del Congreso y casi todos los que tienen el poder en esta ciudad.
Quiero decir que si piensas que lo que le está sucediendo a Julian Assange no tiene nada que ver contigo, que no te juegas nada en este asunto, te equivocas. The Washington Post recientemente, en los últimos años, presentó un nuevo eslogan: “La democracia muere en la oscuridad”. Es un poco grandilocuente. La gente se ha burlado de ellos un poco por ello. Pero, ¿alguien puede dudar de su veracidad? Ningún Gobierno en el mundo divulga voluntariamente evidencias de su propia mala conducta. Incluso en las democracias, de hecho, especialmente en las democracias, donde los líderes tienen que enfrentarse a los votantes, las personas en el poder usan todos los métodos a su disposición para ocultar su mala conducta, sus escándalos y sus crímenes. Todos los hechos importantes que conocemos sobre los crímenes de nuestro Gobierno, los conocemos porque la prensa libre publicó esos secretos del Gobierno. El papel más importante de la prensa en una democracia es desenterrar los secretos del Gobierno y devolverlos a sus legítimos propietarios: la sociedad.
Esta acusación busca rebautizar ese papel vital como una conspiración criminal. Por primera vez en nuestra historia moderna, el Gobierno está describiendo la publicación de información veraz como un delito grave. Y si creen que el Gobierno lo hará una vez y estará satisfecho, son unos ingenuos respecto al modo en que el poder funciona. La amenaza de enjuiciamiento estará en el aire cada vez que el Gobierno busque persuadir a un periódico para que no publique sus secretos clasificados. E incluso si piensan que es poco probable que suceda con este presidente y este fiscal general, tómense un momento para considerar que el próximo presidente y el próximo fiscal general sí podrían hacerlo. Esta acusación podría entregar un arma cargada a alguien que ve a nuestra prensa libre como el enemigo del pueblo.
Permítanme terminar hablándole directamente al fiscal general. Aunque sospecho que no ve Democracy Now! o The Intercept, tal vez estas imágenes o la cobertura de este evento llegarán hasta él. Sabemos que esta es una acusación que usted no habría iniciado. También sabemos que usted es un institucionalista, y no cree que el Gobierno deba cambiar su posición solo porque cambia su fiscal general. Y creo que sabemos que usted no quiere cargar con la marca histórica de ser el primer fiscal general que sienta el precedente de que la publicación de información veraz puede llevar a periodistas y editores a prisión. Julian Assange ha estado en una prisión de máxima seguridad durante más de cuatro años. Considerando cualquier tipo de castigo, para lo que sea que crean que haya podido hacer mal, ya ha sido suficiente. Y es posible, de hecho, es vital, que encontremos una manera de resolver este caso sin sentar un precedente que hará que este país sea menos libre. Gracias.
AMY GOODMAN: El siguiente es Trevor Timm, cofundador y director ejecutivo de la fundación Freedom of the Press, además de periodista, activista y analista legal que anteriormente trabajó para la fundación Electronic Frontier. Es autor de “Luchando por la Prensa: La historia interna de los Papeles del Pentágono y otras batallas”.
TREVOR TIMM: Muchos panelistas ya han hablado elocuentemente sobre el hecho de que el acto del que está acusado Julian Assange no es una rareza en el periodismo. De hecho, es lo que los periodistas de los principales periódicos, desde The New York Times hasta The Wall Street Journal, hacen casi todos los días, que es hablar con sus fuentes sobre información clasificada, pedirles más información y publicar esa información. De hecho, está escrito en sus responsabilidades laborales.
Pero cuando hablas con los abogados del Departamento de Justicia o con los portavoces del Departamento de Justicia, a menudo son incapaces de decir inequívocamente que esto no creará un precedente que les permitirá perseguir después a esos mismos periodistas, lo que dirán, por supuesto, es que “nunca” harían eso. Así que creo que es importante enfatizar que esto no es solo un argumento resbaladizo o algún tipo de ejercicio teórico.
Actualmente, en este momento de la campaña electoral, el principal candidato del Partido Republicano, Donald Trump, ha dicho repetidamente a multitudes de miles de personas que le gustaría, entre comillas, “encarcelar” a periodistas. En repetidas ocasiones, en las redes sociales, ha hablado de cómo las cadenas de noticias por cable están cometiendo, entre comillas, “traición” por criticarlo e informar sobre cosas que a él no le gustan. Apenas el otro día, uno de sus aliados más cercanos habló sobre cómo, en el segundo mandato de Donald Trump, él, entre comillas, “irá tras” los medios de comunicación. Yo le preguntaría a cualquier persona que esté actualmente dentro del Departamento de Justicia, dentro del Partido Demócrata o que tenga algún cargo en la Casa Blanca: “¿Hay alguien a quien le gustaría más que se estableciera un precedente en este caso Assange que permitiera a un futuro presidente ir tras periódicos como The New York Times y The Washington Post que a Donald Trump?”. Después de todo, no es WikiLeaks o alguna plataforma similar a WikiLeaks quien está publicando información clasificada hoy en día en Estados Unidos. Son esos periódicos que acabo de nombrar, y muchos otros periódicos convencionales como ellos.
AMY GOODMAN: Por último, pero no menos importante, antes de concluir hoy nuestro tribunal, nuestra próxima testigo es Rebecca Vincent, directora de campañas de Reporteros sin Fronteras (RSF), una organización internacional centrada en salvaguardar el derecho a la libertad de información en todo el mundo. Aprecié mucho cuando vinieron en mi defensa. Cuando se presentaron cargos en mi contra por cubrir las protestas contra el oleoducto Dakota Access en Dakota del Norte, RSF estuvo allí. Rebecca Vincent comenzó su carrera en el Departamento de Estado antes de abandonarlo y dedicar su carrera a la defensa de los derechos humanos y de una prensa libre. Es investigadora asociada en la Royal Society of Arts y sirve en la Red Asesora de la Media Freedom Coalition, en el Comité de los Premios Magnitsky y en el Consejo Asesor del Centro de Política Exterior.
REBECCA VINCENT: Gracias, Amy y Ryan, y también a la Internacional Progresista por reunirnos a todos aquí hoy. Es un placer estar aquí en nombre de Reporteros sin Fronteras, conocido internacionalmente como Reporters Sans Frontières (RSF). Entonces, si digo ”RSF”, es porque son nuestras siglas en francés.
En RSF, defendemos a Julian Assange por sus contribuciones al periodismo. La publicación de WikiLeaks en 2010 de los documentos diplomáticos y militares filtrados facilitaron información para reportes de gran interés público en todo el mundo, incluido en The New York Times, The Guardian, Le Monde, El País y Der Spiegel, que, por supuesto, eran los cinco medios asociados originalmente con WikiLeaks, que trabajaron conjuntamente para tratar periodísticamente los materiales filtrados, pero también para reportes de cientos de otros medios de comunicación en todo el mundo a lo largo de los años. La publicación de estos materiales expuso información de interés público, incluidos crímenes de guerra y violaciones a los derechos humanos que hasta el día de hoy no han sido procesados. Solo se ha perseguido al editor.
Si el Gobierno estadounidense tiene éxito en sus intentos por extraditar a Julian Assange a Estados Unidos y llevarlo a juicio aquí, será el primer editor procesado en virtud de la Ley de Espionaje. Esta ley obsoleta se ha convertido en el foco de crecientes llamamientos a una reforma, en parte porque carece de una defensa de interés público. Esto significa que ningún editor, periodista o fuente periodística acusado en base a esa ley podría defender sus acciones argumentando que son un servicio del interés público. Aunque el Gobierno de EE.UU. pone mucho énfasis en otras acusaciones contra Assange, es importante tener en cuenta que la mayor parte de este caso se basa en los cargos de la Ley de Espionaje, 17 de los 18 cargos contra Julian Assange. Enjuiciarlo por estos cargos sentaría un precedente alarmante que podría cambiar el futuro del periodismo, ya que allanaría el camino para enjuiciamientos similares de periodistas y medios de comunicación de todo el mundo. Estos cargos deben retirarse de inmediato, y la Ley de Espionaje debe ser reformada para garantizar que nunca se vuelva a presentar un caso similar.
Como parte de nuestra campaña global por la liberación de Julian Assange, RSF ha supervisado el proceso completo de extradición en los tribunales de Londres, que comenzó en febrero de 2020. Obtener acceso a estas audiencias no fue fácil. Y éramos la única ONG que logró entrar en los tribunales para monitorear cada etapa de este proceso. Durante la primera instancia de procedimientos en particular, nos enfrentamos a un extenso y cambiante conjunto de barreras a nuestra observación que viola los principios de la justicia abierta y del derecho a un juicio justo. Quiero destacar que mis compañeros y yo nunca habíamos experimentado tal dificultad para monitorear cualquier otro caso judicial en cualquier país, ni siquiera durante la pandemia. Perseveramos porque era muy importante ser testigo de este caso de importancia histórica.
Y lo que observamos en el tribunal fue inquietante. Durante la primera instancia de procedimientos en particular, Julian Assange fue retenido en una celda de vidrio en la parte trasera de la sala del tribunal, donde a veces estaba claro que tenía problemas para seguir los procedimientos y no podía consultar fácilmente con su representación legal. Aún más inquietante es el hecho de que a Assange no se le ha permitido asistir al tribunal en persona desde entonces. La última vez que lo vieron fuera de la prisión de Belmarsh fue durante una audiencia de fianza en la Corte de Magistrados de Westminster el 6 de enero de 2021, hace casi tres años. Ahora solo se le permite estar presente en las audiencias judiciales a través de un enlace de vídeo desde la prisión, y a veces parece estar muy incómodo al hacerlo. De manera alarmante, nos enteramos de que sufrió un pequeño derrame cerebral en prisión durante la audiencia de apelación de su caso en octubre de 2021. Este es un recordatorio importante de su estado de salud mental y de salud física, que siguen estando en gran riesgo, y que se agrava cuanto más tiempo está detenido, y sería llevado a un riesgo aún más grave en condiciones de extradición. Entonces, estamos diciendo que una eventual extradición de Julian Assange es una posible cuestión de vida o muerte que no se puede ignorar.
Avanzando hasta hoy, esperamos noticias del Día X, la última audiencia judicial en el Reino Unido que supone la última etapa posible en los procedimientos nacionales, acercando a Julian Assange peligrosamente a la extradición. Si hay algún rayo de esperanza, tal vez recaiga en las negociaciones diplomáticas en curso entre Estados Unidos y Australia sobre el destino de Assange. Nuevamente instamos a ambos Gobiernos a comprometerse a llegar a una solución política como una cuestión de prioridad urgente que permita la liberación de Assange sin más demora y evitar así su extradición, con garantías de que no pasará más tiempo en prisión ni en el Reino Unido, ni en Estados Unidos, ni en Australia, ni en ningún otro lugar. Los últimos 13 años no se pueden hacer desaparecer, pero estos Estados pueden corregir la situación en este momento y poner fin a la implacable persecución contra Julian Assange, que pone en peligro el periodismo y la libertad de prensa en todo el mundo. Ahora es más crucial que nunca que estemos unidos en nuestro llamado mundial para liberar a Assange y alzar la voz por los principios que están en riesgo.
AMY GOODMAN: Esa era Rebecca Vincent, directora de campañas de Reporteros sin Fronteras, testificando en el Tribunal de Belmarsh a principios de diciembre en D.C. El Tribunal Superior de Justicia de Londres escuchará lo que puede ser el recurso final de Julian Assange los días 20 y 21 de febrero. Terminamos el programa de hoy con las palabras del famoso denunciante de los Papeles del Pentágono, Daniel Ellsberg, quien murió a los 92 años de edad en junio. Fue uno de los más firmes partidarios de Assange. Ellsberg estuvo en Democracy Now! en 2019, un día después de que el Departamento de Justicia de Estados Unidos acusara a Assange de 17 cargos por violación de la Ley de Espionaje.
DANIEL ELLSBERG: Ayer fue un día que será recordado en la historia del periodismo, del derecho y de las libertades civiles en este país, porque fue un ataque directo a la Primera Enmienda, y uno sin precedentes. En realidad no ha habido un ataque tan significativo contra la libertad de prensa, y la Primera Enmienda, que es la base de nuestra república y de nuestra forma de gobierno, desde mi caso en 1971, hace 48 años. Pero yo fui acusado como fuente. Y advertí a los periodistas en ese entonces que esa no sería la última imputación de una fuente, en el caso de que yo fuera condenado…
Mi advertencia realmente era que eso no iba a parar ahí, que casi inevitablemente habría un ataque más agresivo directamente contra los cimientos del periodismo, contra los mismos directores, editores y periodistas. Y ahora hemos visto que desde ayer, ese es un nuevo frente de batalla en la guerra del presidente Trump contra la prensa libre, a la que él considera como el enemigo del pueblo. […]
Empezaron con un cargo que hizo que Julian pareciera que no era un periodista normal. La ayuda para hackear una contraseña sonaba como algo que, incluso en la era digital, tal vez la mayoría de los periodistas no harían, y con eso esperaban que perdiera el apoyo de otros periodistas.
En este caso, cuando tuvieron que presentar su cargo más importante, esto es puro periodismo. Mencionan, por ejemplo, que solicitó material de investigación e información clasificada, algo terrible, ya que no esperó pasivamente a recibir esa información. No puedo recordar el número de veces que me han solicitado información clasificada, comenzando con los Papeles del Pentágono, pero también mucho después de eso, y lo han hecho todos y cada uno de los miembros de la prensa responsable con quienes he lidiado, incluyendo al Times, el Post, AP, y demás. ¡Eso es periodismo!
AMY GOODMAN: El famoso denunciante de los Papeles del Pentágono, Daniel Ellsberg, quien murió en junio a los 92 años de edad. Ellsberg testificó en el primer Tribunal de Belmarsh celebrado en el Club Nacional de Prensa el pasado mes de enero. Para ver el vídeo completo de ambos tribunales de Belmarsh [20 de enero de 2023 y 9 de diciembre de 2023].
Con eso terminamos el programa de hoy. Democracy Now! está producido por Mike Burke, Renée Feltz, Deena Guzder, Messiah Rhodes, Nermeen Shaikh, María Taracena, Tami Woronoff, Charina Nadura, Sam Alcoff, Tey-Marie Astudillo, John Hamilton, Robby Karran, Hany Massoud y Sonyi López. Nuestra directora ejecutiva es Julie Crosby. Un agradecimiento especial a Becca Staley, Jon Randolph, Paul Powell, Mike Di Filippo, Miguel Nogueira, Hugh Gran, Denis Moynihan, David Prude, Dennis McCormick, Matt Ealy, Emily Andersen y Buffy Saint Marie Hernandez. Soy Amy Goodman. Gracias por acompañarnos.
Traducido y editado por Igor Moreno Unanua e Iván HIncapié.
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