Peregrinos del mundo: buscando posada
Por David Brooks*. LQSomos.
Hay un número sin precedente de peregrinos en el mundo –refugiados, migrantes, exiliados– que se han visto obligados a despedirse de sus hogares, de sus familias, de sus amados, de sus mundos, para ir a buscar posada, muchos en países que comparten responsabilidad en provocar el éxodo a través de políticas económicas, guerras, su contribución al cambio climático y más
John Berger había dicho que el siglo XXI era el siglo en donde nunca antes tanta gente ha tenido que decir adiós, que es “el siglo de las desapariciones. El siglo de gente viendo sin poder hacer nada, a otros, que eran cercanos a ellos, desaparecer en el horizonte”. El siglo XXI sigue siendo marcado por el largo adiós con la ONU calculando que más de 100 millones de personas fueron forzosamente desplazadas de sus hogares (https://www.acnur.org/datos-basicos.html).
En Estados Unidos, que ahora está atrapado entre su identidad como “país de inmigrantes” y país envenenado con xenofobia y racismo históricos que han sido elevados a niveles alarmantes por fuerzas neofascistas en los últimos años.
Mientras tanto, hay una disputa para ver cómo continuar limitando el derecho al asilo, un éxito del gobierno de Trump que casi logró anularlo por completo. Los políticos, con sus notables excepciones, siguen usando a los migrantes como peones en su obsceno juego de ajedrez, algunos construyendo nuevos muros o secuestrándolos para enviarlos a otros estados, mientras “defensores” expresan su “preocupación” por los migrantes y ofrecen propuestas para “manejar” este flujo humano “de manera responsable”, incluyendo lo que dicen que es un regalo para los llamados “soñadores”, pero hasta ahora, sólo han logrado alargar una pesadilla para los buscadores de posada.
La gran iniciativa del gobierno de Biden para identificar y atender algunas de las “causas de raíz” sigue evitando una de las causas principales: el propio Estados Unidos ha nutrido el éxodo durante décadas como resultado de sus intervenciones y guerras, su fracasada guerra contra el narco, su promoción de políticas neoliberales y su magna contribución histórica al cambio climático.
Todo, mientras seres humanos –tal vez hasta un tercio menores de edad– buscan cómo sobrevivir una noche más, un secuestro más, una amenaza más, otro día de frío en la zona fronteriza y rumbo al país de la estatua esa que dice que da la bienvenida a los desamparados del mundo.
Ni hablar de los desplazados y desamparados dentro del país. Vale recordar que parte de la historia de esta nación fue el desplazamiento y el exilio interno de millones de indígenas por colonizadores europeos –los primeros migrantes indocumentados– y sus descendientes. Los indígenas estadunidenses aún viven en reservaciones que en algunos casos podrían ser caracterizados como campos de refugiados. Y en el país más rico del mundo, también hay por lo menos 580 mil homeless, personas sin techo, en busca constante de posada. Entre ellos hay miles de veteranos militares que participaron en las intervenciones e invasiones de otros países, provocando desplazamientos y éxodos en varias partes del mundo
(https://endhomelessness.org/homelessness-in-america/homelessness-statistics/state-of-homelessness/).
Desde los campos de refugiados al otro lado del río, desde dentro de este país donde más de 11 millones viven en las sombras por no tener “papeles”, desde las calles bajo cajas de cartón o en el Metro, donde duermen cientos de miles de ciudadanos, se pueden ver los arbolitos de Navidad y otras decoraciones en hogares, comercios, iglesias y oficinas recordando la búsqueda de posada por unos migrantes/refugiados para el nacimiento de su hijo que después sería un trabajador (carpintero) perseguido tachado de ilegal.
¿Habrá milagro? Ante el prolongado adiós, ¿por fin habrá un gran saludo de bienvenida? ¿Quiénes lograrán ese milagro? Dicen, citando a June Jordan, que “nosotros somos los que hemos estado esperando”.
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