Perfidia judicial contra un perro y su dueña
Por Nònimo Lustre. LQSomos.
Hace ocho años, publiqué en internet la siguiente nota: “En el año 2014, mientras cuidaba en un hospital de Madrid a uno o dos misioneros por el ébola que habían sido trasladados desde África en aviones militares españoles, la enfermera Teresa Romero (TR) resultó infectada por el mismo virus letal. Ingresada, moribunda y absolutamente aislada en la UCI, TR no supo que las autoridades sanitarias de la Comunidad de Madrid, habían decidido ‘sacrificar’ o ‘eutanatizar’ a su perro Excalibur –e incinerarlo a toda prisa. En un alarde de subjetividad perruna, esas mismas autoridades aseguraron que el perro Excalibur ‘no sufrió’ -la misma presciencia veterinaria que aducen cuando propalan que el toro de lidia no sufre (¿) en el ruedo.
¿Qué sabemos de la relación ébola-perros?
En un artículo científico (1) que resume las investigaciones que, desde 1976, se vienen haciendo sobre el papel que pueden jugar los animales en la propagación de la fiebre hemorrágica ébola y/o del virus del ébola (EBOV), se llega la conclusión de que, en los últimos 36 años, se han acumulado más de 10.000 muestras de vertebrados recogidas en lugares donde la epidemia se ha hecho presente.
Los autores de esa investigación estudiaron 14 informes tanto de cadáveres como de animales vivos. Unidos todos ellos, se utilizaron 13.404 muestras de unas 158 especies. El EBOV y/o sus anticuerpos fue detectado en 12 especies que nos dan un 1,6% de animales infectados o portadores. La mayoría de las muestras fueron obtenidas de murciélagos (Chiroptera) y de roedores (Rodentia) seguidas por los primates no humanos y por las aves.
Sospechamos que este énfasis en los murciélagos y los roedores nace del marco cultural de las citadas investigaciones: en Occidente, prevalece un complejo de Drácula y un complejo de Peste Negra -ratas escapando de los barcos y propagándola- que ha podido influir en las decisiones sobre la selección de los animales más proclives a portar virus letales. Esta impresión, se refuerza cuando, para nuestra sorpresa, encontramos que los animales más fáciles de muestrear, los domésticos (vaca, cabra, oveja, cerdo y perro), representan sólo el 0,9% del total acumulado.
Sólo se dispone información de 80 perros. Las muestras caninas provienen de sólo dos expediciones, una en la República Democrática del Congo 1979-1980 y la segunda y última en Gabón 2001-2002. Un 26,3% de aquellos perros portaban anticuerpos de EBOV.
El estudio concluye que “aunque sea poco probable que los animales domésticos o sus primos suinos o cánidos sean reservorios naturales del EBOV, pueden llegar a convertirse en fuentes de nuevas infecciones cuando se infecten por derrame desde una especie reservorio natural o desde los humanos”. En cuanto a los perros, no afirman nada sino que, por el contrario, sólo preguntan: “¿Pueden ser fuentes de infecciones humanas?”. Es decir, que no sabemos nada sobre las relaciones ébola-perros.
Excalibur, el desperdiciado caso nº 81
Cuando sólo se dispone de información científica sobre 80 casos de cánidos familiaris, cada nuevo caso supone un avance en nuestro conocimiento sobre los alcances del ébola fuera de la frontera humana. El perro es ubicuo tanto en África como en Occidente por lo que mañana mismo surgirán nuevos casos de perros ¿infectados? Las mentadas autoridades españolas se olvidaron de esta banalidad.
Los sabihondos (hoy, expertos) alegaron que neutralizaron a Excalibur porque “no tenemos instalaciones de nivel 4 de bioseguridad para observar al perro”. Tampoco las tenían para los humanos y eso no les impidió importar con recursos militares a dos misioneros hiper-contagiosos y así importar el ébola a Europa.
Pero, sabihondos aparte, ¿tan difícil es construir una perrera impermeable que tenga en cuenta no sólo el aislamiento sino también la eliminación de excretas? Y si no es tan difícil, ¿por qué mataron a Excalibur? En mi opinión, las mentadas autoridades madrileñas escogieron la opción más fácil porque creyeron que, una vez pasada la indignación popular que levantó el “caso Excalibur”, su Brigada de Intoxicación Mediática ‘demostraría’ que no tuvieron otra opción, que mantener vivo a la mascota de la enfermera era poner en peligro a los europeos, que un chucho es un chucho, y bla bla bla.
Además, sospecho que los sabihondos huyen del trabajo científico como de la peste. Han tenido una preciosa oportunidad para investigar a un perro en estrecho contacto con una persona infectada de ébola. Examinar a Excalibur hubiera significado añadir a las investigaciones el caso nº 81, una ocasión para que España aportara una pizca al esfuerzo científico mundial contra el ébola. Pero, quién sabe si por pura pulsión homicida, escogieron matar a la gallina de los huevos de oro. ¿Por qué? Por una tradición anti-científica muy española: a principios del siglo XX, Unamuno pregonó una sandez que todavía causa estragos: “¡Que inventen ellos!”, vomitó. Un siglo después, Excalibur es el regüeldo de aquel fétido casticismo anticientífico.” (ver A.P., “El perro Excalibur o ¡Que inventen ellos!”, 09.X.2014)
Hoy sabemos que en más de 20 ciudades españolas se protestó contra el asesinato de Excalibur. Cuando TR salió del hospital tras un mes al borde de la muerte, ella y su pareja exigieron una indemnización por el atropello sufrido en su familia extendida, punto al que se opuso una oficina sanitaria de la Comunidad de Madrid (26.II.2015) Los agredidos y expoliados de su mascota, recurrieron y, en estos días, el tristemente famoso Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) no sólo ha desestimado su recurso sino que, añadiendo el agravio a la injuria, ¡les ha condenado al pago de 2.200 euros! en concepto de costas judiciales.
Como habrán comprobado, mi primera invectiva versó exclusivamente sobre la oportunidad científica perdida. Aunque bien lo merecía, no mencioné ninguna razón animalista para centrarme en un solo tema. Hoy, la amplío a la diatriba contra la perfidia demostrada ocho años después por el TSJM. Para según qué casos, la Justicia española –es un decir- tiene mucha memoria. Nosotros, sólo tenemos la memoria justa.
Notas:
1.- Véase, Sarah H. Olson, Patricia Reed, Kenneth N. Cameron, Benard J. Ssebide, Christine K. Johnson, Stephen S. Morse, William B. Karesh, Jonna A. K. Mazet y Damien O. Joly. 2012. “Dead or alive: animal sampling during Ebola hemorrhagic fever outbreaks in humans”, en Emergency Health Threats Journal., vol. 5, disponible en 10.3402/ehtj.v5i0.9134
-.- Imagen de cabecera: Manifestaciones en 2014 y años posteriores (a la izquierda, pancarta pidiendo la dimisión de Ana Mato, ex ministra de Sanidad, una neofranquista tan distraída que no vio su propio coche Jaguar estacionado en el garaje de su casa)
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