No homenajeen a Baroja
Por Arturo del Villar. LQSomos.
“En estos momentos soy partidario de una dictadura militar que esté basada en la pura autoridad y que tanga fuerza para dominar los instintos rencorosos y vengativos de la masa reaccionaria y de la masa socialista.”
El reino de España honra a sus gentes en vida y en muerte. Así se ha celebrado el sesquicentenario del nacimiento de Pío Baroja, cumplido el 28 de diciembre de 2022, como un suceso lleno de gloria, lo que es comprensible en este país en el que se lee muy poco y mal. Inició los homenajes el 8 de octubre el Ayuntamiento de Madrid, porque así lo quiso su alcalde José Luis Martínez Almeida, que como supernumerario del Opus Dei entiende mucho de rezos y cilicios, pero nada de literatura.
Después el 14 de diciembre la Real Academia Española celebró una sesión en su honor, en la que Soledad Puértolas destacó los valores morales que a su juicio poseyó el novelista, según ella los ve pese a estar muy ocultos. El mismo día 28 el Aula de Cultura del diario archimonárquico y protofascista Abc le demostró su simpatía por coincidir en tantas opiniones. Etcétera. No puedo compartir ese entusiasmo barojiano porque he leído sus repulsivos comentarios acerca de la política española de su tiempo, que en parte es también el mío, y son nauseabundos. Repasemos algunos.
La sublevación de los militares monárquicos el 17 de julio de 1936 le incitó a cruzar los Pirineos el día 23 para instalarse en París, en donde residió cómodamente gracias a sus colaboraciones en el diario conservador bonaerense La Nación, vinculado a los golpes de Estado militares. También residió en Basilea en 1937. Siguió la evolución de la guerra por los periódicos parisienses.
Fue muy comentado su artículo titulado “Una explicación”, aparecido en el Diario de Navarra el 1 de setiembre de 1936. Lo que explicó fue que “meses antes del advenimiento de la República” ya acertó él a adivinar por sus observaciones que con ella “tenía que venir un intento de revolución social y de comunismo”, lo que en su criterio resultaría desastroso para el país, por lo que se declaro antirrepublicano sin límites. Y remataba su visión de la República con una propuesta bélica: “Este tumor o este absceso formado por mentiras, es de desear que lo saje cuanto antes la espada de un militar.” Lo consiguió y se produjo un millón de republicanos muertos y medio millón de exiliados, para colmar el deseo de Baroja.
En la España conquistada
Conforme los rebeldes golpistas avanzaban en la ocupación de territorios deseó regresar a su casa de Vera de Bidasoa, en la Navarra directora de la sublevación. Así se lo propuso a la Delegación de Prensa y Propaganda de los rebeldes, sita en la Salamanca capital del territorio conquistado, en donde se instaló en setiembre de 1937. Colaboró con artículos proselitistas en los medios de comunicación rebeldes.
El 6 de enero de 1938 intervino en la constitución del Instituto de España, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, acto presidido por el exgeneral rebelde Jordana. Con ello pretendían los sublevados demostrar al mundo que los intelectuales estaban con ellos. Los presentes juraron ante Dios y sus ángeles de la guarda fidelidad al exgeneral designado jefe del Estado por sus compañeros de traición, convertido en el dictadorísimo que tuvo presa a la nación hasta su muerte en 1975.
En febrero de 1938 Baroja regresó a París, instalándose en el Colegio de España, sumado a la rebelión militar. Allí permaneció hasta el 8 de junio de 1940, cuando viajó a Bayona, y el día 24 volvió a la España sometida a la dictadura fascista para quedarse en ella muy satisfecho, celebrado en las publicaciones de la época como un genio literario, muy bien pagadas sus colaboraciones, que efectivamente eran colaboracionistas.
Publicaciones fascistas
Fue muy celebrado su libro recopilador de artículos antiguos titulado Comunistas, judíos y demás ralea, publicado en Valladolid en 1938 por la editorial Reconquista, con un preámbulo del protonazi Ernesto Giménez Caballero, titulado “Pío Baroja, precursor español del fascismo”, actualización del ya aparecido anteriormente en el número 8 del panfleto fascista JONS, impreso en Madrid en enero de 1934.
La segunda edición de este libro presenta una curiosidad bibliográfica, porque apareció en 1939 en la misma imprenta de Reconquista, según dice la portada, o por cuenta de otra editorial llamada Cumbre, de acuerdo con la portadilla. Si no fuese un libro tan repulsivo constituiría una rareza a tener en cuenta, pero es preferible olvidarlo. Ambas empresas pertenecían a José Ruiz Castillo, que hizo su fortuna al servicio de los rebeldes.
Una antología de ese volumen fascistísimo, con el título de Libertad frente a sumisión, preparada y prologada por Miguel Ángel García de Juan, la publicó en Madrid en 2001 la editorial Caro Raggio, propiedad de la familia Baroja. Las interpretaciones de lo que sean la libertad y la sumisión ofrecen curiosas variantes.
El mismo editor y el mismo recopilador presentaron en 1999 un volumen de título tan largo como disparatado: Desde el exilio. (Los artículos inéditos publicados en La Nación de Buenos Aires, 1936-1943): ¿cómo podían ser considerados inéditos unos artículos editados en un diario? ¿No conoce el señor García el significado de la palabra inédito? Y es vergonzoso calificar de exilio la huida de Baroja durante la guerra, un insulto para los patriotas que sí debieron exiliarse en 1939 para librarse del terror fascista.
Ya Pío Baroja había seleccionado unos artículos impresos durante la guerra, principalmente en La Nación de Buenos Aires, con el título de Ayer y hoy, impresos en Santiago de Chile por cuenta de Ercilla, en 1939 con reedición al año siguiente, y otra hecha en Madrid por Caro Raggio en 1998. Es una suma de descalificaciones de la República Española y alabanzas de los sublevados que favorece el vómito de las personas decentes. Sirva de ejemplo este párrafo impreso en la página 38:
“En estos momentos soy partidario de una dictadura militar que esté basada en la pura autoridad y que tanga fuerza para dominar los instintos rencorosos y vengativos de la masa reaccionaria y de la masa socialista.”
Ataques a la República se encuentran igualmente en otra recopilación de artículos, Aquí París (1955), y no faltan tampoco en sus novelas, como en Locuras de carnaval (1937) y Laura o la soledad sin remedio (1939), entre otras. Sus memorias en ocho volúmenes, Desde la última vuelta del camino, consumadas en 1949, demuestran una envidia y un rencor inmensos contra sus compañeros de profesión: de la profesión literaria, no de las otras que también ejerció y fueron rotundos fracasos.
Por todos estos motivos no puedo colaborar en los homenajes al fascista Pío Baroja, debido a que formo parte muy feliz de lo que él consideraba ralea.
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