Qué no sufre, sólo le duele
Gracias Sánchez Dragó, eso nos tranquiliza.
No se puede trabajar realizando labores en un pozo negro o en un estercolero sin que uno perciba el desagradable abrazo del hedor. De un tiempo a esta parte es imposible asomar la naricilla al vertedero de la tauromaquia sin la pestilente presencia – y no lo digo por su aspecto físico, que además él está absolutamente convencido de su irresistible atractivo – del "hinefavle" Fernando Sánchez Dragó.
La última lección magistral de este hombre para el resto del Planeta, o sea, los iletrados, se resume en una frase digna de un lugar de honor en el acervo de la sabiduría humana: "Hemos de diferenciar entre dolor -que es una sensación anatómica- y sufrimiento, que es una sensación psicológica". Claro, como hay que distinguir entre el lanzamiento de soflamas plagaditas de sandeces de forma vocacional o bajo retribución, pero cuando ambas procedencias se juntan en un mismo sujeto el resultado es demoledor para la razón y aniquilador para la ética. Las arcadas provocadas por el tufo emergente serán entonces inevitables.
A ver, Fernando, el sufrimiento se puede manifestar de modo consciente y una de las configuraciones que toma es la del dolor físico o emocional, o las dos a la vez. ¿De verdad piensas que has logrado con tu reflexión hacer desaparecer la angustia psíquica del toro, que no sienta su terrible tormento, que deje de padecer dolor, que ya no experimente sufrimiento?, ¿o que no seamos conscientes de todos ellos? No mi engreído sabio, no has conseguido nada más que un titular para una página taurina y que tus mentores actuales se sientan, supongo, satisfechos con la inversión realizada.
Hay que reconocer que eres un crack, pues lo mismo defiendes las posturas mas conservadoras desde una silla en Telemadrid que dignificas la tortura sentado día tras día en el Espacio Arte y Cultura anexo a la Plaza de Las Ventas. Pero lo sorprendente es que luego vas de librepensador, de valedor a ultranza de los derechos individuales y de la vida, ¿la vida?, y la del toro qué es, ¿una entelequia?, y hasta de anarquista te vistes. Pues hombre, yo te veo un poquito encasillado en algunas celdas bastante rancias como para propugnar la abolición de gobiernos, autoridades, jerarquías y control social. Ay, qué lástima que tanta amplitud de miras pretendida acabe concentrada en el embudo del totalitarismo o en la angosta y profunda herida que el acero engendra allí donde antes había músculos, nervios y vísceras pertenecientes a un toro.
Reconozco que ha de ser bastante deprimente para un escritor haber quedado reducido a publicista al servicio de un sector, sobre todo cuando el ámbito de su obra se circunscribe a un circo sangriento en el que los verbos martirizar y matar, acompañados de los sustantivos vergüenza, crueldad y violencia, escriben las líneas del libro de su decadencia. Tras de esa sonrisa tan ufana adivino una profunda amargura y ciertos complejos así como la negativa de aceptar la realidad.
Una observación, a ti que tanto acusas a los detractores de las corridas de humanizar al animal atribuyéndole sensaciones como el sufrimiento. Estas son palabras tuyas dirigidas a tu gato Soseki: curiosidad, nobleza, valentía u honorabilidad, e incluso aseguras que cuando murió aplastado por un montacargas lo que hizo fue inmolarse para salvar la vida de tu nieta. No niego, puedes creerme, lo mucho que lo amabas y tu profundo desconsuelo por su desaparición. Por eso me cuesta tanto entender que desprecies como lo haces el sufrimiento y el dolor del toro y que yendo más allá te hayas convertido en uno de sus máximos paladines. Eso y que "humanices" a tu gato, claro.
Habrá quien te crea un erudito y asuma tus palabras como dogma de fe. Bien por ti. En mi caso, Fernando Sánchez Dragó, con toda tu vasta cultura o tu excelente manejo del lenguaje, no veo al fin más que a un petulante reaccionario, bastante desalmado, muy incoherente, un poco resentido y algo disminuido pero eso sí, perfectamente consciente de que en el declive de la creatividad cualquier escobilla de water puede ocupar el lugar del bolígrafo. Los nervios olfativos ante las emanaciones procedentes de remover heces los sedamos con el saborcillo del prestigio aunque sea dentro de un colectivo siniestro y con el soniquete de las monedas que van cayendo al bolsillo, ¿no? Qué triste que la muerte violenta de otros se haya convertido en el motor que otorga sentido a tu vida.