Rubalcaba y la tabla periódica, Meyer y los números primos
Rubalcaba vuelve a donde nunca debió salir. El dirigente socialista que hundió al partido de Pablo Iglesias (el tipógrafo ferrolano) hasta los peores resultados de su reciente historia, tira la toalla y retrocederá a sus orígenes. A dar clases de química en la Universidad Complutense. Y la noticia ha merecido el elogió general. Propios y extraños alaban el gesto del que fuera portavoz del gobierno del Gal y número dos del ejecutivo pionero en impulsar las medidas neoliberales de la Troika y la reforma exprés del artículo 135 de la Constitución para asfixiar las inversiones sociales.
Se va Rubalcaba, el de la triste figura, y “altruistamente” no tira de los contactos hechos desde el poder para ocupar un puestazo en la esfera privada, como sus colegas Magdalena Álvarez, Elena Salgado o Pedro Solbes, por poner solo los ejemplo más cercanos en el tiempo. Curiosa sociedad esta, donde hacer lo lógico y normal merece premio. Lo que pasa es que ni eso se le puede agradecer al ex secretario general del PSOE. Lo suyo no ha sido algo meritorio sino todo lo contrario. Se trata de un acto de desprecio democrático, por más que se escenifique con una solemnidad de garrapata.
Es una prueba más de despotismo parlamentario. De entrada y de salida. Cuando incitan a las urnas, los electores (es un decir) se ven obligados a comparecer para ratificar las listas cerradas y bloqueadas que las direcciones de los partidos han cocinado para el “pueblo soberano”. A sabiendas de que lo peor está por venir. Porque una vez investido, el teórico representante dejará de tener el menor vínculo con aquellos a los que debe su escaño. Santa ritarita. Lo suyo ha sido dar un cheque a un auténtico desconocido. El diputado ni está obligado a cumplir lo prometido en el programa electoral (el mandato imperativo será solo con sus jefes de partido), ni habrá la posibilidad de revocarle (a lo hecho pecho) por muy impostor que resulte. Eso para empezar.
Y para terminar, el interfecto podrá hacer un corte de mangas a sus “progenitores políticos” y dejar su puesto en el parlamento cuando le venga en gana. Haya o no terminado el mandato para el que fue elegido. Rubalcaba marca tendencia. Solo al delirante autismo ético reinante puede atribuirse que se pondere tamaño corte de mangas. Todo para el representante, cero para el representado. Un trilerismo político que incluso puede terminar en atraco perfecto. El puesto que deja Rubalcaba, por ejemplo, lo ocupará el siguiente en la lista del PSOE, Carlos Mulas, ex director de la Fundación Ideas. El sujeto que por un lado era el encargado de suministrar el arsenal ideológico para la renovación del partido y por otro actuaba a sueldo del FMI como consultor para implantar en Portugal las recetas austericidas de Bruselas. Misterios de la tabla periódica, porque como decía el viejo Marcuse “todo lo que no es química es política”.
Pero si de la sedicente izquierda pasamos a la del ¡rebélate!, las cosas no son ni distintas ni distantes. También en este foro se ha producido una baja, la del eurodiputado de Izquierda Unida (IU) Willy Meyer. En este caso no por ser una completa calamidad, como Rubalcaba, sino por haber sido sorprendido con una sicav radicada en el paraíso fiscal de Luxemburgo. Y digo “sorprendido” porque el propio beneficiado nada más saltar la liebre en las páginas del digital Infolibre se apresuró a mandar una carta a Bruselas solicitando su inmediata baja en ese plan de pensiones que la eurocámara ofrece a sus miembros generosamente cofinanciado con dinero público. La dimisión política vino más tarde y desde el más allá. Cuando las tripas de la coalición bramaron contra la sustanciosa mochila que ha acompañado a Meyer en sus diez años de curtido europarlamentario y que al parecer supo hacer compatible con una vehemente cruzada contra el capitalismo explotador, los paraísos fiscales y el gansterismo financiero. En la saga de José Antonio Moral Santin, representante de IU en la cúpula de la Bankia de Miguel Blesa.
En esta ocasión, el cese a rastras también ha recibido los beneplácitos de los de su condición. Le han alabado el mérito. Y de nuevo nos encontramos ante un caso de indigencia moral. Porque, ¿si un dirigente de la izquierda social es públicamente felicitado cuando deja su “cargo público” al destaparse que hacia lo contrario de lo que predicaba, a los políticos que rechazaron esos planes de pensiones no habría que hacerles un homenaje nacional y venerarlos en el solsticio de verano? No todos son iguales. De los 50 europarlamentarios españoles 39 gozan de ese privilegio, sin distinción de clase o ideología. Cifra vergonzosa se pongan como se pongan, que adquiere toda su abyecta dimensión cuando se sabe que en el cómputo total son 480 de los 736 europarlamentarios los que trincan sicav de Bruselas. El misterio ahora es de los números primeros.
El mismo que hace posible que un sobrino de Felipe González trepe como “ejecutivo fantasma” en la empresa andaluza Invercaria, matriz de la trama de los EREs, o que el aforamiento de Juan Carlos I y su esposa se empaquete en una Ley de Racionalización del Sector Público.
Tabla periódica o número primos, lo importante es que cace ratones.