Sin más acá, ni más allá
Sin más acá ni más allá, vemos a Sancho Panza, mastuerzo, hombre torpe, bruto y majadero, cual un “Araúco domado”, del poeta castellano Pedro de Oña, oreando las calles del barrio de los Austrias en Madrid con el tronco de la cola del caballo de don Quijote, mascullando como entre dientes, sin que se entienda lo que dice: la Puerta del Sol, la Plaza Mayor y alrededores.
Se queda en suspenso, en jolito, viendo la altura del Puente de Bailén, “puente de los suicidas” anteriormente. Va acompañado de Paula y Maula, con quienes visitó en el día de ayer el célebre Monasterio de El Paular, de cartujos, situado en la falda de la sierra de Guadarrama, en la provincia de Madrid, fundado por Juan I, y que toma su nombre del puerto inmediato, que es uno de los pasos de la sierra que separa por esa parte a Castilla la Vieja el reino de Toledo. Le cuentan que una pareja de enamorados atormentados, sufriendo grandes penas y trabajos por el martirio de la crisis de entonces, se suicidó tirándose por el puente, cayendo sobre un panadero que portaba sobre su cabeza una cestada de pan, quedando el panadero muerto como un cestiario, gladiador que combatía con el cesto, y la pareja machacada, magullada y con las piernas rotas, pero salvada.
Quiere ir; va. Se acerca a Las Cuevas de Luis Candelas, en el Arco de Cuchilleros, junto a la Plaza Mayor. Admira y recuerda a Luis Candelas, bandolero del barrio de Lavapiés, en Madrid, que robó a los ricos para dárselo a los pobres. Se jactaba de no tener delitos de sangre, pero esto no le valió para ser ejecutado a garrote vil en las fiestas del crimen institucionalizado. Le cuenta un tal Celón, que se le ha arrimado, “que un clérigo del colegio San Isidro le dio una bofetada y él, chicuelo, espléndido como era, le devolvió dos. Que, en su época de delincuente, se portaba como don Juan de Día, hacendista en el Perú, y de noche Fantasía. Era un picaflor nato. Era un treja, en tirada por tabla o recodo en el juego de los trucos. Desvirgaba cantaoras, como el que pela chochos, altramuces, en el rastro de Madrid. Sabía que “en tierra ajena, la vaca al buey cornea” Fue masón en la Logia Libertad, donde aprendió que “las cosas a su tiempo y los nabos en adviento”. Se amancebó con Manuela Sánchez, ex convicta, con la que casó y se separó; con Lola “La Naranjera” amante barragana que era del rey felón y asesino Fernando VII; con Clara, con la que intentó huir a Inglaterra, pero desistieron. Que le dijo a ésta su amante:” A tu tierra grulla, aunque sea en una pata”; y regresaron a Madrid. Que murió diciendo, al pie del garrote, “Patria mía, sé feliz”. Ay, un deseo y un sueño tan actual.
Ya dentro del Restaurante, Sancho se sienta junto a otras tres mujeres, Orea, Oréada y Oréade, ninfas callejeras, compañeras de colegio que fueron de Dulcinea del Toboso y tres parroquianos que le esperaban: Cefo, de Madrid, con cara de mono, y tempanito, abultamiento del vientre, que por acumulación de gases se pone terso como la piel de un tambor; Onuba, de Huelva, con un estilo de macho cabrío en el segundo año de su vida; y Gibraleón, de Cádiz, con cara de alubia; los tres, amigos de Oña, la mujer del conde de Castilla Garci Fernández, madre de su sucesor Sancho García, acerca de la cual corre la leyenda de la fundación del Monasterio de Oña, que lo fue por el diablo en una esplendente erección , sublimando, exaltando, dando forma material a lo espiritual en lo corpóreo del diabólico pene, que le hizo la tal Oña, poniéndole, además, espita en el As de Oros u ojo del culo, reduciendo por masturbación legítima el Monasterio, que antes fue lupanar, a la condición de eclesiástico. para que sirva de congrua sustentación a su poseedor, ordenado de clérigo a título de ello, (esta diabólica paja se encuentra figurada en la Biblia de cuatro tomos en folio que compuso Tomás de Kempis en su convento de Colonia).
El viene a darles una charla sobre la conveniencia de mejorar la educación aligerándola. Burlón como un pavero, traficante en pavos y que tiene cría de ellos, les dice en lenguaje festivo que los Colegios y Universidades son cátedras de Rebuznos. Que los premios Nobel, los Planeta, los Best Seller son tresalbos, tienen tres pies blancos como las bestias; que no son más que cagadas secas para prender en honor y loor de caballero Don Dinero. Que la Enseñanza hay que llevarla al tría, como en el mundo de las abejas, trocando de sitio las colmenas, unas débiles y otras fuertes, mientras no están en ellas las abejas para igualarlas.
Un camarero le trae a Sancho una pava, olla o vasija para calentar el agua con la cual se ceba el mate. Para los demás, refrescos.
Les dice a los contertulios que él quiere jugar al juego de la matarrata, siete de espadas y de oros .Que aquí, en la Insula Barataria es todo matas y por rozar. Todo es dificultoso y embrollado. Que el gobierno tiene la hipocresía en la masa de la sangre. Que el recuerdo de don Quijote le sutiliza, adelgaza, atenúa y reduce. Seduce.
Que la lectura y aprendizaje de Cervantes, Shakespeare, el Diccionario Filosófico de Voltaire, el Kundalini Yoga o Kama Sutra y un estudio de la Mecánica, parte de las matemáticas que estudia las fuerzas y los movimientos en todas sus formas y manifestaciones, son suficientes para que salgan nuestros jóvenes preparados, y no cargados de títulos y carreras que se pueden comprar en los rastros o mercados de las pulgas, como hasta ahora.
Gibraleón, en un descuido de Sancho, le coge su mochila y se la abre, poniendo sobre la mesa una botellita de Kumis, licor embriagante obtenido de la fermentación de la leche de yegua; y un libro de José Rizal, su novela tagala Noli Me Tangere, “Nadie Me Toque”, una de las mejores novelas de todos los tiempos, con la cual designa el autor esa úlcera maligna española que no puede tocarse sin peligro: la monarquía y la clerecía; “sentimiento de afirmación de la entidad y nacionalidad filipinas”, como dice Jorge Ordaz, en su prólogo. Sentimientos aupados por la Katipunán, sociedad secreta que aspiraba a la independencia del Archipiélago, y por la Liga Filipina, fundada por él; luchadoras por la expulsión de todos los españoles, la disolución de las órdenes religiosas y la confiscación de todos sus bienes robados al pueblo.
Excomulgado Rizal por monseñor Payo, arzobispo de Manila, perseguido y odiado por dominicos y jesuitas, y la plebe soez sacando la barriga de mal año, le condenaron a piquete de ejecución, al amanecer, en el campo de Bagumbayan, en sentencia firmada por el general Polavieja. Nadie en Manila, fuera de su familia, pidió el indulto. En España, tan sólo Pi y Margal, catalán; Cánovas, un malagueño hijo de la gran puta, no se lo concedió.
Nos dice Sancho Panza que Rizal pasó su calvario hasta la muerte por fusilamiento vil en el crucero Castilla, en el vapor Isla de Panay, en el vapor Colón, y en el castillo de Montjuich. Que, antes de asesinarle canónicamente, le visitaron varios jesuitas, el P. Balaguer, los padres March y Vilaclara, que intentan convencerle de que retorne a la religión católica con falsas promesas de perdón y gloria, haciéndole tocamientos y sodomizándole en relincho de Asnos. Rizal jamás se retractó de sus ideales masónicos y librepensadores, aunque el padre Vilaclara le cogiera de su polla y le hiciera firmar el escrito con esperma ensangrentado.
Rizal pide al capitán del pelotón, formado por unos ocho soldados indígenas, que le fusilen de cara. El capitán le responde que “nones”, que se vuelva de espaldas para mejor acribillarle, y “tomarle el pulso del corazón con el polvo de las balas”. Se hace la descarga. Su cuerpo cae al suelo sobre el costado derecho, con la cara al aire y un gesto de asco a la falsa patria y al pueblo soez y bellaco. Un tiro de gracia del capitán lo remata. Son las siete y media de la mañana. “Enseguida se oyen dos vivas a la Asnal España y uno a la Asníflua Justicia, ante el griterío de la multitud urdiendo la tela y tramando la lana de la domesticación permanente. Drácula sale de su tumba con una losa a cuestas en el cementerio de Paco, y una inscripción firmada por Ibarra “¡Muero sin ver la auro brillar sobre mi patria¡”, para dejarle sitio a Rizal.
En la tumba han dejado unas hojas escritas “para fines de sus amores”, dice un médico militar: “El combate: Urbiztondo, terror Joló”; “A la juventud filipina”; “A las flores de Heidelberg”; “Himno a Talisay”; y otras ilegibles, y rotas.
José Rizal, continua Sancho, destacado novelista, fue un nómada de las Bellas Artes, trasladándose con sus saberes de unos lugares a otros, sin establecerse fijamente en ninguna parte. Fue un filibustero contrario a la dominación española de clericalla y monarquía felona jorobada y con guardianes perros jíbaros.
-“Como tú” , le dijo una cantaora defensora de Luis Candelas. Prosiguiendo, y cantando:
“Sin ut sunt, aut non sin”, '”Sean como son, o que no sean', de Lorenzo Ricci.