Para ir al cielo: contra suicidio, homicidio

Para ir al cielo: contra suicidio, homicidio
El esteticismo de los prerrafaelitas: J.E. Millais 1852: Ofelia, shakespiriano personaje de Hamlet, se suicida ahogándose

Por Nònimo Lustre

Incluso desde antes de que el Cristianismo lo pudriera, en el Occidente europeo el suicidio nunca tuvo buena prensa. Y si lo perpetran mujeres, los casos tienden a olvidarse pero no desaparecen de la Historia, menos aún si estas mujeres son matronas de la aristocracia. Recordemos dos ejemplos derivados de la Antigüedad griega:

a) cuando Atenas llegó a conseguir un gran poder, la dieta de sus élites comenzó a disfrutar de la hoy famosa ‘dieta mediterránea’. Y las matronas ricas se atiborraron de grasas olvidando el ejercicio corporal. Engordaron demasiado y en mal momento puesto que coincidieron con un ideal de los varones que exaltaba los cuerpos atléticos. Las matronas, conscientes de su obesidad nada estética, empezaron a suicidarse en masa. ¿Qué hacer para cortar esa epidemia? Nadie lo sabía… hasta que llegó Pericles (c.485 ane-429 ane) quien -quizá inspirado por su ilustrada mujer, Aspasia de Mileto-, promulgó un edicto extremo: los cadáveres de las suicidas serían expuestos en el ágora -desnudas. Mano de santo, Pericles, (“el Primer ciudadano de Atenas”, Tucídides dixit), terminó con la epidemia.

b) Un siglo después, 170 matronas griegas sufrieron serias suspicacias punitivas a partir de la lectura crítica de un parágrafo de Ab urbe condita de Tito Livio, donde “se describe el envenenamiento de un grupo de ciudadanos por parte de un gran número de matronas sucedido en el año 331 a.C. El incidente resultó insólito por ser culpables las matronas de grandes familias, y fue percibido como una amenaza, por lo que se resolvió tratarlo como un prodigio y se realizó un ritual colectivo de purificación… [que ilustra sobre] la concepción de la mujer subversiva en la antigua Roma” (cf. Alejandra Guzmán Almagro; 2021; “¿Matronas asesinas, brujas o posesas? (un comentario a Livio 8.18); en ARENAL, 30:2; julio-diciembre 2023)

Una famosa suicida: portada de una edición de la Antígona de Sófocles (ca. 440 ane)

Representación contemporánea del drama de Sófocles observado por María Zambrano.

Introducción a la barbarie

El suicidio, por E.A. Bayard 1834

Saltando cronológicamente hasta antes de la siguiente película, un breve apunte sobre el revolucionario siglo XIX: fue un hecho que, hasta finales de ese siglo, en el muy europeo y liberal Reino Unido, el suicidio todavía era un delito castigado ¡con la pena de muerte! Velay una anécdota harto llamativa: “Fue ahorcado un hombre que se habla abierto la garganta pero que había sido devuelto a la vida. Lo ahorcaron por suicida. El médico había advertido que era imposible ahorcarlo mientras por la abertura de la garganta pudiese respirar, pero no escucharon su advertencia y lo colgaron. Inmediatamente se abrió la herida del cuello y el hombre volvió de nuevo a la vida, a pesar del ahorcamiento. Ello dio tiempo a convocar a los concejales para decidir lo que se debía hacer, y al fin los concejales se reunieron y lo ataron por debajo de la herida hasta que murió” (en E.H. Carr, ed. española de 1985, Los exiliados románticos (Bakunin, Herzen, Ogarev), p. 273)

Historias macabras de la Europa Central en los siglos de la Ilustración

El baño del diablo (The Devil’s Bath, 2024), película de los austriacos Severin Fiala y Veronika Franz se centra en los suicidios indirectos (proxy), principal pero no exclusivamente cometidos por mujeres, en la Europa Central de los siglos XVII y XVIII. No comentaremos nada sobre la película en sí porque la entendemos como documento histórico -léase, no diremos si la peli nos ha parecido buena, regular o mala.

 El baño del diablo (en adelante, BD) es un comentario fílmico basado en el reciente libro de Kathy Stuart (2023), Suicide by Proxy in Early Modern Germany. Crime, Sin and Salvation (disponible en annas-archive.com), Premio Natalie Zemon Davis 2024. Como dijimos atrás, no comentaremos nada de sus aspectos cinematográficos. Pero si subrayaremos que es un libro científico, scholar y durísimo -ejemplos: executions, aparece 210 veces; ravenstone (= patíbulo, lápida), 106 veces. A continuación, vemos cinco de sus ilustraciones:

Grabado de 1740; carátula de Stuart 2023

Ejecución de los rebeldes vecinales Cord Jastram y Hieronimus Schnitger, 1687. A falta de imágenes de mujeres asesinadas legalmente, hemos recurrido a este grabado donde se aprecian las torturas, amputaciones y descoyuntamientos previas a la decapitación final (en Stuart: 114)

Principios del siglo XVIII: la muy católica virgen María con el Hacha, venció a los Protestantes, a los Turcos e incluso a los fieles poco militantes (en Stuart: 234) Es fama austriaca que los protestantes iconoclastas -y, por supuesto, los judíos-, intentaron trozarla a hachazos pero sus verdugos morían in situ, se volvían majaretas o, como máxima maldición, se convertían al catolicismo. 

La Cruz de la Rueda (Wheel Cross, Räderkreuz) (en Stuart: 341) Una pietá erigida en medio de los patíbulos, que fue demolida ca. 1868

Resumen del argumento del film BD: Cientos de mujeres que deseaban su muerte pero querían evitar la condena eterna para los suicidas que imponían las dos principales religiones cristianas de entonces (catolicismo y protestantismo), encontraron un solo modo de acabar con su angustia: asesinar a niños, bebés en muchos casos, y lograr el perdón de un sacerdote antes de ser ajusticiadas con la pena de muerte.

Por su parte, en su libro Stuart muestra en toda su cruda infamia que estos retorcidos asesinatos emergen como la inesperada (¿) consecuencia de muy agresivas campañas disciplinarias patrocinadas por Estados confesionales, demostrando con ellas el límite del Poder de los primeros Estados modernos. En la práctica, muchas de las ‘asesinas’ confiesan delitos -a menudo imaginarios- del pasado o de brujería y, asimismo, hodiernas profanaciones de la Hostia, incendios, blasfemias, infanticidios o bestialismo. Para estas infelices devotas, las víctimas inocentes (los niños) tenían expedita la entrada al Paraíso. Y un detalle final: en los dos estudios de caso que desgrana Stuart, las misiones evangelizadoras que causaron tanta ignominia, militaron entusiásticamente tanto los luteranos de Hamburgo como los ultracatólicos de Viena.

En el cúmulo de demencias cristianas que condensan las iniquidades ocurridas en los dos siglos mencionados, era absolutamente decisivo que, tras confesar sus delitos, las mujeres obtuvieran el perdón de los respetivos sacerdotes –“Jesús te ama”. Así, se alistaban tranquilas para el cadalso donde, antes de la decapitación, las esperaban la amputación de brazos, la mutilación de la lengua y otras mil torturas ‘imaginativas’ hasta incluso el fuego en vivo. La peripecia de Europa está plagada de guerras de religión, Cruzadas, evangelizaciones forzosas y Estados confesionales pero pocas veces ha estado más palmario el Poder de los confesores. O, al menos, pocas veces en la Europa Central ha sido tan inmisericorde ese poder.

A mediados de su obra, Stuart dedica varios capítulos a la rigurosamente detallada narrativa de la represión sufrida por los iconoclastas -protestantes, obvio.  Básicamente, la misma que sufrían las ‘asesinas’. Pero siempre hubo grados: en la Viena de 1702-1709 (período cumbre de la persecución a la suicida iconoclastia), se perpetraron 62 ejecuciones, 37 dellas, mujeres (60%) Sin embargo, la (forzosa) participación femenina fue decayendo: así, en 1770-1779, hubo 30 asesinatos legales y sólo 2 fueron hembras (7%) Pero, si atendemos a la diferencia entre suicidas iconoclastas y mujeres suicidas indirectas, encontramos que “la predominancia femenina entre los suicidios proxy es alarmante tanto en Hamburgo como en Viena: al principio, los casos proxy fueron femeninos aunque fueran seguidos por varones sólo cuando se hicieron extremadamente ‘familiares’” (Stuart: 355)

Está fuera de la dimensión de estas notas incluir todos los casos de mujeres suicidas indirectas de los que está repleto el libro de Stuart. Por ello, nos limitaremos a un solo ejemplo porque suena a reminiscente de la película BD: en 1761, la campesina austríaca Eva Lizlfelnerin (EL) de 25 años, engañó a Barbara S. para robarle a su hijito de dos años. Una vez conseguido su propósito, arrojó al niño Matthias a una cascada próxima. Hasta aquí, un común proceder conocido por todos los villanos -de las villas. Pero, a pesar de que se auto-delató públicamente, EL no acababa de ser encausada así que intentó otros crímenes más grotescos que delictuosos. Finalmente, fue llevada a juicio donde -aquí empieza lo sustantivo de esta anécdota-, se negó a que la consideraran insane; al contrario, proclamó repetidas veces que “cuando ahogué al niño, siempre estuve en plenas facultades mentales. Contemplé plácidamente cómo Matthias se ahogaba”. Los secretarios judiciales intentaron edulcorar sus testimonios pero EL los regañaba e insistía en su culpabilidad hasta que, tras 7 meses de juicio, le amputaron una mano y fue decapitada (Stuart: capítulo 2 y cap. 8, 395-400) Huelga añadir que buena parte de las suicidas indirectas, se auto-inculparon con el mismo ímpetu que EL.

Richtstätte: la decapitación en 1512 según el ‘experto verdugo’ Urs Graf (Stuart: 39)

Coda

“En los países desarrollados, la primera causa de muerte de las mujeres durante el periodo perinatal es el suicidio(dra. Susana Al-Alabi, universidad de Oviedo) Y añade que, en general, según un buen número de papers, el suicidio representa entre el 5 y 20% de las muertes maternas en los países de ingresos altos y de 1 a 5% en los países de bajos y medianos ingresos.

La historiadora M.C. Mtez. Baleirón escribe en 2024 sobre “Las mujeres suicidas como icono de belleza y sumisión”. ¿Por qué tan inicua estética?: porque “la mirada masculina goza de la pasividad de la hembra”. Baleirón recomienda un libro de Valerie Meesen con imágenes espeluznantes: Post-Mortems: Representations of Female Suicide by Drowning in Victorian Culture (cf. supra ilustración de Ofelia) donde se manifiesta que el intento de suicidio (por ahogamiento) de la dama sirve al hombre para lucir el papel de rescatador que salva a la doncella de querer tirarse desde un puente… a esta repetida escena le dan un buen giro en El Cuento de la Criada cuando esta acción de salvamento la lleva a cabo otra mujer y la causa del suicidio no es el desamor sino la privación de criar a su bebé. Al final, este artº añade un caso tristísimo: el de la sumamente exitosa poeta Sylvia Plath que se ahoga pero no en agua sino… con el gas del horno de su cocina.

Doméstico o castigado por el Estado, el suicidio femenino puede parecer igualmente deplorable pero esta equidistancia no es cierta: como demuestran los casos estudiados por Stuart y filmados en BD, la promoción estatal por un lado y la intrusión eclesial por el otro consiguen que la diabólica alianza Estado-Iglesia alcance infinitamente superiores cotas de barbarie.

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