No hay condón para las mocosas

No hay condón para las mocosas

Miguel de Vergas está triste. Ha venido a Burgos desde Embid, un lugar de Aragón, para ver y conocer lo briosos que son los mozos de Gamonal. Está paseando las calles que dan a la Avenida de Reyes Católicos: Francisco Sarmiento, Clunia, Valentin Jalón, Avda del Cid, entre otras. Calles frías y silenciosas como las calles del Cementerio municipal. Los edificios se le parecen mamblas, mámoas o túmulos, algunos con cámara  sepulcral, que son las iglesias. Túmulos o mámoas como las que vio en Galicia con su inseparable amigo Caparrón, que no ha podido venir con él, pues se ha ido a la manifestación en Madrid de las Trabajadoras del Sexo.

Al despedirse él le dijo:

-Qué manía la de este gobierno ruin, de poca marca, perdulario y ficha, apoyado en su mayoría y las armas, que sólo parece que quiere bajarle las bragas a las mujeres, y cobrarles un peaje. Hay que luchar por ellas pues son tan grandes mujeres como las que están atadas oficial y eclesialmente.

– Totalmente de acuerdo, le respondió Miguel.

El ha ido a una farmacia a por unos preservativos, que encuentra cerrada porque es domingo. Y cuál es su sorpresa que ve que el dispensador de condones colocado en la pared junto a la puerta de entrada,  está precintado por la policía. Y esto le pasa a él, que ha concertado la visita a una trabajadora del sexo en la Calle Clunia,  junto al supermercado El Arbol. No sale de su asombro. Se pregunta. ¿Pero ya habrá empezado la bagujada del vientre, a hacer de vientre la futura ley del aborto?

Un poco verecundo que es, pues se avergüenza con facilidad, le pregunta al primer transeúnte que ve, indicándole el precinto policial que cubre el dispensador de condones:

-¿Pero esto  qué es?

Le responde el transeúnte:

-Yo creo, pienso, que puede ser para echarle carnaza a la próxima ley del aborto. La Iglesia no folla con condones, ya sabes, majo. Pues si le preguntas a los curas  que por qué no al condón, te responden: “en el culo le tienes”.

Miguel le siguió preguntando muy manso:

-Entonces, ahora, habrá que follar a pelo y rabo, ¿no? ¿Tampoco les venderán en farmacias?

Hace una pausa, y prosigue:

– ¿Ya no podremos alcanzar a la bella de carretera cuando nuestro verriondo esté salido?

El transeúnte le responde:

– ¡Vergas en lo alto¡  (Miguel sonríe para sus adentros)

Prosigue el transeúnte:

– Las vergüenzas delante de las puertas; que orilla o borde de un bajo es placer.

– Que habrá que imitar a Antonio Vernet,  pintor decorador que tuvo de su matrimonio con María Teresa Garnier veintidós hijos.

Respóndele Miguel:

– No tengo para tantos. Lo sé. Aunque can que en tiempo de uvas bagujada hace, pruebe el Concejo y beba el alcalde,

– Y qué pena que no habrá condón para las mocosas.

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