Nacionalizaciones: ¿Tótem o Tabú?

Nacionalizaciones: ¿Tótem o Tabú?

Acacio Puig. LQS. Julio 2020

De nuevo vuelve a sonar la palabra “nacionalizaciones”… ¡ya era hora! Se escuchó hace días en el parlamento a propósito de la huida de Nissan-Barcelona (utilizó allí el concepto ERC por boca de su portavoz Gabriel Rufián). El 3 de julio de 2020 lo esgrimió -en plena carrera electoral/oportunista- Núñez Feijoo que citaba Alcoa y colocaba la pelota en el alero del gobierno de unidad progresista, emplazando al gobierno a que, si no hay plan idóneo hasta dentro de dos años, quizá fuera mejor nacionalizar ya Alcoa y salvar empleos… Aunque horas después (RNE) ya solo hablaba de un fondo de rescate para Alcoa… ¿estilo en zigzag como Rajoy?

También sonó el nacionalizar -durante la crisis de 2008/2012 y en medio de la debacle bancaria como alternativa a un rescate multimillonario sin contrapartidas. Primero se propuso genéricamente y después, apelando a levantar al menos una Banca Pública.

Y también el 3 de julio (en RNE) pero a la contra, el portavoz de la más alta representación de la aviación civil española salía al paso de la hipótesis de renacionalización de Iberia, alegando el mantra neoliberal conocido: “fue la privatización la que democratizó el acceso al transporte aéreo, de modo que millones de usuarios se han encontrado con un medio de viaje asequible”… (Y brutalmente contaminante, olvidó añadir)

En unas décadas hemos pasado de la filosofía de la nacionalización de sectores estratégicos a la más desbocada ideología privatizadora que ya mordió en todos los sectores rentables para entregarlos a la iniciativa privada (la telefonía, la energía, el transporte ferroviario…) y en el resto, el malévolo proceso avanza con velocidad de crucero (sanidad, enseñanza, pensiones…). Hasta los denominados “sindicatos de clase” (que simplemente son a día de hoy “los sindicatos mayoritarios”) ofertan planes privados de pensiones para sus afiliados.

¡Todo bastante repugnante! Máxime cuando la experiencia cotidiana de l@s usuarios no es otra que la llamada “competencia” entre los sectores privatizados, simplemente no existe. El reparto de clientela entre los grandes está basado en pactos de precios que anulan las supuestas bondades para el usuario de dicha competencia: Ni en energía, ni en telefonía, ni en transporte del tipo que sea, los precios a la gente (al cliente, dicen ellos) son diferentes sino que resultan tan similares que sus oscilaciones solo están basadas en las condiciones en que se ofrece el servicio.

Si el servicio es peor, si los trabajadores que lo garantizan cobran menos, si… se abarata algo la mercancía que ofertan los mercaderes: ¿algo ahorramos? Pero ese “algo” es muy poco perceptible y sobre todo “las rebajas” –siempre encubiertas por engaños de diverso calibre- no las hace la empresa… sino la sufrida fuerza de trabajo empleada en ella y las condiciones de seguridad implícitas en “la oferta”(antaño recurríamos al ejemplo de las privatizaciones impuestas en Reino Unido por la dama de hierro de catastróficas consecuencias y aquí, a la nacionalización de pérdidas de autopistas…para sanearlas y devolvérselas a los empresarios-garrapata de turno, por ejemplo).

Privatizaciones de toda laña y gestión privada de los sectores aún públicos, arrojan un saldo catastrófico para la mayoría junto a pingues y fraudulentos beneficios para la minoría. En definitiva, toda suerte de buitres empresariales desgarran y devoran los viejos sectores públicos al modo en que visibilizó estos años atrás algo de transparencia informativa que desveló en nuestro país la liquidación de viviendas públicas a precio de ganga… o las “inmatriculaciones” a que viene entregándose con máxima desfachatez (¿o fachatez?) la Iglesia Católica.

La construcción ideológica neoliberal siempre recurre al mismo argumento: la empresa privada gestiona mejor, el estado –lo público- gestiona mal porque además de no estar capacitado, anda corroído por lastres burocráticos que restan “eficiencia”, esa diosa invisible, todopoderosa y ratera. Eso no es óbice para que en esta Covid 19 los grandes capitalistas exijan todo lo exigible y más al denostado “papá-estado”.

Pero sin embargo, profesionales capaces claro que existen en todo el amplio abanico que constituye el sector público. Y además, existen quienes lo nutren con su trabajo y experiencia diaria: las mujeres y hombres que en lo común, desarrollan su actividad laboral (durante la fase aguda de la pandemia, hemos vuelto a constatar la capacidad de las fuerzas del trabajo en sanidad y también en enseñanza… tomemos pues nota de esas capacidades de base, que generan toda la confianza… excepto en quienes solo confían en el poder de acumular dinero). Hay base material para evolucionar desde las “nacionalizaciones desde arriba” de antaño, a las nacionalizaciones del presente, “nacionalizaciones desde abajo” es decir, socialmente participadas y controladas.

Una política de nacionalizaciones y renacionalizaciones de todos los sectores que consideramos estratégicos, sustentada en la gestión conjunta de expertos y fuerza de trabajo organizada, ejercitante del más escrupuloso control sobre dichos técnicos y ampliada a representaciones de usuarios, tiene todas las papeletas para funcionar mucho mejor que la que ejerce la empresa privada en esos ámbitos… Porque además, sustituirá el beneficio privado por el bien social.

Sin ánimo de lucro, pero quizá con primas que valoren los éxitos, revirtiendo los beneficios en investigación, contratación y empleo y finalmente en las arcas públicas… las nacionalizaciones sometidas a control social, garantizarían un futuro de desarrollo al servicio de la sociedad, de toda la sociedad. Una Banca Pública que garantice créditos a sectores públicos y a particulares, sería una herramienta limpia y apta para avanzar en la transformación de lo que existe y que -no olvidemos- no por el mero hecho de existir “es racional” (en eso, hay que poner a Hegel sobre sus pies, darle la vuelta 180º, como hacía Marx en el siglo XIX… ¡Cuánto tiempo ha pasado! ¿No es así?).

En definitiva… ¡qué no nos sigan contando milongas! Cambiar la correlación de fuerzas exige tener proyectos claros y argumentos consistentes. Las nacionalizaciones no son un tótem al que ofrecer sacrificios (la tienda del barrio es de quien la trabaja y la explotación agro ganadera también (aunque NO la agro-industria), por poner ejemplos entre muchos más posibles).

Pero en todos los sectores estratégicos será siempre rentable el nacionalizar y racionalizar mediante el control de trabajador@s y usuari@s y evidentemente, embutiendo y confederando esas nacionalizaciones en el entramado político-económico general de comunidades autónomas, regiones y naciones que esperan un estado propio.

Las nacionalizaciones no pueden ser -para las fuerzas de izquierda- un Tabú. (¿O es que “nacionalizar” solo es aplicable a fuerzas y cuerpos de seguridad del estado que en el anterior ejercicio nos costaron al conjunto de la población un brutal gasto militar?).

* Acacio Puig, artista plástico. Militante de la izquierda revolucionaria, represaliado por el franquismo, activista memorialista de la asociación “En Medio de Abril”.

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2 thoughts on “Nacionalizaciones: ¿Tótem o Tabú?

  1. La nacionalización en un primer momento, de todos los sectores estratégicos (energía, comunicaciones, transporte, sanidad, enseñanza, servicios sociales, ….) debe ser una cuestión prioritaria para un gobierno que dice ser “progresista y/o de izquierdas. Por tanto, ni tótem, ni tabú, nacionalizaciones !YA! y dejémonos de otras consideraciones como re nacionalizar o rescatar, independientemente de en que manos están muchos sectores estratégicos en estos momentos.
    La segunda parte, es la gestión de los servicios y empresas una vez nacionalizadas, pues estando de acuerdo con Acacio de que debe ser “social mente participadas y con control social”, para un gobierno socialdemócrata como este, este tipo de gestión es tabú, por tanto, será la ciudadanía quienes debemos corregir esta circunstancia.
    Y finalmente, no hay que olvidarse de todos los servicios sociales, mantenimiento, limpieza, etc que tienen privatizados tanto ayuntamientos, como diputaciones o comunidades autónomas.Todos ellos tienen volver a ser gestionadas por las diferentes administraciones públicas

  2. Vale nacionalicemos… Ojala! Pero eso si con criterio y estudio previo.
    No vale hablar de nacionalizar cuando es el final, como Nissan. El estado no debe de asumir ruinas empresariales, el estado debe de nacionalizar las partes productivas o de servicios estratégicas para tod@s

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