Náquera y la memoria del franquismo
Náquera, en avanzado proceso de colonización por las mafias del ladrillo, aún ostenta junto a la madurez altiva de los antiguos lugares de veraneo, el rancio tufillo, entre nostálgico y trasnochado, de la vieja memoria franquista. Recorrer sus pintorescas calles, desde las más céntricas o señoriales hasta las afueras, es como participar en un vía crucis cuyas estaciones exhiben los nombres de mártires, héroes y santos de “La Cruzada”; un pertinaz recordatorio de los vencedores de la Guerra Civil acontecimiento, que en esta población con unos 3.500 habitantes censados parece resistirse a ser pura y simplemente historia.
Que aquella guerra la ganaron Franco y sus generales contra ateos y comunistas… debe, según las autoridades de Náquera, notarse en algo. Ese algo, parece ser la actualización de los rótulos que dan nombre una buena parte de sus calles, plazas y paseos. Veamos. La plaza principal, donde se encuentra la iglesia, además de conservar una imponente cruz de los “caídos por Dios y por España”, con los nombres y apellidos de los mártires engastados en artísticos azulejos, sigue llamándose, Plaza Caudillo , según OTRA artística placa de azulejos. Junto a ella se enclava una actualizada y alucinante versión en valenciano que reza así: Plaça Caudill .
En formato idéntico o similar, incluida la versión bilingüe, encontramos los nombres en las principales vías urbanas de generales golpistas y dirigentes políticos de ultraderecha de antes y después de 1936, como los de: Mola, Queipo del Llano y Puente (¿no será Ponte?), los de José Antonio (a secas) y Calvo Sotelo, y el de Adolfo Rincón de Arellano, jerarca falangista local que fuera alcalde de Valencia y ex Jefe Provincial del Movimiento, a quién está dedicada una travesía. No podían faltar, y de hecho existe un puñadito de calles, que exhiben placas bilingües o no, dedicadas a religiosos, como los:
Mosén Vicente Cabo y el también Mosén Françesc Cabo; el Canonge Manuel Pérez, el padre Manuel Navarro, cuya placa es una pasada pues, añade una segunda línea donde se dice: Franciscano misionero del Perú…
No falta el recuerdo a los caídos locales más allá de la artística cruz reseñada… Una placa, verdaderamente curiosa, que según un amigo residente en plaza, viene a simbolizar el no va más, es decir adonde puede llegar “el odio eterno a los romanos”, es la que titula una larga calle de una de las urbanizaciones más antiguas como calle del Referéndum… Presenta una segunda línea que sistemáticamente es picada o borrada por algún vecino. Se trata, por extraño que pueda parecer, de recordar el “Referéndun nacional” organizado por el dictador en 1966 en el que votar “era un deber patriótico” y en el que lógicamente (¿?) el 88 por ciento de la población votó SI, sin que ningún eslogan o cartel invitara a decidirse por el NO o la abstención… Huelgan otros comentarios.
Pero Náquera posee también, aunque hoy sea casi invisible, una memoria democrática, mal que les pese a los nostálgicos -hay quién habla de sucesores- del viejo régimen surgido de una rebelión militar contra la Segunda República. Una memoria, en parte conocida, pero que también parece necesario actualizar.