Lucrarse con el hambre

Lucrarse con el hambre
Hace unos días se dio a conocer que el Deutsche Bank, el mayor banco alemán, ha vuelto a especular con el precio de los alimentos. Se trata de un claro ejemplo de la tendencia que se practica desde hace unos años. Numerosos bancos de inversión acuden a la Bolsa de Chicago para acceder a los mercados de materias primas y apostar a cuánto subirá o bajará el precio de ciertos productos básicos.
 
Los responsables del banco alemán justifican su conducta con el pretexto de que no se ha podido probar de forma empírica la relación directa entre esta especulación y la subida de los precios de los alimentos. No dice lo mismo el Parlamento Europeo, que atribuye a los movimientos especulativos el 50% del incremento del precio de los alimentos entre 2010 y 2011. Asimismo, el Banco Mundial reconoce que en el mismo período surgieron 44 millones de nuevos hambrientos en el mundo por culpa de las operaciones de bancos y otros fondos inversores en este sector.
 
Desde la ONG alemanaDeutsche Welthungerhilfeson firmes al sostener que “las especulaciones han contribuido claramente a reforzar la volatilidad de los precios en situaciones de hambruna”.
 
En el último lustro las inversiones en productos alimenticios han pasado de 35.000 millones a 300.000 millones de euros y el precio de los alimentos se ha incrementado en un 135%.
 
Los inversores están convencidos de que los precios de las materias primas aumentarán y apuestan por la subida de los precios al adquirir grandes cantidades de diversos productos. Aunque estas materias no acaban en sus manos, en el mercado ocurre como si las reservas descendieran, lo que provoca el aumento en los precios.
 
Lo más habitual son prácticas especulativas a muy corto plazo que distorsionan el mercado. Esta subida incesante de los precios origina una burbuja alimentaria. Naciones Unidas propone definir una autoridad de vigilancia de mercados para impedir que los precios se hundan o se disparen.
 
Uno de los casos paradigmáticos es el del maíz, con un incremento del 94% en su precio entre 2010 y 2011. Este cereal es un elemento básico en la alimentación de las personas y en la composición de piensos para ganado.  
 
Lo más trágico se produce cuando estas fluctuaciones inducidas de los precios afectan a personas y familias que destinan a comida el 80% de sus ingresos. En muchas zonas, sobre todo en África subsahariana, las familias se ven obligadas a vender el poco patrimonio que tienen para poder comer. Hipotecan su futuro y de paso contribuyen sin quererlo a crear grandes haciendas para multinacionales que ya llevan años coleccionando hectáreas para su uso y disfrute. Estas empresas producen bienes en las baratas plantaciones africanas y los exportan a Occidente junto con productos alimenticios como la soja o el aceite de palma. Las materias primas, que podrían servir de alimento, se utilizan como biocombustible. Aumentan la escasez y los precios.
 
Por lo tanto la supuesta inversión de la que tanto se alardea contribuye a la creación de oligopolios y desplaza a los comerciantes locales. El llamado liberalismo económico ha llegado demasiado lejos. Hace una década podían especular con materias primas alimentarias operadores y productores del sector de forma exclusiva. Esto contribuía a establecer un equilibrio en los precios. Hoy cualquiera puede ponerse a negociar con estas materias como si de un juego se tratara. Con la especulación, los intermediarios ganan y los productores y consumidores pierden.
 
Este mercado global produce lo necesario para abastecer al doble de la población mundial, pero 1.000 millones de personas aún pasan hambre y 40.000 personas mueren al día por inanición.
 
La defensa de la libertad de mercado no puede servir como excusa para no establecer limitaciones que garanticen o al menos trabajen para conseguir alimentar a toda la población global. El relator especial de la ONU, Jean Ziegler, propone que los precios lo fijen los países productores y consumidores y no la bolsa, ya que son bienes públicos. La especulación es una práctica dudosa; pero la especulación con los alimentos actúa como arma de destrucción masiva en muchas zonas del planeta y provoca un genocidio silenciado por los medios de comunicación.

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