Mentir y desacreditar, estrategia contra lo público

Mentir y desacreditar, estrategia contra lo público
Como reflexionaba en un artículo anterior sobre el ataque a la Sanidad Pública, los pivotes de la estrategia neoliberal son mentir y desacreditarataque a la Sanidad Pública. Mentir sobre la relación coste-eficiencia y desacreditar a todo el personal público.
 
La campaña contra el funcionariado es antigua pero en los últimos años se ha convertido en virulenta. Nada como comprobar que es un asunto recurrente en las páginas del “centrista” diario El Mundo o que es uno de los temas estrella de las plataformas ultras-liberales como Libertad Digital o Intereconomía.
 
De siempre hemos asistido a la siembra de la duda que contraponía la supuesta ínfima calidad de lo público con la excelencia de lo privado, todo aderezado con la eterna y popularizada crítica al trabajo de los funcionarios, reducidos a poco más que vagos malencarados.
 
En vez de promover la aspiración a que la estabilidad y los derechos laborales conseguidos por los trabajadores públicos se extendiera a todo el colectivo trabajador se puso en marcha una jugada a largo plazo, basada en la excitación de los bajos instintos y la envidia: “si yo no lo disfruto, que nadie pueda”. Campaña de mentiras que desde los despachos del pensamiento privado se propagó como un virus a los grandes medios de (des)información, a las tertulias, a los editoriales, a los cómicos, a las series de situación y de ahí, a los bares y a las casas.
 
Los funcionarios son unos vagos, lo público es malo. Queremos ser ricos.
 
Se consiguió. La mayoría piensa ya como los verdugos. Aspiran a ser, pero no lo serán. Es lo que tiene el capitalismo, la mayoría se debe arrastrar para que unos pocos puedan triunfar.
 
A pesar de las mentiras, ellos siguen ahí trabajando para todos: nos curan, apagan fuegos, investigan, enseñan, limpian, conducen, … tan variados y tan presentes. Sí, los hay vagos e incluso indolentes, como en todos los colectivos, pero la mayoría siempre está para atendernos, independientemente de si tenemos dinero o no.
 
Para entenderlo, nada mejor que las palabras prestadas de una amiga (funcionaria) en un correo a alguien cercano contaminado por la propaganda neoliberal.
 
«…los funcionarios no hemos nacido funcionarios, la mayoría hemos trabajado con anterioridad en la empresa privada, en todo tipo de empresa privada.
En mi caso, tras 14 años en un colegio de monjas donde me enseñaron, sobre todo, a aprender, a estudiar y ser eficaz, al terminar nos engañaron diciéndonos que el mundo era nuestro si cursábamos una carrera universitaria.
 
Cuando la terminé, historia, encontré trabajo, y sólo con ayuda de alguien, como es tan frecuente en nuestro país y me temo que en casi todos, vendiendo perfumes en el aeropuerto. Allí se trabajaba por picos, había horas eternas y otras en las que no parabas. De ahí a un broker, con jefes muy progresistas en apariencia pero con un régimen de trabajo en el que parecía que nunca hacías las tareas todo lo rápido que la empresa necesitaba. A mi lado, una secretaria vestida de rojo vaporoso, se limaba literalmente las uñas mientras yo trajinaba como una loca.
 
De ahí pasé a una institución cultural semi pública-semi privada en la que se nos contrataba por medio de una ETT diseñada ad hoc y nos pagaban una mierda en comparación con lo que cobraban los que sí estaban en nómina. El trabajo no era abrumador, la verdad, y aprendí muchísimo hasta que al pedir la reducción de jornada por maternidad hicieron fijos a todos mis compañeros menos a mí. Hoy no queda más que uno en la sección, éramos 10.
Entonces decidí presentarme a una oposición. Nunca antes lo había contemplado porque la sola idea de hacer lo mismo toda mi vida laboral me espantaba pero me gustaba mi profesión y en la administración podía ejercerla sin la amenaza que vi materializarse con la reducción de jornada por maternidad en la privada. Aprobé y desde entonces soy funcionaria de carrera.
 
Supongo que me he "convertido" y que ahora valoro mucho más la función de quien trabaja para todos. Los hay, hay gente que atiende a inmigrantes, a pacientes, que apagan incendios, que dan clase a mis hijos y se la darán en los institutos cuando vayan. Hay quien trabaja con personas y quien se limita a tramitar. Todo muy normal, como en la privada.
 
Sin embargo, nuestros sueldos son los más bajos que yo he cobrado en toda mi vida laboral. Tenía muchos más días libres en la institución cultural, por ejemplo, y mucha más movilidad de horario en el aeropuerto.
 
Pero sobre todo nadie me difamaba. Nadie me mandó nunca mails ni artículos en los que se decía que todos los que ejercían una profesión como la mía eran unos caraduras, unos sinvergüenzas, unos vagos, unos incoherentes… Nadie cuestionó jamás que se dieran bonus millonarios en las empresas privadas. Nadie cuestionó que se te castigara por pedir una reducción de jornada por maternidad…
 
Pero fue hacerme funcionaria y ver como todo el mundo escupe críticas, las más de las veces fundadas en rumores, chismorreos o voluntades decididas que lo que pretenden es deslegitimar lo que hacemos.
 
No me parece justo y quería hacerlo saber.
 
Hay funcionarios vagos como hay trabajadores vagos en la privada, hay personas ineficaces y mediocres en uno y otro ámbito. Hay dinero público que va directo a empresas y entidades privadas porque sin ese dinero no subsistirían y nadie dice nada y sin embargo el ojo del huracán está siempre, como la espada de Damocles, sobre nuestras cabezas…»
 
Su enfado debería ser el nuestro, porque defender lo PÚBLICO es defender lo de TODOS. Solo los que quieren robar lo de TODOS pretenden desvalorizar lo PÚBLICO.
 
 
 

LQSRemix

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