PP, PSOE o la ceremonia de la confusión
En días pasados estuvo en Las Palmas Cayo Lara. Tras su intervención en la Universidad, un asistente a la conferencia le preguntó al Coordinador General de Izquierda Unida porqué no se había abierto expediente de expulsión a los compañeros de Extremadura que, con su abstención, habían posibilitado el gobierno del PP en esa comunidad autónoma.
Se agotó el tiempo de las intervenciones y no pude responder al interviniente, por lo que lo hago aquí y ahora.
En primer lugar diré que, expedientar a los compañeros extremeños que allí representan a todos los que, afiliados o no, votamos a esa formación, me parece tanto como contribuir un poco más a la ya de por sí espesa ceremonia de la confusión que existe en la izquierda con respecto al PSOE.
Es tanto como darnos a escoger entre los que, a través de un referéndum tramposo -que a tantos de nosotros nos llevo en el 82 a votar PSOE por aquello del Referéndum y por pararle las patas al señor Fraga-, nos llevaron a formar parte del Bloque Atlántico, aquel que contribuyó con sus “misiones de paz” al desmembramiento de la antigua Yugoslavia, y los que nos llevaron de comparsa a Irak.
Escoger entre los que privatizaron Iberia, Argentaria y el resto de empresas estatales, así como a liquidar los astilleros y tanta metalurgia, y hacerlo entre el “equipo” de la señora Rita Barberá, el Sr. Rajoy, Rato, Arenas, Camps y la señora Aguirre; es tanto como darnos a escoger entre cocernos en la “caldera” de Pedro Botero o perecer en las aguas del Mediterráneo, por muy literario que pueda parecer esto último. Es tanto como tener que elegir entre ese repulsivo Bono, Pepino y la Pajín; y el no menos repelente Pons.
Escoger entre los que a su jerga profesional han incorporado ya el “copago” -por la liquidación a pasos agigantados de la sanidad pública- y los que han incrementado sustancialmente sus fortunas tras la muerte del Dictador, liquidando de paso el estado del bienestar que tanto pregonan en sus “homilías” -como si hubiésemos heredado el Reino de los Cielos-. Escoger entre la “orden de la rosa” y la de la gaviota es tanto como ignorar que son ambas las que promueven la verdadera “pinza” que impide que IU ocupe su verdadero espacio político en el Parlamento como tercera fuerza.
Darnos a escoger entre Génova y Ferraz es tanto como elegir entre Cesar Vidal y De la Cierva; entre Telecinco e Intereconomía; entre Bush padre y Bush hijo, entre una noche con Carmen Sevilla o con Jiménez Losantos; entre Pío XII y Bendicto XVI; entre un discurso navideño de Juan Carlos y otro de monseñor Rouco Varela; entre vivir en el infierno de Las Barranquillas y hacerlo en las noches de pesadilla de un miserable barrio de Benarés. Es como, ante el aniversario de la República, tener que escoger entre un McDonald y un Burguer King; entre los pardos y plomizos años del primer franquismo y el anticomunismo de Elvira Lindo y Rosa Montero, adoratrices ellas del no menos anticomunista Sr. González.
Cuando con sus suculentos honorarios ya se comieron la economía del País, ahora se acusan mutuamente de querer hacer desaparecer el Estado.
Inmoral, impúdico, deshonesto, obsceno, insultante, nada solidario con los tiempos que corren me parecen los sueldos del Sr. Rajoy, así como el de toda su camarilla, mientras hablan de ajustes, de recortes, de salvar al País de la ruina en la que lo sumieron entre unos y otros. Pero no menos humillantes me parecen los sueldos de los que, tras veintiún años en el poder, traspasado mañana mismo, no podrán impedir que los encargados de velar por las “esencias patrias” que se veneran en la basílica del Valle de los Caídos regresen a su feudo de Moncloa.
Lo único que espero es que, la maldición del olvido teja –de tejer- un poderoso velo de olvido sobre cada una de las estancias de esa casa donde los señores de Suresnes labraron un nido de amor entre la aristocracia socialista y la raza bancaria, en espera de que las bases de ese partido despierten del letargo y de la amnesia en que les sumió las palabras del “gran nigromante” que, lo mismo reduce a cenizas el sueño socialista que vende sus servicios al gran capital.