Milagro en el camino de Santiago, de Daniel de Culla
O cómo en el Albergue de Peregrinos de la calle Fernán González en Burgos, un perro guardián de su sistema selló con una patada nuestra “Cartilla de Peregrino” o Culo.
Daniel y Jesús son dos tongeletos, peregrinos, que hacen a diario su Camino de Santiago que va desde donde comienza la calle Fernán González, más o menos a la altura del Hotel Velada hasta donde termina la calle, donde el Solar del Cid tan alto a la falda del Castillo. El Hotel Velada antiguamente fue un almacén de piensos (“pienso, luego existo”, como dijo el Asno de Apuleyo), donde actuaban Los Faraones, un conjunto de música popular y verbenera que encandilaba a gigantillos y gigantillas de la ciudad sin igual con música arrebatada como un Rebuznar.
–“Más de una gigantilla quedó aquí preñada”, nos dice “Juana la Loca” una tronga, querida, manceba, como se la conocía en el ambiente puteril de aquellos años y en dos bares
“Mandi”, que existían, hoy ya desaparecidos, y ahora es una engreída beata. Ayer putas, hoy comadres, como dice el proverbio. Los Faraones, prosigue, ¡eran unos tíos bien plantados con sus instrumentos que nos excitaban demasiado!
Siguiendo “pa riba“, macho, este Camino de Santiago y frente al Albergue de Peregrinos nos encontramos con la Plaza de los Castaños, ayer plaza de La Castaña, pues aquí, con furor arrebatado las mujeres de la vida prorrumpían en mil dicterios contra los hombres que no querían echar su gallo a la gallina, soma, ni por pienso. “Hay gallina para el rey o gallo”, cantaban. Aquí se practicaba sexo a diario por una sigala, moneda de una peseta, y más tarde por un tronchi o varo, billete de 5 pesetas. Existieron dos rameras que sentadas en sendas piedras abalaustradas traídas del Monasterio de Fredesval, donde, abiertas de ancas y como con una gallina entre sus piernas, o un gato, al atardecer, recibían cuantos pollos vagos o dicharachos, creyentes o profanos, de partidos borriquistas o de Rebuzno clerical, se acercaban, cogiéndoles muy bien por los cabellos encajándoles en su embaucadora mira rodeada de pelos. Que por eso, y esta acción ha quedado para siempre el caso de decir que “si uno o una quiere algo, como una gracia, un trabajo o beneplácito debe antes ser 'por la piedra pasado' ”.
-“Por estas dos piedras", dice Martín, un zarrapastroso con paleto atrevimiento que se nos ha acercado, muchos embustes y patrañas se han desenterrado. Por aquí pasaron el Burgense, el obispo Don Mauricio y Fernando III el Santo. Una de estas piedras fue la primera colocada en la erección de la Catedral de Burgos. Se vio mojar a canónigos, a concejales y a mucha gente del populacho. Además, el esposo de Gertrudis, una vecina suya de la Real y Antigua de Gamonal, le había confesado que había visto mojar hasta al cura párroco.
-“De verdad, Martín, te decimos, que tenemos listo el pienso pero no hay gallina que nos haya hecho caso”. De esta objeción pueril Martín hizo ni puto caso, continuando: ”la crisis y el rescate a la banca son como ese cuenquillo de barro que cada puta tenía a su derecho lado para que el parroquiano del sexo pusiera su pela, peseta, que más tarde fue un duro, antes de hacer lo que se hace al Chichi penetrando. Que de esta crisis global solo quedará la esponja de putas o el estropajo, y el regüeldo, eructo o taco de los mamarrachos”.
Le dejamos a Martín Rebuznando y nos dirigimos al Albergue de Peregrinos a tapiyar, tomar un cafelito, un capuchino nada malo, saliéndonos al encuentro un cancerbero bien basto, un tarro viejo, abuelo casi anciano, un bruto de pocas luces pero con muy mala leche. Zacoime, criado de confianza o Sacrismoche, sacristán acaso. Sin entenderle al majadero, sin duda un enchufado de la Junta de Castilla y León o del Ayuntamiento, nos fuimos a sacarlo de una cafetera de pie quebrado y a la rastra nos ha echado de este lupanar o tugurio de peregrinos y ermitaños este vigolero, ayudante de verdugo, con una coz en la “Cartilla del Peregrino” o Rulé, Culo, verdadero y majadero Tres de menor o Asno.
Tan sólo se salvaron de este lance de honor al pedo o sello del peregrino y ermitaño, dos cacatúas que estaban en la recepción y un chaval atolondrado, carabobo con gafas de cristal de vaso.
Salimos con el café en la mano y nos le tomamos en unos bancos que miran a la Catedral, desde el tivoldo o calle, de soslayo. Les echamos un poco de ron “Varadero” de cinco años, y les disfrutamos mientras un paseante con perro se sonríe mirándonos.
-“No está mal el gachó, ¿eh, Jesús? Si hubiéramos sido bujarrones se la hubiéramos metido hasta el cuajo”.
–“Si, Dani, pero nosotros andamos a la caza del conejo puto o sacrosanto. Y en esta calle Fernán González, ayer Barrio Chino, hoy calle de los inválidos, nuestro camino de santiago, no se divisa ni un puto chumino".
Cogemos el ascensor que nos lleva al CAB o Museo de Arte Válido, paseamos una exposición sobre el agua y otras chuminadas que nos hacen torcer la boca, entrándonos ganas de orinar con un descompasado reír, y nos fuimos a hacerlo cada uno con la suya. Una joven bedel apacible, nos dice que ya es la hora, que nos vayamos, pero volveremos porque el cafelito vale 40 ctmos y no 50 ctmos como en el Albergue de Peregrinos tan malo.
Rodeamos la Iglesia de San Esteban , hoy del retablo, nos tiramos un par de cuescos, rilamos, ventoseamos, que a una niña espantaron , e hizo gestos extraños cuando su mamá comenzó a reír , quién lo creería, quizás soñando con tentisarar, tentar, manosear, nuestros testes a dos manos.
Bajamos, de nuevo, a nuestro “camino de santiago”.
Seguimos Fernán González, pasamos por delante del Palacio de Castilfalé, hoy Archivo Municipal, y Jesús me dice:
–“Mira, hermano (sobamela con la mano, pensé), allí a la derecha en lo alto me parió mi madre. Vivíamos en una habitación que el Consistorio nos había dejado, también vivía algún pobre de solemnidad, y otros vagos. Todos enchufados, claro. El Palacio de Castilfalé tiene olor a chumino quemado".
Seguimos subiendo y pasamos la Iglesia de San Nicolás de largo. Más veamos: hoy hay bodijo y el bello sexo es un encanto. El retablo es de mármol y alabastro robados por los piratas españoles a los del Islam en barcos. Pasamos un Hostal de Burgos y al fin llegamos al Arco del Cid o Solar de Mío Cid, que dicen fue casa y cuadra donde él tenía su lerda pollina atada a la escabrosa tahona. Aquí, cuentan tuvo amores con tres esclavas “moras”, tres sultanas, pero esto fue una gran mentira, pues eran unas sirvientas de Modubar de la Emparedada, a quienes, eso sí, compró unas casas bajas en Castrillo Matajudíos, localidad en la provincia de Burgos, cuando puso a su mujer Jimena a buen recaudo de los monjes de Cardeña, de Gañanía, y a sus tres hijas las metió en tres botijas para que sexualmente no las asaltaran. A Jimena, su mujer, le puso cinturón de castidad, y la llave dio a los monjes para salvaguardarla. Más el muy cuco del Abad después de Maitines, primera parte del oficio divino de cada día, y Laudes, parte del oficio divino después de maitines, a Jimena mientras dormía se le acercaba y contra el ojo del cerrojo introducía el glande o lo intentaba, más, oh milagro, a san Cucufato rezaba (San Cucufato, San Cucufato, como no me hagas el milagro de abrir con el glande el cerrojo, de los cojones te ato); logrando abrirle pues tenía, eso dijo el monje portero y lego de la Portería, un picha ganzúa divina.
El Cid, al marchar al exilio, adivinó que vivo no volvería, marchando montado en su mula, tan trotona como falsa, sabiendo haber perdido tiara o capelo, pero ganando para el rey qué de reynos Rebuznando tan bien como Jumento. Que por sus insignes proezas y portentos, el rey le hizo una tortilla su cerebro.