Sobresaltos
Hay cosas que, nada más saberlas, adquieren un rango simbólico. Son definitivas y demoledoras. Una es que acabo de empezar unos días de asueto, lo que no es nada original, pero sí necesario; sobre todo en los últimos tiempos del cuplé, sobrevivir en Españistán, concretamente en Bancabria, mina bastante el espíritu y las ganas de comer. Así pues, se hace necesario recargar las pilas de la resistencia y darles un respiro a las arcadas del estómago.
No viajaba muy lejos, pero era necesario tomar un avión en Bilbao. Una vez en el aeropuerto, cuando acudí a la fila de embarque, creí que mi sentido de la vista me estaba obsequiando con un “mal viaje”, una alucinación como de peyote mexicano. Pero no había tomado esa mañana ningún alucinógeno, sólo café con leche y sobao cántabro.
Los aeropuertos, ya se sabe, son los lugares más cosmopolitas y heterogéneos del mundo. Excluyendo el de Castellón de Fabra, donde no hay aviones, en las salas de tránsito aeroportuario convergen criaturas de todo estilo, procedencia, nacionalidad y condición. Todas tienen prisa. Nadie quiere esperar más tiempo del imprescindible para coger vuelo.
El caso es que me topé en la misma fila con un sujeto hiperplanchado. Las trompetas de Jericó resonaron en mi cráneo. Mirando inquisitivamente a su alrededor, en clara actitud paranoide, estaba Angel Acebes. Como ya no es ministro, soportaba la cola de embarque tal que todo el mundo. El ínclito Acebes, ministro del Interior de Aznar, fanático religioso de la secta católica de los Legionarios de Cristo, cobrador de sobresueldos Caja B del PP-Bárcenas, mentiroso empecinado que insistió en señalar a ETA cuando el trágico atentado islamista de Madrid… Y ahí estaba, en la cola de embarque, como recién salido del superseco. Son muy limpios por fuera y por dentro se perdonan a sí mismos la iniquidad con golpes de pecho y misas.
No sé sé si es normal, pero a mí me sucede. A veces es tanta la repulsión que te paraliza. A mi compañera y a mí tan sólo se nos ocurrió mirar al ínclito Acebes con todo el desprecio a nuestro alcance. Cuando se cruzaron las miradas, él se ruborizó ligeramente y bajó la vista al suelo.
¡Que se jodan! Gritó la hija Andrea Fabra del aeropuerto huérfano de Castellón de la Plana, en pleno Congreso de los diputados. Fue cuando su jefe Rajoy anunciaba otro martillazo a los derechos de los pobres y el correspondiente respaldo ultraliberal a los intereses de los ricos de este predio.
¡Que se jodan! Acaba de eructar en “Espejo Público” Francisco Marhuenda, a propósito de los sufrimientos de los ciudadanos egipcios. Egipto está en el ojo del huracán. La gente muere por cientos y no se atisba una salida, tras el golpe de Estado militar y el consiguiente enardecimiento religioso. Marhuenda es el director del periódico monárquico y ultraderechista “La Razón”. Su nivel de incuria e idiotez exhibicionista ronda la inhumano. Y su estolidez da un idea del nivel de la Prensa en Españastán.
¡Que ser jodan! Una científica de alto nivel que hace las maletas para trabajar en los EEUU, le abre en “El País” una carta de despedida a Mariano Rajoy y su gobierno. Sección de Sociedad. En la misiva se plantea con desgarro el deliberado suicidio a que está abocando el gobierno del PP a la Ciencia. Y asimismo, el desastroso atraso que ello supone para el cultivo de la razón, más allá del inmovilismo de las supersticiones. Pero el Opus del Gran Poder manda más que la inteligencia. Para la Ciencia ni las peladuras del Presupuesto General del estado. Para la iglesia católica 11 mil millones de euros.
Pero el sobresalto no para. Cuando me embarcan en el avión, dos filas más atrás de mi asiento está sentada Pilar Cuesta, Ana Belén, en el mundo de la farándula española. Ana Belén, con su marido Víctor Manuel, son dos de esos progres eternos que siempre están donde hay que estar para extraer moneda o pátina de izquierdismo correcto. Para cantar a la muralla o protagonizar malamente “Libertarias” hay que estar ahí, en la pomada. Ellos y ellas son los mismos que ha consolidado el tapón constitucional de una transición falsaria, en la que nos jodemos todos. Ora comunistas con Carrillo, ora socialistas con Felipe González…ora en el pandemonium economista de la SGAE… Y ya se sabe, en el candelero del apoyo a perdidas causas de relumbrón, etcétera. Pero llevando un tren de vida de lujo que incluye pionero chalet de atentado urbanístico en Menorca, isla reserva de la biosfera.
Al fin aterriza el avión y vienen a buscarme unos brazos amables y libres de sospecha. Pero miro hacia atrás y noto que se me escandaliza otra vez el estómago. Espero superarlo tras tirar de la cadena del inodoro.