Los invasores de Yndias como empresarios

Los invasores de Yndias como empresarios

Por Nònimo Lustre. LQSomos.

Entre el facherío español, ¿por qué tiene tanto éxito la versión épica de la Invasión de las Yndias? Por muchos motivos entre los que sobresalen los crematísticos –la rica herencia de los enchufes franquistas- y los ideológicos –fascistas- y los religiosos, no necesariamente católicos sino también los esotéricos. Y es que estamos ante un éxito anclado en una religiosidad enfermiza cuyos feligreses consideran la defensa del Imperio de antaño como un acto de fe –acto, no Auto aunque estén próximos. Este sanguinario negacionismo de la Invasión cruenta se fraguó hace un siglo contra la fundamentada crítica que la II República ejerció sobre los delirios borbónicos y se consolidó mediante el financiamiento de otro genocidio –el del pueblo español- por, precisamente, invasores-empresarios como Juan March quien, a la cabeza de sus bárbaros, logró fusilar a la España republicana -la nación más avanzada de la Europa de entonces. Convertida en un ‘cerrado y sacristía’, tardaremos más de un siglo en paliar aquel miserable milagro (Leiris dixit)

En un capítulo de Los siete mitos de la conquista española del año 2003, Matthew Restall (influencer en Latinoamérica y ninguneado en España) demuestra que la primera Invasión de las Yndias no corrió a cargo del ejército hispano puesto que éste ni existía ni entre las mesnadas ‘conquistadoras’ había soldados sino particulares que invertían en un empeño ‘militarizado’, y define a estas cuadrillas como “empresarios armados”. Obviamente, no podemos establecer una relación causal entre un libro del 2003 y un reportaje del 2021 pero, en julio de 2021, una popular revista colombiana se preguntaba: “La figura del conquistador español, tan controvertida como polisémica. ¿Fue un aventurero cruel y expoliador? ¿Un ladrón y asesino? ¿O un hombre moderno de negocios que buscaba progresar y aprovechar las oportunidades del momento histórico en la génesis de la era de los imperios globales?”

Llegue hasta donde llegue su influencia, en sus “Siete mitos” Restall enmarca a los empresarios armados en unas estadísticas sociológicas que gravitan al redor de la lucha de clases. De ellas y lamentándose de que no están estandarizadas en el general de las Yndias por lo que deben considerarse como aproximadas, infiere que, examinando la procedencia clasista de los Invasores en los casos de Panamá (1519-1522), Perú (1532-1534) y Colombia (1536-1543), la baja nobleza tuvo una presencia residual mientras que la clase media osciló entre un 45-60% en Panamá, un 43-92% en Perú y un 139-90% en Colombia. Por su parte, los plebeyos, representaron durante la primera fase de la Invasión entre un 28-37% en Panamá, un 47-100% en Perú y un 4-3% en Colombia. Resumiendo: la Invasión primera fue más mesocrática que plebeya. De ahí que se justifique sociológicamente el lexema ‘empresarios armados’.

Sevilla, la Wall Street de los siglo XVI-XVII

La Marina y la Jurisprudencia como instituciones empresariales

En un artículo anterior (15.II.2023) sobre la nefasta influencia de la antes llamada Sacra Historia, ahora mitohistoria, mencionamos a EMC, un historiador escéptico con los esclarecimientos de Restall. Sin embargo, aunque cita demasiado a deplorables historiadores palaciegos (que nunca cruzaron el Charco; el más conspicuo, López de Gómara), en dos ensayos recientes suyos, EMC estudia desde el mismo título al conquistador-empresario.

Por orden cronológico de publicación, el primer ensayo versa sobre el almirante B. de Lugo (BL) quien fuera “ascendido a almirante de la Armada de los Galeones de Tierra Firme (1620)… No hacía falta que tuviese conocimientos náuticos o experiencia naval, lo realmente importante es que fuesen personas de calidad… Muchos mandos militares, especialmente en tiempos de Felipe IV, no llegaron a salir de la penuria, y los que lo hicieron fue a costa de traficar con mercancías, bordeando la legalidad” ¿Y ahora niegan la abrumadora evidencia de los Narco-estados o, dicho más finamente, Estados-contrabandistas? Prosigue EMC: los marinos de prosapia, se enriquecían “embarcando mercancías para venderlas en los puertos a donde arribaban, especialmente en Portobelo. Aunque en teoría estaba prohibido que en las [naves] almiranta y en la capitana se fletaran mercancías de particulares, en la práctica fue algo generalizado, sobre todo a partir del siglo XVII. Así, en el viaje de ida, tanto la capitana como la almiranta cargaban, además de azogue, muchas mercancías, unas propias y otras de particulares, beneficiándose los titulares del galeón de los derechos de fletes. El negocio era redondo.” BL residía en Sanlúcar de Barrameda cuando pereció en un naufragio. Dejó una deuda aproximada de entre 1,5 millones y 600.000 maravedíes. Sus deudos no pagaron así que le fueron confiscados todos sus bienes (cf.Esteban Mira Caballos. 2020. “Bernardino de Lugo (1590-1626): La tragedia de un almirante-empresario de la Carrera de Indias”, en Revista de Historia Naval, nº 149, pp. 31-46)

El segundo ensayo, versa sobre Vázquez de Ayllón (LVA) En 1523, LVA ingresó en la orden de Santiago porque era caballero (literalmente), es decir, millonario: “Fuele preguntado si sabe que el dicho Lucas Vázquez de Ayllón tiene caballo, dijo que no lo sabe pero que tiene en su casa escuderos y muchas bestias y que es persona rica que lo puede tener.” Huelga preguntarse dónde se hizo tan opulento. Evidentemente, en las Yndias donde fue funcionario real y “terrateniente empresario del azúcar y jurista”–léase, latifundista esclavista o encomendero-. Como tal, militaba en la cáfila partidaria de que los amerindios Taínos siguieran encadenados –metafórica y literalmente- a perpetuidad, “pues, si se les diese libertad, huirían a los montes y a otras partes do(nde) no pudiesen ser habidos, y se matarían… eran personas sin virtudes y que si no se les compelían vivirían ociosos y tornarían a sus vicios y bestialidades por lo que concluía que era mejor tenerlos como siervos que como bestias libres”. “En 1512 Ayllón pactó con otros mercaderes la posibilidad de capturar indígenas en el área de los Caribes, trayendo además perlas de la isla de Cubagua, lo cual se le antojaba un negocio redondo”. En esos años, hubo tres gobernadores frailes jerónimos que, según EMC, “no tuvieron la voluntad suficiente o la capacidad de acción para frenar estas empresas esclavistas.” Pero, ¿por qué iban a tener voluntad o acción si eran accionistas en la empresa del esclavismo antillano? Además del genocidio, desde “hacía varios años los funcionarios reales tenían prohibido participar en este tipo de negocios.” (cf. Esteban Mira Caballos. 2022. “Lucas Vázquez de Ayllón: un jurista, empresario y descubridor en la América de la conquista”; en Clío, Academia Dominicana de la Historia nº 202, enero-junio de 2022, pp. 259-302)

La mitohistoria de los espejitos

Los Invasores, ¿hacían negocios comerciando con bagatelas? Veamos: buena parte de los pueblos amerindios conocían la metalurgia e incluso la dominaban más que sus homólogos europeos. Un ejemplo mexica: en el yacimiento de El Manchón (siglos XIII-XVIII, Sierra Madre, sur de Ciudad de México DF), según la arqueóloga D. Hosler, sus artesanos “ya habían estado fundiendo cobre en este asentamiento durante varios cientos de años [antes de la llegada de los españoles], principalmente para hacer materiales rituales o ceremoniales como campanas y amuletos“. Sabían la ciencia de las aleaciones complejas de cobre-plata, de cobre-arsénico y de cobre-estaño. La mitohistórica fullería de “los espejitos”. Cristóbal Colón entre los Indios; litografía de L. Turgis, 1865 (Biblioteca del Congreso, EEUU)

Los Invasores tuvieron la suerte de encontrar (¿) no sólo minas de todo tipo sino también ‘catalizadores’ como el mercurio… y obreros indígenas especializados. Pero hay una gran distancia entre esto y la mitohistoria de creer que los indígenas eran tan tontos como para intercambiar oro y plata por sucedáneos como “cuentas de vidrio –en sartas baratísimas en Italia-, espejos, broches, agujas y tijeras”. Item más, vuelta a la metalurgia amerindia, al menos “entre los mesoamericanos, los espejos eran conocidos y usados en rituales secretos de adivinación y en aquellos relacionados con la guerra [pues] los guerreros llevaban atado en la espalda, arriba de la cintura, un pequeño espejo de obsidiana o de otro mineral reflejante.” (Daniel Díaz)Uno de los cientos de Cuadros de Mestizaje: De Español, é Yndia: nace Mestizo. Mestizo acarreado por un niño indio pocos años mayor que el privilegiado vástago de un Invasor millonarioDe Castizo y Mestiza Chamizo. No todos los Invasores se hacían millonarios. En este otro Cuadro de mestizaje, un colono “fabrica cigarrillos bajo la preocupada mirada de su mujer, acompañado de un inocente niño que parece no darse cuenta de la miseria en la que vive su familia.”

El perdurable militarismo empresarial

Volvamos a la pregunta que abría estas notas: ¿por qué la moda neofranquista de la Conquista militar ‘sin complejos’? En parte porque ahora, cuando so pretexto de la guerra de Ucrania –vulgo guerra fría, hoy rusófoba, ayer anticomunista-, el terrorismo biológico causado por la pandemia de covid ha cedido gentilmente el paso al terrorismo de la guerra controlada e interminable, los hodiernos empresarios españoles –Invasores de su propio pueblo-, han hallado una veta de diamantes en el complejo industrial-militar denunciado por Eisenhower en su discurso de despedida como presidente de los EEUU (1961)

Por ahora, los patrioteros escogen la peor Historia (Sacra, épica y más embustera que un tótem made in China) por puro presentismo –vulgo, pan pa’ hoy, hambre pa’ mañana- pero su negacionismo lo exhiben clandestina y hasta subliminalmente. Su vehemencia negando sistemáticamente la mayor –“no hubo genocidio ni conquista ni expulsión de judíos”, etc.- imposibilita cualquier diálogo. Pero, recapacitemos, si se niegan a él desde la sedición católico-militar, ¿a santo de qué van a ceder en una tradición oscurantista que tantos beneficios de todo tipo les mantiene en el Poder?

A mi leal saber y entender, la clave no está en su cerrazón ante la evidencia histórica sino en que no se atreven a salir de lo subliminal. Encaramados a Babieca, el caballo del Cid, creen en la majadería mil veces denostada del pétreo e inmutable carácter nacional español -del cual los Invasores de Yndias fueron sus más insignes epígonos. Arrostran así la suspicacia e incluso la enemiga del goloso mercado latinoamericano aunque buena parte de los actuales empresarios que se sienten arcaicos Invasores preferiría que los Conquistadores fueran tema tabú en las (ex) Yndias –salvo cuando negocian con unos socios latinos harto españolistas y hasta más papistas que el Papa. Huelga añadir que de la clandestinidad empresarial se deriva un problema de elección: ¿qué será mejor, bajarnos del caballo porque el bisnes lo requiera o sostenella y no enmendalla? Seguramente, eligen según los casos. Pero saben que tienen una pata en el intratable establishment patrio que les da dividendos y que, desde el franquismo, es un factor importantísimo de sus negocios. Y una Iglesia que es socia imprescindible de sus mejunjes. Señores (es un decir) nuevos Conquistadores: sus eminentes personitas no necesitan siquiatras y, además, el abajo firmante no lo es. Por ende, no les voy a recetar ningún tratamiento. Pero sepan que todos sabemos que ustedes tienen detrás a las ‘fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado’ y que, incluso personalmente, están armados. Ergo, la coyuntura española del siglo XXI es exactamente la misma que en el siglo XVI.

Empresarios armándose hasta los dientes

Finalmente, subrayemos un último problema: entre los negacionistas de toda violencia contra las Yndias de indígenas, negros y emigrantes, y los críticos que la ven palmaria, sigue abierto un abismo. Es lamentable que se haya llegado a esta disputa, no por la discrepancia en sí sino porque demuestra algo sabido: que la facción canalla del pueblo español padece un síndrome de fanática religiosidad. Para negar el genocidio, expolio y etcéteras subsiguientes, es preciso padecer lacras numinoso-institucionales que nos son absolutamente ajenas y contra las que nunca discutimos porque nunca entramos en teologías. Como, por ejemplo, tener Fé –sic; prohíbe la RAE que los monosílabos se acentúen pero un fe sin mayúscula y sin tilde, sería una fe agnóstica, un imposible.

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