Puta Ley Mordaza
Puta Ley Mordaza, no eres un texto legal, sino un vástago del franquismo. Pretendes silenciar a los ciudadanos y ciudadanas, propagando un terror preventivo, que recuerda las represalias del verano de 1936, cuando un grupo de generales desleales se rebelaron contra la Segunda República e iniciaron una guerra que costó al menos 600.000 víctimas. Puta Ley Mordaza, no eres un texto democrático, sino el exabrupto de un fascismo que aún pisotea los restos de 200.000 desaparecidos, hombres y mujeres (a veces, adolescentes) enterrados en fosas comunes. Puta Ley Mordaza, agravias de nuevo a las víctimas de la dictadura, intentando intimidar a los que sueñan con otra España, libre al fin de la bandera rojigualda, los Borbones –botarates y corruptos- y el infame Valle de los Caídos. Amenazas con multas de 30.000 euros a los que ofendan y ultrajen los símbolos, emblemas, himnos e instituciones del Estado español, pero esos símbolos, emblemas, himnos e instituciones no representan al pueblo trabajador y, menos aún, expresan la soberanía popular. La bandera rojigualda siempre estará asociada a los Borbones y al fascismo del general Franco. Por eso, creo que merece ser menospreciada y escarnecida. No es la bandera del pueblo trabajador, que añora la bandera tricolor, sino la bandera de los políticos venales, los banqueros corruptos, los tontos coronados, los policías que apalean a estudiantes, mineros y parados y los militares que contemplan el franquismo con nostalgia.
Puta Ley Mordaza, eres tan mezquina y cruel como las cuchillas que el gobierno de Mariano Rajoy ha colocado en las fronteras de Ceuta y Melilla. No encuentro ninguna razón para acatar tus prohibiciones y sueño con el pueblo arrojándose a la calle con la misma determinación que un lejano 2 de mayo, cuando las piedras, las navajas y las tijeras hicieron correr la sangre de los mamelucos y los lanceros napoleónicos. Imagino, señor Fernández Díaz, que espera ese día para imitar a Murat, aplastando el levantamiento con ferocidad y decretando el estado de excepción. Puta Ley Mordaza, eres una aberración jurídica, un ataque contra nuestra raquítica democracia, un sapo venenoso que fantasea con estadios de fútbol convertidos en campos de concentración y torturadores como José Antonio González Pachecho, alias Billy el Niño, rompiendo los huesos de díscolos, perroflautas, rojo-separatistas y subversivos de cualquier pelaje. Señor Fernández Díaz, es usted socio supernumerario del Opus Dei. Imagino, por tanto, que suscribe las frases de su fundador, Josemaría Escrivá De Balaguer: “La intransigencia no es intransigencia a secas: es la santa intransigencia”, “Obedecer… camino seguro. –Obedecer ciegamente al superior…, camino de santidad”, “La guerra tiene una finalidad sobrenatural […], tendremos, al final, que amarla, como el religioso debe amar sus disciplinas”. Advierto el eco de estas sentencias en la Ley de Seguridad Ciudadana: santa intransigencia, obedecer ciegamente al superior o, como afirma Escrivá de Balaguer en otro lugar, “santa coacción”. Señor Fernández Díaz, entiendo que atribuye a las nuevas prohibiciones una “finalidad sobrenatural”, pues le ha declarado la guerra a los jóvenes, los parados, los estudiantes, los trabajadores y los desahuciados. Presumo que opina lo mismo que Monseñor Cipriani, Arzobispo de Lima y miembro del Opus Dei: “Los derechos humanos son una cojudez”. Señor Fernández Díaz, creo que habría enviado a la cárcel a Ramón María del Valle-Inclán, que en Luces de bohemia aboga por una guillotina eléctrica en La Puerta del Sol y afirma que el consuelo de su vejez es “un patrono muerto al día; algunas veces, dos…”. Dado que su partido fue fundado por el abyecto Manuel Fraga, ministro de la dictadura y responsable de crímenes contra la humanidad (Julián Grimau, Enrique Ruano, Masacre de Vitoria-Gasteiz, Montejurra), sospecho que coincide con Manuel González Capón, alcalde de Baralla por el PP, según el cual “quienes fueron condenados a muerte [durante el régimen de Franco] sería porque lo merecían”. Al parecer, estas palabras no son apología del terrorismo o exaltación de un genocidio. De hecho, sus conmilitones de la calle Génova no sancionaron al regidor. Cada vez que le veo, señor Fernández Díaz, con mirada torva y su piel dura y correosa, semejante a la de un mastín napolitano, me pregunto cuál es su personaje histórico favorito. ¿Tal vez el general Severiano Martínez Anido, ministro de Primo de Rivera y Francisco Franco, que se hizo famoso por combatir al sindicalismo catalán con la aplicación de la ley de fugas? ¿Quizás el general Gonzalo Queipo de Llano, partidario de “crear una atmósfera de terror, […] eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros”? ¿Acaso Carlos Arias Navarro, ministro, alcalde y Presidente del Gobierno con Franco, que se ganó el apodo de “El carnicero de Málaga” por su papel como fiscal en los consejos de guerra, logrando la ejecución de 4.300 rojos?
Puta Ley Mordaza, que prohíbe manifestarse ante el Congreso, el Senado, los Parlamentos autonómicos y los altos tribunales. Si diputados, senadores y jueces no chapotearan en una charca de inmunda de corrupción, mientras recortan derechos en educación y sanidad y ordenan el desahucio de las familias que no pueden afrontar su hipoteca, el pueblo no acudiría a la puerta de las instituciones, exigiendo justicia, solidaridad y algo de decencia. Puta Ley Mordaza, prohíbes los escraches y la ocupación de sucursales bancarias. Si la banca no hubiera socializado sus pérdidas, recibiendo dinero público después de causar una pavorosa crisis con sus obscenas maniobras especulativas, nadie se plantearía ocupar sus sedes ni avergonzar a los políticos, con manifestaciones pacíficas en la puerta de sus hogares. Los políticos duermen tranquilos y preparan su jubilación, asegurándose puestos como consejeros delegados de grandes empresas, mientras centenares de familias son arrojadas a la intemperie. Puta Ley Mordaza, criminalizas a los que se niegan a identificarse, pero miras hacia otro lado cuando los antidisturbios esconden su número de placa. Prohíbes fotografiar, grabar y distribuir imágenes de la policía para evitar que el mundo se horrorice al contemplar su brutalidad, aporreando a escolares, mujeres, ancianos e incluso niños. Puta Ley Mordaza, garantizas la impunidad de las autoridades, agentes y empleados públicos, multando a los que les injurien, calumnien o falten el respeto. ¿Multarás también al Comité Europeo para la Prevención de la Tortura, que considera “creíble y consistente” el testimonio de Beatriz Extebarria, según la cual fue violada anal y vaginalmente con un palo en los calabozos de la Dirección General de la Guardia Civil? ¿Multarás al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, que ha condenado al Estado español en varias ocasiones por torturas y malos tratos? ¿Afirmar que en nuestro país se tortura y maltrata a los detenidos es calumniar o injuriar a las Fuerzas de Seguridad del Estado? ¿No se podrá llamar ladrones, embusteros, truhanes, bellacos y demagogos a los políticos que cometen estafas o se burlan de los parados, utilizando el Congreso de los Diputados para soltar un indignante “que se jodan”? ¿Se prohibirá “La mala reputación”, la famosa canción de Georges Brassens, que recomienda no colaborar con la policía: “Si en la calle corre un ladrón / Y a la zaga va un ricachón / Zancadilla doy al señor / Y aplastado el perseguidor”?
Ante una ley injusta, la desobediencia pacífica radical es la única opción ética. Por eso, deberíamos escalar edificios, ocupar plazas, desplazar las vallas de la policía, romper nuestros DNI. Sin violencia, con el mismo coraje de Rosa Parks o Martin Luther King, que violaron las leyes de su tiempo. Ambos luchaban contra la discriminación racial y los dos pisaron la cárcel, donde les fotografiaron como a vulgares criminales. Cuando Luther King, empezó a combatir la pobreza y la guerra imperialista en Vietnam, la prensa le acusó de comunista y un francotirador acabó con su vida. Todo indica que se trató de una conspiración del poder político y financiero. La democracia se desprende de sus principios cuando alguien amenaza los intereses de los ricos y poderosos. La reforma del Código Penal impulsada por el “hijoputa” (Esperanza Aguirre dixit) de Alberto Ruiz-Gallardón, Ministro de Justica, es la hermana gemela de la Ley Mordaza. Ambos textos compiten en infamia, arrogancia, arbitrariedad y desprecio por las libertades y los derechos de los ciudadanos y las ciudadanas. Está claro que al señor Fernández Díaz no le agrada que la gente tenga su propia fe e intente vivir fuera del rebaño. No hace falta saber latín para anticipar cuál será el fin de los alborotadores y las escasas voces disidentes. Tal como van las cosas, no me parece una temeridad afirmar que retrocedemos hacia los autos de fe. La horca, la hoguera y el garrote vil son los verdaderos símbolos de la España negra y eterna. No me cuesta ningún esfuerzo imaginar al señor Fernández Díaz con el hábito de los dominicos, embriagado con el olor de la carne chamuscada y sonriendo con una expresión beatífica. Se describió al Gran Inquisidor Tomás de Torquemada como “martillo de herejes y luz de España”. Creo que Torquemada deberá resignarse a compartir esas palabras con el señor Fernández Díaz, padre y valedor de la infame Ley Mordaza.
* Publicado en “Into The Wild Union”
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