Podemos: Pablo Iglesias y Monedero mueven ficha
La plataforma de ciudadanos indignados creada por Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero pretende invertir la situación política de España, construyendo una mayoría social opuesta a las políticas de austeridad impuestas por la Troika. A estas alturas, sólo los sordos y los ciegos pueden creer que el poder se halla en los gobiernos. Como ha señalado muchas veces el profesor Vicenç Navarro, los amos del mundo no son los políticos, sino los banqueros. Un estudio realizado en 2011 por tres investigadores de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich reveló que 737 corporaciones transnacionales controlan el 80% de la economía mundial mediante una red de inversiones que abarca el sector farmacéutico, la biotecnología, la farmacéutica veterinaria, el mercado global de pesticidas y el comercio mundial de alimentos. Dentro de esas 737 corporaciones, hay un “súper-núcleo” de 147 transnacionales que controlan el 40% de la actividad económica del planeta. Tres compañías monopolizan el 53’4% del mercado de la alimentación: Monsanto (26%), Dupont (18’2) y Sygenta (9’2), lo cual les permite especular con los precios de los alimentos. En los últimos años, se ha incrementado el precio del maíz (73%), los lácteos (83%), los aceites vegetales (60%) y el azúcar (20%). Cargill, Continental, Louis Dreyfus, Bunge & Born y Archer Daniels Midlands/Töpfer ejercen un control absoluto sobre los cereales y la producción de granos del mundo. También controlan casi todo el mercado de la carne, la leche, los aceites de mesa y grasas, frutas, azúcar y las especias, así como los medios de transporte que posibilitan su distribución. Las maniobras especulativas de estas empresas han empujado a la pobreza extrema a 44 millones de personas, sumando nuevas víctimas a esos 1.000 millones de seres humanos que padecen (y mueren) de hambre.
Detrás de estas transnacionales, se hallan las grandes entidades financieras, que diversifican sus inversiones para aumentar sus beneficios. Eso explica que las tres empresas financieras más grandes del mundo (JP Morgan, ICBC, HSBC) posean unos activos de 6’85 billones de dólares, rozando el PIB de China (7’9 billones). En España, el PIB del Banco de Santander (1’6 billones) supera el PIB nacional (1’3 billones). Todos estos datos pueden resultar tediosos, pero muestran la verdadera faz del poder. El mundo del capital ha sometido al mundo del trabajo, especialmente desde que se permitió la desmaterialización del dinero mediante la ruptura del patrón oro y se propició el endeudamiento de las naciones y los ciudadanos en sucesivas burbujas especulativas. En 2008, el volumen total de las transacciones financieras fue 60 veces superior al PIB mundial, pues los bancos privados crean dinero ex nihilo (mediante una simple anotación contable) y los bancos centrales protegen sus intereses, socializando sus pérdidas con rescates millonarios procedentes del dinero público. ¿Es posible acabar con esto? ¿Pueden los ciudadanos y las ciudadanas subvertir una trama que se está apoderando de la sanidad, la educación, las pensiones, el agua y las diferentes fuentes de energía (gas, electricidad y petróleo), mientras destruye los derechos humanos y laborales de un mundo cada vez más desigual e injusto? En España, se han endurecido las leyes represivas (reforma del Código Penal), se ha recortado la libertad de expresión (Ley Mordaza) y se mantiene una legislación antiterrorista, que ampara y promueve la tortura. Las condenas del Tribunal Europeo de Derechos Humanos así lo prueban. España se encuentra en las posiciones más bajas del planeta en independencia judicial. La separación de poderes se ha convertido en un eufemismo. Podríamos decir que el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial se han aliado en un frente común. Los grandes medios de comunicación mantienen un discurso unánime que recuerda la prensa del Movimiento. Sólo en las redes digitales puede encontrarse información honesta y creíble, pero no sabemos cuánto tiempo durará este privilegio, amenazado por la reforma del Código Penal de Ruiz-Gallardón.
La plataforma Podemos pretende convertirse en candidatura para las próximas elecciones europeas. Su programa incluye la derogación del artículo 135 de la Constitución, una auditoría de la deuda para determinar el porcentaje de deuda odiosa e ilegítima, el fin de los recortes sociales, la nacionalización de la banca privada, el derecho de autodeterminación de los pueblos del Estado español, un incremento de los salarios y las pensiones, la promoción de la vivienda social y la paralización de los desahucios, el rechazo de la privatización de los servicios públicos y los bienes comunes, el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, la protección medioambiental y la soberanía alimentaria, la derogación de la ley de extranjería, la salida de la OTAN y el regreso de las tropas españolas implicas en intervenciones militares ilegales e inmorales. Por último, afirma que la política debe ser un proceso participativo abierto que permita a la ciudadanía disfrutar de un protagonismo legítimo y democrático en la toma de decisiones. El Manifiesto de Podemos afirma que “bastará una chispa de ilusión para salir de esa trampa de la desesperanza”. Además, habla de horizontalidad y transparencia, reivindicando el espíritu del 15-M. Eso sí, Podemos no plantea salir del euro (a fin de cuentas, se presenta al Parlamento Europeo) y evita cualquier alusión a ideologías políticas, pese a que es evidente su filiación izquierdista. Tal vez aparcan el socialismo, el comunismo o el anarquismo –pese a recoger algunas de sus ideas- para no espantar a los que ya no confían en las fuerzas políticas del pasado y se muestran escépticos con las grandes construcciones teóricas. Es inevitable simpatizar con esta iniciativa, que muestra cierto parecido con SYRIZA, pero sin un contenido ideológico explícito. SYRIZA nació en Grecia como una Coalición de la Izquierda Radical y se transformó en partido para incrementar su presencia parlamentaria hasta los 71 escaños, convirtiéndose en el principal partido de la oposición. Algunos ya les acusan de acercarse a posiciones de la socialdemocracia.
La pregunta es: ¿Realmente podemos? La victoria de los barrenderos de Madrid, los éxitos de la PAH y el triunfo de los vecinos del barrio de Gamonal sugieren que es posible obtener resultados, pero un cambio político profundo exige enfrentarse a los amos del mundo y no parece probable que un país del Sur de Europa pueda llevar a cabo proyectos tan ambiciosos como nacionalizar la banca, frenar las privatizaciones y no pagar la deuda ilegítima. Por otro lado, el españolismo histérico y recalcitrante no tolerará con facilidad la autodeterminación de Catalunya o Euskal Herria. Hace unos días, escuché a Pablo Iglesias en La Sexta, hostigado por un contertulio que le preguntaba de forma insistente si arrojar una piedra contra un banco no era un delito. Pablo contestaba que desahuciar o estafar con preferentes era un delito mucho más grave. No sé si se le pasó por la cabeza la frase de Ulrike Meinhof: “Arrojar una piedra es una acción punible. Arrojar mil piedras es una acción política”. Me temo que los amos del mundo seguirán explotando a la clase trabajadora, propagando el hambre y destruyendo el medio ambiente hasta que lluevan piedras y no haya suficientes antidisturbios para contenerlas. No se trata de cambiar las reglas del juego, sino de romperlas y eso exigirá algo más que palabras y votos.
