Panamá vive la ilusión del neoliberalismo
El dirigente sindical Genaro López habla sobre la creación del FAD (Frente Amplio por la Democracia) y la esperanza de cambios en el país.
Llegando a Ciudad de Panamá, lo que más llama la atención al visitante es la imagen de desarrollo, modernidad y bienestar que te devuelve la capital. Rascacielos de más de 80 pisos y un sistema de transporte metro en construcción, un Ferrari que hace rugir su motor en el semaforo y miles de personas en movimiento por sus anchas avenidas abarrotadas de tiendas, no es algo normal en la región centroamericana.
Sin embargo, para Genaro López, dirigente de la CONUSI (Confederacion Nacional de Unidad Sindical Independiente) y del FRENADESO (Frente Nacional por la Defensa de los Derechos Económicos y Sociales), esa imagen, sumada a los conceptos de “pleno empleo” y “crecimiento económico” que enorgullecen al actual gobierno de Ricardo Martinelli, son elementos que sólo sirven para generar un espejismo detrás del cual se esconde una realidad de país muy diferente.
Un Panamá post invasión norteamericana (1989), asegura López a Opera Mundi, que nada tiene de democrático y que sigue siendo sacudido por los altos índices de pobreza, la injusta redistribución de la riqueza, puestos de trabajo precarizados y flexibilizados por poderosas transnacionales, represión social y una corrupción generalizada.
Ante esta situación, el dirigente obrero asegura que el país se encuentra en una encrucijada: continuar viviendo de espejismos o buscar alternativas reales para una refundación del país. En este sentido, el proceso de formación del partido Frente Amplio por la Democracia (FAD) desde las propias entrañas de los movimientos sociales, populares y sindicales de Panamá, representa – dice López – “un paso decidido hacia el rompimiento del espejismo que atrapa al pueblo panameño y que apunta a un cambio real”.
– Opera Mundi: ¿Panamá es un espejismo o una realidad?
– Genaro López: A los políticos les gusta decir que Panamá es el “país de las maravillas”, que tiene pleno empleo y una tasa de crecimiento económico que es entre las más altas del área centroamericana. Sin embargo, la realidad nos dice otras cosa. Por ejemplo, que somos el segundo país de América Latina con la peor distribución de la riqueza, que el salario mínimo no cubre siquiera la canasta de alimentos, que más del 40 por ciento de la población vive en pobreza y que más del 90 por ciento de la población indígena – que representa el 11 por ciento del total nacional – es pobre o extremadamente pobre.
Además, el 47 por ciento de la fuerza laboral empleada trabaja en el sector informal, está precarizada, no goza de ningún tipo de derecho laboral, ni de prestaciones sociales. En fin, el crecimiento económico que tenemos no llega a la mayoría, sino que se queda concentrado en las manos de unos pocos. En Panamá, el desarrollo económico no equivale a desarrollo humano, y esto es el resultado de las políticas neoliberales que comenzaron a implementarse a partir de los años 90.
– OM: ¿Cuáles fueron estas políticas?
– GL: Todos los gobiernos que se sucedieron después de la invasión norteamericana (1989) implementaron las mismas políticas de privatización de los bienes públicos, los recursos naturales y los servicios básicos, acompañadas por la venta de empresas de capital nacional al capital extranjero. Todo eso trajo más concentración de la riqueza y desposesión para la población, más corrupción y más represión contra los movimientos y organizaciones que se opusieron a estas medidas.
– OM: Hay sectores que opinan que la invasión de 1989 trajo la democracia al país. ¿Usted está de acuerdo?
– GL: Depende de lo que se entiende por “democracia”. Para nosotros “democracia” va más allá de poder votar cada cinco años al verdugo que nos va a imponer las mismas medidas. No podemos hablar de “democracia” cuando la mayoría de la población no tiene sus necesidades básicas resueltas.
De aquella trágica experiencia han quedado la violación y el debilitamiento de nuestra soberanía, el dolor de nuestro pueblo, el sufrimiento de los familiares de las víctimas. Han pasado casi 23 años y nunca se ha hecho una investigación, ni sabemos cuántas personas perdieron la vida, cuántos son los desaparecidos, cuántas las pérdidas materiales.
Aunque los sectores pudientes y el mismo gobierno norteamericano quieran tender un velo de silencio sobre lo ocurrido, nosotros seguimos luchando para que la gente no olvide, para que se investigue y se indemnicen a los familiares de las víctimas.
– ¿OM ¿Cuál es la presencia de Estados Unidos hoy en el país?
– GL: Después de que entregaron el Canal buscaron la forma de seguir en el país. Bajo el pretexto de la lucha contra el narcotráfico no sólo mantienen sus bases militares, sino que están incrementando su despliegue de tropas y su nivel de asesoramiento. La realidad es que los norteamericanos siguen teniendo una fuerte incidencia en la administración del Estado.
– OM: ¿Cómo evalúan el desempeño del gobierno del presidente Ricardo Martinelli?
– GL: Martinelli tiene un historial de gran empresario inmiscuido en política. Antes de ser electo Presidente se desempeñó como director de la Caja del Seguro Social en el gobierno de Ernesto Pérez Balladares (1994-1999) y como Ministro del Canal de Panamá durante el periodo de Mireya Moscoso (1999-2004).
Cuando asumió el mandato prometió hacer un gobierno que iba a resolver las necesidades del pueblo, pero lo que hemos visto ha sido exáctamente lo contrario. Ha impulsado una mayor desregulación y privatización del mercado y ha incrementado el nivel de represión contra las organizaciones sociales, populares y sindicales.
El resultado ha sido que en 2011 la OIT (Organización Internacional del Trabajo) colocó a Panamá en una lista de los 25 países donde más se violan los derechos laborales y por ende, los derechos humanos. Sin embargo continúa la protesta de los estudiantes, de los trabajadores de la Caja de Seguro Social, de los pueblos indígenas y de amplios sectores de la sociedad panameña.
– OM: ¿Cuáles han sido los momentos más duros para la protesta social?
– GL: Cuando aprobaron la Ley 30, conocida como “Ley Chorizo”, y la Ley 14, conocida como la “Ley del Carcelazo”. Pretendieron reformar el Código del Trabajo, el Código Penal, el Judicial y un sinnúmero de leyes. Quisieron criminalizar la protesta social y dar un golpe mortal a los derechos laborales, sindicales y humanos.
No podemos olvidar que los trabajadores bananeros en Bocas del Toro fueron reprimidos brutalmente, con un saldo de dos muertos – aunque la gente asegura que fueron por lo menos diez -, más de 500 heridos con perdigones, 56 de los cuales perdieron la vista en un ojo y tres quedaron ciegos.
Hace pocos meses asistimos también a la protesta masiva del pueblo originario Ngäbe Buklé, en el sector de San Félix, provincia de Chiriquí, contra la pretensión del gobierno y el Parlamento de permitir la implementación de megaproyectos mineros e hidroeléctricos en su territorio. También en ese caso hubo dos muertos y decenas de heridos.
– OM: FRENADESO también ha repetidamente denunciado la corrupción en el gobierno.
– GL: La corrupción está en todas partes y lo hemos visto recientemente con el caso del italiano Valter Lavitola, un antiguo colaborador del ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, quien fue acusado de haber sobornado a miembros del gabinete de gobierno y al mismo Martinelli a cambio de contratos para la construcción de carceles en Panamá.
Aquí todo el mundo sabe, por ejemplo, que las licitaciones para las grandes obras ya están arregladas para que las ganen las empresas extranjeras. Es una situación que hay que cambiar, porque toda la riqueza que se crea, incluyendo a la que se origina a través de la administración del Canal, nunca sirve para resolver los graves problemas de hambre, pobreza, desempleo y marginación. Antes bien, estamos viendo como Panamá está abandonando el agro y agravando la situación de inseguridad alimentaria de las personas.
– OM: Sin embargo la gente parece no estar buscando alternativas políticas.
– GL: No es así. En cada proceso electoral, hay un voto de castigo para el gobierno saliente, pero el problema es que no existen alternativas políticas reales. En este sentido, creemos que es el momento más oportuno para la creación de un instrumento político-electoral que pueda ser una alternativa de cambio en el país.
– OM: ¿De qué se trata exáctamente?
– GL: A partir de la experiencia de FRENADESO, que aglutina a amplios sectores de la sociedad panameña, decidimos iniciar el proceso de formación del partido Frente Amplio por la Democracia (FAD). Nuestro propósito es crear un instrumento que represente una alternativa con equidad y justicia social y que apunte a una refundación del país a través de una nueva Constitución originaria.
Ya hemos inaugurado nuestra sede en la capital y actualmente estamos en el proceso de recolección de firmas y ya superamos las 20 mil adhesiones de las 64 mil que son necesarias para oficializarse como partido ante las autoridades electorales.
Pese al procedimiento muy engorroso que existe en Panamá para la inscripción de un nuevo partido y un Código Electoral totalmente antidemocrático, el FAD es la única formación política que ha logrado, hasta el momento, mantener su estatus como “partido en formación”, y estamos convencidos poder llegar a participar en las elecciones nacionales de 2014.
– OM: Históricamente los movimientos sociales han mantenido muchas dudas acerca de convertirse en partido político y participar de un proceso electoral. ¿Cómo llegaron a esta decisión?
– GL: Fue una discusión larga y difícil y, finalmente, evaluamos que era el momento propicio para ofrecer un espacio en donde puedan converger amplios sectores. Nuestro objetivo es sumar y que la gente participe porque cree en el proyecto y en el programa, y no porque se le ofrecen prebendas como hacen los partidos tradicionales.
Sabemos que no va a ser fácil y que hay fuerzas conservadoras y retrógradas nacionales e internacionales que harán de todo para boicotear y frenar nuestro proyecto, como ya lo están haciendo en aquellos países de América Latina donde los pueblos han puesto a gobernar a fuerzas progresistas o de corte socialista. Sin embargo estamos dispuestos a hacerlo.