¿Qué políticas están abriendo el camino al fascismo en Italia?
Por Luca Tavan*. LQSomos.
A fines de 2021, Italia fue calificada como “el país del año”. De esta manera The Economist elogiaba el gobierno de “unidad nacional” del ex inversor de Goldman Sachs y presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi
Esta vez, Italia “ tenía un primer ministro competente y respetado internacionalmente”, y los partidos políticos desde el centro izquierda hasta la extrema derecha “enterraban sus diferencias para respaldar un programa de profundas reformas”.
Para agregar brillo, el 2021, Italia triunfó en Eurovisión, tuvo un excelente desempeño en los Juegos Olímpicos y se llevó a casa el trofeo del Campeonato Europeo de Fútbol.
Solo ocho meses después, el gobierno de Draghi estaba muerto. Y ahora cree que las nuevas elecciones, convocadas para el 25 de septiembre, llevarán al poder a una coalición de partidos de extrema derecha. Este es el escenario que vive la península como consecuencia de la crisis del capitalismo italiano y del fracaso del “establecimiento” político.
Italia es considerada como un país europeo “excepcional” por su propensión a sufrir crisis políticas y su persistente atraso económico. Pero mirando un poco más allá de esta apreciación, la política italiana es un ejemplo de las grandes tendencias destructivas del capitalismo global contemporáneo: decadencia social, alienación, alto costo de la vida, una clase política sin legitimidad y una extrema derecha insurgente.
La derecha italiana se ha encaramado en una atmósfera de retroceso social y un estado en constante de emergencia económica que se tambalea al borde del abismo político. No hay que equivocarse, Italia está dando claras señales sobre una negativa trayectoria de la política occidental si no se construye una izquierda combativa que proporcione una alternativa a un sistema desacreditado y a un falso radicalismo de la derecha reaccionaria.
¿Un gobierno tecnocrático?
A principios de 2021, Draghi fue designado para liderar un “gobierno tecnocrático” no electo con el respaldo de los partidos políticos de todos los partidos del sistema y de la clase capitalista italiana. El objetivo de Draghi era impulsar una dura austeridad y realizar la reestructuración económica “necesaria” para desbloquear los 200.000 millones de euros prometidos por la Unión Europea para la “recuperación por la pandemia”.
Los primeros pasos del gobierno de Draghi fueron levantar las restricciones aplicadas por le COVID para priorizar la producción industrial y las ganancias del turismo (a pesar que las muertes por la pandemia son las segundas más altas de Europa), a continuación restringió el acceso a la asistencia social, elevó la edad de jubilación, redujo los impuestos a las empresas e implantó futuros recortes para compensar el “déficit” presupuestario.
Draghi es el hombre de confianza de los capitalistas. Como jefe del Banco Central Europeo durante la crisis financiera mundial, hace más de una década, expuso su doctrina: “haré todo que sea necesario para defender la moneda única europea”
En la práctica, esto significó sacrificar a los trabajadores en el altar de los mercados financieros, imponer la austeridad y descuartizar la democracia. Cuando en 2015, los trabajadores griegos eligieron un gobierno manifiestamente contraria a la austeridad, Draghi amenazó a Grecia con estrangular económicamente el país… y solo detuvo el ultimátum cuando Syriza y Alexis Tsipras capitularon imponiendo nuevas recortes al gasto social.
El gabinete de Draghi, dirigido por banqueros y economistas, en lugar de políticos electos, fue el cuarto gobierno de este tipo en Italia desde la década de 1990. La obediencia a la “disciplina fiscal” y el cumplimiento riguroso de las restricciones económicas impuestas por la UE es un dogma religioso para los principales políticos italianos. El líder de esta verdadera calamidad social ha sido el centrista Partido Demócrata, un partido formado por excomunistas, que renegaron de sus ideales en la década de 1990 y abrazaron con fervor el liberalismo socialdemócrata.
Desde entonces, se han vendido más de 110.000 millones de euros de activos públicos, y los intereses de los préstamos y de los paquetes de rescate han llevado a la deuda pública a más de 2,6 billones de euros. Se gasta más en el servicio de los intereses de esta deuda que en la educación pública.
Durante tres décadas se les ha prometido a los trabajadores y jóvenes que si aceptan las reformas económicas, tendrían asegurado un futuro próspero. Pero, los salarios reales y el crecimiento económico per cápita han estado cayendo desde 1999, y la capacidad industrial se ha derrumbado en un 25 por ciento.
Hoy una generación de jóvenes languidece desocupados y la miseria ha tocado la puerta de muchos trabajadores. La tasa de desempleo oficial es del 8,4 por ciento; el desempleo juvenil es casi el triple. El número de personas que viven en la pobreza ha aumentado a 5,6 millones, la tasa de inflación de un 8,6 por ciento acrecienta las filas de los trabajadores pobres.
Cinco Estrellas «pura retórica»
El catalizador de la caída de la coalición Draghi fue la decisión del Movimiento Cinco Estrellas, que resolvió poner fin a algunas de las reformas más negativas de Mario Draghi. Cinco Estrellas es un partido populista, fundado por un comediante italiano como un movimiento de protesta contra la clase política tras la ultima crisis financiera. Sin embargo, pese a su retórica antisistema- y a definirse como “ni de izquierda ni de derecha”- el partido ha participado en una serie de coaliciones gubernamentales con los partidos de derecha.
La colaboración de Cinco Estrellas con el establecimiento político ha provocado oleadas de deserciones y una importante disminución de votos. Ha bajado desde un 32 por ciento en las elecciones de 2018 hasta un 10 por ciento actual.
Preocupado por las elecciones programadas para mediados de 2023, Cinco Estrellas rechazó el reciente presupuesto de Draghi argumentando la aplicación de políticas ambientalmente destructivas y la falta de apoyo económico para los trabajadores y los pobres. Esta medida dio inicio una crisis que llevó a los partidos , Forza Italia, del magnate Silvio Berlusconi, y a la Lega, de Matteo Salvini, a retirar su apoyo a Draghi. En los días siguientes, el Primer Ministro renunció, lo que provocó el llamado a nuevas elecciones.
El principal favorecido por la implosión de la administración Draghi ha sido el único partido que se quedó fuera del gobierno: los fascistas autodenominados “Hermanos de Italia”. Esta organización, dirigida por Giorgia Meloni, ha experimentado un ascenso meteórico: de obtener poco más del 4 por ciento hace cuatro años, ahora obtendrían a lo menos un 24 por ciento. Dicho en otros términos, un siglo después de la marcha de Mussolini sobre Roma, el gobierno de banquero Draghi nos ha llevado a que lidere la coalición de la derecha un partido descendiente del más puro fascismo italiano.
Las propuestas de Meloni incluyen un bloqueo naval para impedir la entrada de embarcaciones con migrantes y refugiados, recortes masivos de impuestos y un feroz ataque al bienestar social. En un mitin realizado por la extrema derecha española (VOX) la lideresa Meloni notificó parte de su ideal conservador : “¡Sí a la familia natural! ¡No a los lobbies LGBT!”.
Los “Hermanos de Italia” encabezan una coalición de extrema derecha a la que se han unido la Lega (como socio menor) y un inefable Berlusconi de 84 años, que ha regresado a la política como el tercer socio. Juntos, reunirían al 46 por ciento de los votos.
Los círculos empresariales no han expresado su preocupación por los vínculos históricos de Meloni con el fascismo. Los capitalistas solo están preocupados por cierta retórica anti-UE de la derecha “radical”. Para disipar estos temores Giorgia Meloni se ha apresurado a asegurar que bajo su liderazgo el gobierno será pro-OTAN y pro-UE. Está claro, los que realmente perderán no son los banqueros ni la estrategia militar de Estados Unidos y de la UE, sino los trabajadores, los inmigrantes y los oprimidos.
El Partido Demócrata un partido liberal de centro
Por su parte, el Partido Demócrata ha creado una coalición electoral centrista que intenta reconstruir la maltrecha credibilidad del “centro-izquierda” presentándose como “el baluarte” que detendrá la amenaza extremista de la derecha. Todo, parece indicar, que esta cínica maniobra está destinada al fracaso. En las encuestas, la coalición liderada por Demócratas, Verdes y otros partidos pequeños, van a la zaga de la extrema derecha por 16 puntos porcentuales.
En la contienda hay que considerar un factor que es relevante para entender la deriva de los herederos del “eurocomunismo” , el Partido Demócrata se ha comprometido públicamente a continuar con la política de austeridad de Draghi, por tanto, si logra el milagro de impedir el triunfo de la derecha extrema, el gobierno centrista solo agravará la miseria social provocada por el capitalismo italiano.
Hace unas décadas, Italia era el hogar de la izquierda radical más grande de Europa. El camino de la izquierda hacia el liberalismo centrista ha dado como resultado que la derecha neofascista parezca ser la única alternativa a un “statu quo” que se ha tornado insoportable para la clase trabajadora.
La derrota del neofascismo no vendrá de la mano de políticos de un centro liberal como el Partido Demócrata o representantes del mundo empresarial como Mario Draghi. Evidentemente, la extrema derecha ha logrado “naturalizar” su discurso neofascista por un racismo patrocinado durante años por el régimen político y por la tolerancia del centro con el negro historial del fascismo.
A fines de julio, mientras los peatones observaban sin intervenir, un italiano blanco asesinó a plena luz del día a un migrante nigeriano. El atroz asesinato arroja luz sobre la brutalidad del racismo en Italia. Pero este crimen, desgraciadamente, no es una excepción sino que forma parte de una cadena de ataques violentos contra la inmigración.
Los migrantes negros constituyen un sector del pueblo altamente oprimido y explotado de la clase trabajadora en Italia. Estos trabajadores, en su mayoría provenientes de África, constituyen la mitad de la mano de obra agrícola del país, trabajan en condiciones de esclavitud y viven en campamentos y chabolas en barrios marginales. Son los chivos expiatorios de los racistas que se encuentran tanto de la derecha como en el Partido Demócrata, partido que ha llegado a utilizar el eslogan electoral derechista: “ayudemos a los africanos en su propio país”
Hace cuatro años, el excandidato de la Lega, Luca Traini, abrió fuego contra seis inmigrantes negros en el centro de Macerata. Luego, condujo hasta el Arco de los Caídos, un monumento de la era de Mussolini, y realizó el saludo fascista mientras esperaba ser arrestado. La barbarie del ataque provocó denuncias en todo el arco político institucional, incluido, una hipócrita declaración de Matteo Salvini.
Mientras estuvo en el gobierno, Salvini y la Lega bloqueó la entrada de los refugiados rescatados y se comprometió a deportar a medio millón de “inmigrantes ilegales”. Por tanto, lo que hizo el descerebrado Traini fue usar los groseros métodos del fascismos para poner en práctica la vergonzosa agenda legislativa de Salvini.
La decisión de Traini de finalizar su criminal actuación en un monumento fascista no debe sorprendernos. La rehabilitación del fascismo por parte de la clase política y de sus intelectuales se ha venido promoviendo desde la década de 1990.El revisionismo de la historia de la Segunda Guerra Mundial abundan en Italia, toda esta campaña denigra la resistencia antifascista y justifica la República de Salo de Mussolini. Ya en 2013, Berlusconi se atrevió a declarar: “a pesar de sus leyes raciales y su alianza con Hitler, Mussolini hizo el bien en muchos sentidos”.
La amenaza fascista sólo será derrotada por una izquierda combativa. La ausencia de una fuerza de izquierda organizada, durante los últimos quince años, ha dejado el campo abierto para Meloni, Salvini y Berlusconi. Con un régimen político sin respuestas y en un contexto de profunda crisis , es necesario redescubrir las tradiciones radicales de la izquierda, oponernos con toda nuestra fuerza a la austeridad, defender a la clase trabajadora y conectar las políticas de clase con la lucha intransigente contra toda forma de opresión social.
* Activista social. Observatorio de la crisis
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