Rajoy y Ratzinger: la hipocresía de los “gestos inéditos”
Corren tiempos malos y no únicamente para la lírica. Lo son para creer, para comprender, para vivir y, lo que resulta más inadmisible, para sobrevivir.
Corren tiempos en los que es insuficiente escarbar entre los adjetivos para poder encontrar uno que ajuste a describir cómo nos sentimos una gran mayoría de nosotros en un presente que está siendo dilatado demasiado, por la minoría que nos somete ya sin sutilezas, sin llegar a acercarse a las lindes de lo que debería ser un futuro. Es un hoy absurdo, por decreto impuesto, en el que la ideología, sencillamente, no existe o se supone, de modo que ni siquiera es necesario probar que hay una voluntad de construir ideas o propuestas. El bandazo político se ha convertido en pauta de conducta de quienes se han apoltronado en las sillas que tienen escrito el rótulo de PODER, el salvoconducto para absolutamente TODO: el timón que nos dirige, yo diría que nos lleva al abismo, da bandazos entre leyes que se rompen de un plumazo, medidas que se niegan, recortes que se juraron improbables, falsificaciones burdas de las supuestas intenciones, convertidas hoy en cadáveres escritos en los programas electorales que nos hicieron deglutir, de un ayer en que los poderosos solo eran aspirantes a vencedores. Los patrones de este barco que se hunde, marineros inútiles, mentirosos y corruptos, son alimañas que han ido preparando con cuidado, con la connivencia de marineros que, con otras siglas, disfrutaron de la travesía de este barco, hoy a la deriva, tras haber expoliado sus bodegas, de una u otra forma, antes de pasar el testigo del turno del poder a los actuales grumetes de la suciedad y la trampa.
Gracias a ellos, en estos tiempos sin lírica ni épica, estoy aprendiendo de la existencia de emociones que desconocía: la ira social; la desesperanza y el miedo que aprietan la soga del suicidio de los que no pueden imaginarse sin un techo; la frustración de quien intenta sobrevivir, entre los escombros de decenas de agujeros de bankias y burbujas de ladrillo, de acciones, de…He conocido estados de ánimos extremos, yo que me movía entre sensaciones y emociones intermedias, ciertamente cómodas: hoy que siento en mí el dolor, la pobreza, el paro y la rabia del otro, miro hacia atrás y me culpabilizó por haber creído que era posible creer. Me siento engañada, a pesar de que jamás creí en ellos. Prostituida cada vez que me insultan con su juego. Porque ellos juegan a jugárnosla, a la burla, a desdeñar nuestra conciencia creyendo que jamás dejaremos de tragar.
Gracias a ellos experimento la insondable dimensión de dos sustantivos imperdonables: INDIGNACIÓN, desmedida e intensa e INCOMPRENSIÓN. Me indigna la dosis de podredumbre que incluyen en el tratamiento crónico de anestesia con el que quieren anularnos. Y no comprendo, no lo voy a comprender, como tienen la osadía de creernos sumisos borregos que pacerán por los caminos a los que ellos nos lleven sin rechistar. Me indignan también los que les hacen el juego a estas alimañas con escaño: la pléyade de terroristas y mentirosos mediáticos que les hacen la pelota y el trabajo sucio de construir una realidad mediática donde no se ve la corrupción que les cubre. Hablo de los voceros del papel y las ondas que evaden, en un acto de grave irresponsabilidad, destripar la verdad que dejaría ver al descubierto la falta de acción, de voluntad, de los políticos a quienes no les importamos en absoluto sino como puentes de carne sobre los que caminar para llegar a una “otra orilla” más rica, poderosa.
Hablo de quienes, por ejemplo, se atrevieron en la radio y la prensa a mostrar su extrañeza por el ímpetu de Ada Colau, explicando que “tampoco era para tanto”, que “deberían calmarse y dejar de ser tan exigentes porque el gobierno está dando pasos para solucionar un problema que respondía, en el fondo, a una falta de planificación, a querer vivir por encima de sus posibilidades”. Hablo de los pelotas mediáticos que han calificado de “un acto que demuestra la humildad política y la credibilidad de quienes aceptan las opiniones argumentadas y no evitan aceptar que han de rectificar” la equivocación insuperable de un político frustrado, por las guerras de poder ganadas por una adversaria rubia y déspota, que se está vengando de una facción de los suyos a ritmo de dos decretos diarios; de un político que ha dicho que la defensora del pueblo ha visto más que el ejecutivo y que por tanto reducirá la “inconcebible misión” de limitar el acceso a la justicia de los más desfavorecidos. Hablo de quienes creen que lo tragamos todo y no somos capaces de plantearnos que si un político emprende un desastre judicial como el que este frustrado señor emprendió hace unos meses y ahora rectifica es un síntoma inequívoco de que lo hizo por su realísima gana, sin que se le ocurriera consultarle, antes y no después, a la señora Becerril.
Hablo de quienes esperan que nos mantengamos en la hibernación colectiva y social y que, para que este estado de letargo quede asegurado, colaboran con los descastados políticos dándole la vuelta a la realidad, como a un calcetín sucio, para dibujarla a su antojo, estúpida, simple, tragable, ingenuamente “perfecta”. Esos, los mismos que se han levantado de sus sillas, emocionados, loando el acto de transparencia del presidente de un gobierno al que, precisamente, se le transparenta la podredumbre envasada en sobres con el fruto del robo a quienes estamos siendo desposeídos hasta de los más mínimos derechos. De repente, por obra y gracia de los terroristas mediáticos, creyentes de que ellos, por su peloterismo infinito, estarán siempre a salvo de las plagas que azotan a los pobres, el presidente experto en los bandazos políticos y en la demagogia electoralista es susceptible de beatificación y perdón eterno, si hubiere pecado, porque ha publicado información sobre sus emolumentos, como patón del barco que conduce a la deriva, y sus declaraciones de renta. De repente, con sus voces terroristas, la realidad se transfigura y se convierte en el reino del revés. No cuentan los millones estafados, los agujeros permitidos, los sobres sospechosos, la lista interminable de corruptos criados en las salas enmoquetadas de Génova 13. Nada cuenta. ¿Por qué iba a contar todo lo que nos desangra a los que no importamos? Nada cuenta. Todos ellos esperan que nos cuele la mentira, una vez más. Nos creen idiotas, ingenuos, estúpidos (aún les pasa poco, dirán al finalizar sus tertulias soporíferas) incapaces de poner en duda que un político que lidera a otros que han sido capaces de permitir agujeros, desfalcos y tráfico de dinero sabe perfectamente cómo no declarar lo indeclarable. De gesto inédito, histórico, sin precedente, acertado y admirable, tacharon el acto de que el presidente de ese gobierno expusiera una cortina de humo con cifras, digamos, incompletas. Por arte de magia, de la que sale de una chistera sucia, el jefe de una banda de dudoso proceder, formada por un número elevado de imputados, era, repentinamente, casi un ejemplo moral.
Hablo de esos, los mismos, que hace dos días fueron los visionarios que vislumbraron otro gesto inédito, esta vez realizado por el jefe de otra banda. Un acto que denota humildad y sinceridad. Huérfanos del Papa. Transparencia de un hombre que ha sabido ser ejemplo.
Otro gesto inédito. Otro atrevimiento: pretender que no percibamos el gazapo descomunal de una información que, para qué disimular, nos explica que la decisión papal fue tomada en marzo, hace casi un año, pero que no la ha hecho pública hasta hoy, síntoma inequívoco, justamente, de transparencia. Otro gesto inédito que, mire usted por donde, ha unido al presidente transparente y al Papa con la misma cualidad. En el periódico que cree tener LA RAZÓN, el presidente firma un artículo sin desperdicio, en el que habla con bastante más fervor que cuando se dirige a esta nación de revoltosos y manifestantes loando la figura de su Papa: “(…) Con el mayor de los respetos por su decisión, hay que decir que supone una actitud valiente, propia de alguien humilde que se mueve únicamente por el amor a aquello en lo que cree. Consciente de sus limitaciones, ha pensado que ceder el paso a alguien más adecuado era ahora la mejor forma de cumplir la alta misión para la que fue elegido en 2005. (…)”
Es curioso ver al presidente convertido en representante del sector mediático que transforma y customiza a su antojo interesado la realidad. Es curioso su gesto ¿inédito también? Curioso que acepte que solo alguien humilde podría dejar la poltrona (oculta por supuesto que a este papa los intereses y luchas vaticanasl o arrinconaron hace tiempo) y reconozca, con sus palabras, que él y sus amigos imputados NO SON HUMILDES, NO SE MUEVEN POR EL AMOR A LO QUE CREEN y NO VAN A DIMITIR bajo ningún concepto.
Tome ejemplo y sorpréndanos con un gesto inédito, pero inédito de verdad, y haga como su querido Papa, que ha prometido estar “escondido de todos” aunque cerca en sus oraciones.